
Las primeras investigaciones policiales acerca de este caso de 
desaparición de menores condujeron pronto a la casa que el ingeniero 
compartía con sus cómplices. Allí se encontraron unas fotografías de 100
 niños muertos y las ropas que muchos de ellos llevaban cuando 
desaparecieron. Asimismo se hallaron los restos de dos cadáveres en una 
tinaja azul.
Casi todas las víctimas procedían de 
familias muy pobres o eran mendigos, y en algunos casos habían pasado 
meses de la desaparición hasta que las familias presentaron las 
denuncias. La gran mayoría fueron identificadas por sus familias a las 
que fueron mostradas las fotografías. El presunto asesino afirmó que las
 fotografías eran tomadas por sus dos cómplices que, según añadió, eran 
homosexuales, aunque negó que él lo fuera.
Durante el juicio, el ingeniero negó la 
versión de los hechos relatada en la carta que había enviado a la 
Policía, y afirmó que había sido detenido por error.
En el trascurso del mismo un total de 
105 testigos de la acusación prestaron declaración ante el tribunal, 
mientras, la defensa no presentó ninguno.
Al final, la sentencia emitida por el juez de acuerdo con la "Sha’aria",
 (tradicional ley islámica) lo ha hallado culpable y ha solicitado el "ojo por ojo y diente por diente". La sentencia del tribunal de Lahore es 
que el asesino deberá ser ejecutado en el parque público más popular de 
la ciudad de la misma manera que él ejecutó a sus víctimas. Con 100 niños asesinados por las manos 
de Iqbal, el juez dictaminó: "Morirá estrangulado delante de los padres 
de los niños a los que ha matado, y su cuerpo será cortado en cien 
pedazos que serán depositados en ácido, como usted hizo con los niños"
 no de los cómplices de Iqbal, Sajid 
Ahmad, de 17 años, fue también condenado a muerte porque participó en 
cada uno de los asesinatos. También Mamad Nadeem de 15 años fue hallado 
culpable de los crímenes de trece de las víctimas y ha sido condenado a 
182 años de prisión (14 por cada uno de ellos), al igual que Mamad 
Sabir, de 13 años, a 63 años de cárcel.
Tras oír la sentencia en una sala 
abarrotada de público, Iqbal juró por su honor que era inocente, luego 
firmó el fallo y fue conducido a la prisión.