El jueves 15 de julio, Yoo fue arrestado
por golpear a una prostituta en un motel del sureño barrio Yeoksam de
Seúl. Los policías en ese momento no sabían que tenían al asesino serial
en sus manos, y Yoo fue más astuto que ellos y fingió una pierna herida
y ataques epilépticos para apelar a la compasión de los policías,
quienes en un momento del interrogatorio se descuidaron, cosa que fue
aprovechada por Yoo para escapar, pese a que estaba esposado.
Tras huir, Yoo se apareció en casa de su
madre. Estaba deprimido, acabado, desmoralizado. Dijo por ello su madre
sobre aquel día:
- "Me encontré con mi hijo un 15 de julio. Él solo dijo: '¡Quiero morir! ¡Quiero morir!'. Yo no era capaz de decir nada. Lloré.2
Entretanto, esa misma noche los
proxenetas locales sabían que algo estaba pasando, por lo que aunaron
fuerzas y, con la ayuda del oficial Yang Pil-ju, planearon tenderle una
trampa. Aquello fue posible gracias a que Yoo había tenido el descuido
de llamar a más de una víctima con el mismo número de celular, de modo
que los proxenetas, que solían revisar los horarios en que sus
trabajadoras entraban y salían con los clientes, pudieron notar que un
número de celular determinado figuraba como el número del cliente que
contactó con ciertas chicas justo antes de que éstas desapareciesen.
Yoo debió haber permanecido quieto
después de escapar de la Policía, pero tuvo la torpeza y la impulsividad
de planear un crimen la madrugada del viernes 16 de julio. Ocurrió
entonces que, intencionalmente, el proxeneta de la agencia contactada le
mandó una mujer vieja y poco atractiva, sabiendo que Yoo la rechazaría y
pediría una chica joven y de buen aspecto, tal y como en efecto sucedió
entre la una y las dos de la madrugada.
Fue justo en ese largo intervalo de
tiempo (el proxeneta le dijo a Yoo que debía esperar cierto tiempo para
que llegue la chica pedida) que los proxenetas contactaron con el
oficial Yang y coordinaron todo con la Policía. Así, a eso de las cuatro
de la madrugada, policías y proxenetas se pusieron alertas cuando el
celular de la chica que serviría de cebo sonó y Yoo, desde el otro lado
de la línea, le solicitó que se metiera por un callejón y que siguiese
tales y cuales desvíos, dando con ello a notar que existía algo extraño
en la ubicación programada para el encuentro.
Momentos después interceptaron a Yoo en
un callejón oscuro y lo condujeron a la comisaría, donde Yoo confesó
todas sus horrendas proezas.
En apenas diez días la Policía finalizó las investigaciones necesarias
para entregar el caso a los fiscales, por lo que el lunes 26 de julio
del 2004 Yoo fue transferido a la oficina del fiscal. Mientras Yoo se
dirigía a su destino, una masa enorme de curiosos, reporteros y
fotógrafos pululaba en torno a él.
La pena de muerte para Yoo Young-Chul fue pedida por la fiscalía el 29 de noviembre del 2004. El 9 de junio el veredicto final del
Tribunal Supremo ratificó la pena de muerte. Días más tarde, el
Ministerio de Justicia envió a la Asamblea Nacional una carta oficial en
que se criticaba a los movimientos legislativos que exigían la
derogación de la pena de muerte. Entre otras cosas, en esa carta la pena
de muerte era justificada a través de palabras que aludían
indirectamente a Yoo:
- "Si los asesinos brutales no son condenados a
la pena capital, se estaría yendo contra el sentimiento público de
justicia y el rencor de las víctimas, y sus sentimientos de venganza
personal aumentarían."
Actualmente Yoo Young-Chul está en el
corredor de la muerte, esperando su final junto a otros 60 convictos. Se
le imputaron 20 asesinatos aunque él mismo confesó que hubo más
muertes.
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