viernes, 2 de octubre de 2015

Leyendas en Catalunya (El Canigó [II])

Leyenda
 
En el monte Canigó hay un estanque, en cuyo fondo, según cuenta la leyenda popular, en los días claros, al atardecer, se ven las ruinas de un soberbio castillo. También se dice que en las noches de luna, si se echa en el estanque una piedra, las aguas se arremolinan y se oyen gritos pavorosos, al tiempo que sale de él una espesa humareda.
El origen de esta leyenda nos descubre que en un tiempo muy lejano, en el lugar donde hoy está el estanque, se alzaba una fortaleza que llevaba el nombre de Castillo de la Selva, por estar rodeado de un soberbio bosque de abetos, ligados entre sí por madreselvas.
Este bosque había estado poblado de demonios, que dominaban aquellas tierras con su poder maléfico, por lo cual la selva que rodeaba el castillo tenía el nombre de Selva Roja.
En la cumbre del Canigó habitaban las hadas, llamadas por aquellos contornos las "buenas mujeres", que se esforzaban en aliviar de la maléfica influencia de los ocupantes de la Selva Roja a los habitantes del país.
Los señores del castillo no tenían herederos. Todos sus hijos había muerto al nacer. Hacía ya algunos años que desesperaban de llegar a tener descendencia, cuando tuvieron una niña hermosísima.
Temerosa la Condesa de que la muerte se la llevara, como a sus hermanos, llamó a las "buenas mujeres" para que la protegieran y la colmaran con sus gracias.
Acudieron ellas y dijeron a la Condesa que la protegerían, a condición de que les prometiera que, colgada del cuello, pondría a su hija una cruz de esmeraldas que ellas le entregarían. Mientras la niña llevara aquella cruz, los demonios no podrían entrar en la Selva Roja y serían ellas las que reinarían en e país.
Pero el día en que Edelina, que éste era el nombre que habían impuesto a la niña, se quitara la cruz del cuello, el poder de las  "buenas mujeres" caería, y los demonios entrarían en el bosque otra vez.
Creció Edelina y llegó a ser la más hermosa don-cella que jamás se hubiera visto en todo el Canigó.
Casó con un apuesto joven, que murió al poco tiempo en una batalla contra los moros, dejando viuda a la bella y joven Edelina de la Selva.
Vivía en el valle un joven músico, llamado Gotardo, que tocaba el violín de una manera maravillosa. Los señores de los contornos solicitaban siempre su concurso, cuando daban fiestas o bailes en sus casas. Pero este artista era, al mismo tiempo, un hombre solitario, por el hecho de ser giboso y deforme, y porque alejaba de sí, por su gran fealdad, a todas la mujeres. Era afectuoso y dulce por temperamento. Y, siendo bueno de condición, no comprendía por qué se apartaban todos de él. No pensaba que su fealdad pudiera ser un motivo, porque él no apreciaba en los demás la belleza, sino la bondad.
Una tarde, estaba sentado a la orilla del bosque cuando se acercó a él un paje y le dijo que iba en su busca, de parte de Edelina de la Selva. Había terminado el tiempo de su luto, y al día siguiente pensaba dar una fiesta para abrir de nuevo sus salones.
Gotardo prometió ir. El paje le advirtió que se presentara con bellas galas y muy buen aspecto, y que procurara que su violín sonara mejor que nunca. Edelina de la Selva pagaba espléndidamente a quien la servía bien, pero entregaba al verdugo a aquellos de quien quedaba descontenta.
Llegó la hora de presentarse al Castillo de la Selva, y Gotardo llegó con su violín bajo el brazo. Empezó la fiesta, y el músico se dio cuenta, maravilladlo, de que nunca había visto tan ricos salones, tantas mujeres bellas y ricamente ataviadas, ni tantos y tan apuestos caballeros como los que ahora pasaban ante sus ojos.
De pronto, entre toda la gente que había en el salón, vio Gotardo a una mujer de tan extraordinaria belleza, que ninguna podía comparársele. Sobresalía, en distinción, en riqueza en el vestir y en apostura, por encima de todas.
Gotardo quiso saber quién era, y el director de la orquesta le dijo que era la señora de la casa: Edelina de la Selva.
Desde aquel momento, ya no pudo el músico tañer su violín en paz. Sus ojos no podían apartarse de Edelina. La seguían por todas partes, espiando sus menores movimientos. Sus oídos se agudizaban para poder escuchar el sonido de su voz, la alegría de su risa.
Quería esmerarse en su arte, para llamar la atención de la dueña de casa; pero ésta estaba por completo entregada a un joven que bailaba con ella.
En aquel momento sintió Gotardo, por primera vez en su vida, toda la amargura de su fealdad. El joven con quien bailaba Edelina era hermoso y apuesto. Su elevada figura se destacaba entre todas por su gallardía y la riqueza de sus vestidos.
También por primera vez en su vida sintió en su corazón el aguijón de los celos. Sentía que se había enamorado perdidamente de Edelina, y ésta no tenía ojos más que para mirar a aquel joven vestido de blanco y azul, los colores preferidos de la señora del Castillo de la Selva, ni más oídos que para escuchar las palabras de su galán, que Gotardo sentía resonar en su corazón, elevándose en él como si fueran puñales.
Tan distraído estaba mirando a Edelina, que no tocaba a tiempo, ni seguía el compás, y ello de tal manera, que el director de la orquesta lo echó de la sala.
Apenado el pobre músico, porque de este modo dejaba de ver a la que ya adoraba, salió al bosque y anduvo errante por él hasta llegar a su linde.
De pronto, notó que se había extraviado. No conocía el lugar en que se encontraba. La noche había cerrado, y Gotardo comprendió que no sabría en manera alguna, encontrar el camino de su casa.
En vano escudriñó en la oscuridad para orientarse. No conocía nada de cuanto le rodeaba.
Pensó que quizá le convendría llamar en su auxilio a Chiridirelles, el demonio que orientaba a los que se perdían. Pero no estaba muy seguro de si exigía, a cambio, el alma, y él no se sentía dispuesto a darla.
No había hecho más que pensar en Chiridirelles, cuando éste se presentó ante él.
Gotardo negó haberle llamado; pero el Maldito alegó que el solo hecho de pensar en él bastaba. Además, había entrado en sus dominios, al salir de la selva.
Hablóle entonces Chiridirelles de Edelina, y Gotardo confesó que estaba perdidamente enamorado de ella. Preguntóle el diablo qué daría por conseguirla. Gotardo, que dudaba primero en llamarle, por miedo a que le exigiera la entrega de su alma, dijo que estaba dispuesto a dársela a cambio del amor de Edelina.
Chiridirelles se echó a reír, y dijo que nadie le pedía el alma ni para nada la quería. No tenía valor ninguno el alma de un pobre diablo como él. Lo que él quería era otra cosa, a cambio de la cual le daría belleza: aquella belleza que tanto había envidiado la misma noche en el doncel que bailaba con la señora del castillo. Le daría todo cuanto quisiera, y a Edelina además, si cumplía sus instrucciones.
Dudaba Gotardo de que pudiera conseguir a Edelina, al recordar cómo miraba al caballero vestido de blanco y azul, y díjole así a Chiridirelles.
Éste rió más aún, y le hizo asomar a las aguas de un pequeño lago que había allí cerca. En ellas, como en un espejo, vio Gotardo al caballero, el galán de Edelina, que salía del castillo acompañado de otros tres. Fuéronse a un claro del bosque, y el caballero se batió con otro, resultando muerto el galán.
Gotardo se horrorizó, de momento; pero en el fondo se alegró de la muerte de aquel hombre que le robaba el amor de Edelina.
Chiridirelles, entonces, volvió a insistir, preguntándole si estaba dispuesto a seguir en todo sus instrucciones, para obtener como recompensa el amor de Edelina. El pobre giboso no pudo ya resistir más la tentación, y pidió las instrucciones que el diablo tuviera que darle para conseguir a aquella mujer tan codiciada.
Chiridirelles le dijo que Edelina llevaba colgada del cuello una cruz de esmeraldas. Aquella misma noche debía quitarle Gotardo la cruz del cuello y echarla al fuego. Nada más que eso le pedía.
Gotardo así lo prometió, y entonces Chiridirelles lo tocó con su varita, y Gotardo sintió una sensación rarísima por todo su ser. Miró al fondo del lago y se vio convertido en el joven que acababa de morir en el duelo.
Preguntó a Chiridirelles cómo podría llegar hasta Edelina aquella misma noche, y éste le entregó un anillo de oro con una gruesa esmeralda. Era el anillo que Edelina había entregado al joven vestido de blanco y azul, y con el cual le serían abiertas todas las puertas del castillo.
Púsose Gotardo el anillo en el dedo, y, loco de alegría, fue a dar las gracias al diablo; pero éste ya había desaparecido.
Dirigióse entonces al castillo. Andaba con aire arrogante y, cuando llegó al puente, enseñó al guarda el anillo de Edelina, y en el acto le abrieron la puerta.
Llegó a su gabinete, y ésta, convencida de que era el joven con quien había bailado toda la noche, le dejó sitio junto a ella en el diván en que se hallaba descansando.
Mientras hablaban tiernamente, cogióle de una manera disimulada Gotardo la cruz de esmeraldas que llevaba pendiente del cuello con una cadena, y la echó al fuego.
En el mismo instante, un rayo hendió el castillo, que ardió en llamas. Gotardo tomó en sus brazos a Edelina, y la leyenda asegura que pudieron salvarse; pero el palacio fue hundiéndose en la tierra, y en su lugar brotando el agua hasta cubrirlo. Hoy, como hemos dicho al empezar, en el lugar donde se alzaba la fortaleza hay un estanque, y en los días claros cuenta la leyenda que a través de sus aguas se ven las ruinas del castillo de Edelina de la Selva.

fuente: Leyendas de Europa 2, Barcelona, Ed. Labor bolsillo juvenil.1988

Leyendas en Catalunya (El Canigó [I])

El Canigó es una montaña del Pirineo, situada entre las comarcas norte-catalanas del Conflent, el Rosellón y el Vallespir. Se ha convertido en símbolo de la personalidad catalana de las comarcas pirenaicas. 
La cima, la pila del Canigó, hace 2.784 mm. A pesar de su altitud moderada, fue considerada la montaña más alta de los Pirineos debido al gran y brusco desnivel que la separa de la llanura del Rosellón, lo que la hace más aparente que otras montañas más engorjades y situadas entre valles ya más altas. La leyenda atribuye su primera ascensión al rey Pedro el Grande, en el año 1285.


La "Flama del Canigó"

El Canigó es La Montaña encantada y símbolo de unidad, de identidad y la que nos trae un mensaje de paz y amor del pueblo catalán, que quiere su cultura, su lengua, sus costumbres y sus tradiciones.
Desde el año 1955 las hogueras de Sant Joan se encienden con la "Flama del Canigó".
Se transportan fajos de leña de toda Catalunya a la cumbre del Canigó. Esta leña quemará durante toda la noche de Sant Joan. El fuego se puede ver desde toda la llanura.
Las llamas de este fuego se llevan a cualquier parte de los Países Catalanes. En alguna ocasión "la flama" se ha llevado fuera de Europa.
Desde el año 1964 hay una "Flama del Foc del Canigó" que continúa encendida y expuesta en el Castellet en Perpiñán (Territorio francés). Podemos decir que el día de Sant Joan es la Fiesta Nacional de los Países Catalanes.

Misterios en la Peninsula Iberica (El Barranco de Badajoz, "más de cien años de misterio" [II])

Una de las leyendas más recientes es la ocurrio la noche del 1 de julio de 1991 un grupo de personas atraídas por sus misterios, se encaminaron hacia el Barranco de Badajoz. A determinada altura, en el ascenso por el Barranco, el grupo pudo oír una especie de aleteo, bastante cerca, sobre sus cabezas. Casi en un acto reflejo, Teyo Bermejo (destacado fotógrafo), aunque no se veía nada, comenzó a disparar su cámara. El resultado: una de las fotografías más inquietantes que se haya tomado en el Barranco de Chamoco.


Los Nazis visitaron el Barranco
Adolf Hitler era un amante de lo "oculto" y una de sus obsesiones era las Leyendas que estaban en la Biblia o en lo más profundo del cristianismo. Es por ello que visito lugares con fenómenos teluricos como Montserrat o este Barranco de Badajoz.

La Isla de Cristal
A mediados de los 90 hubo una avalancha de avistamientos en el Barranco de Badajoz. Algunas personas incluso describían ver cosas, seres, objetos que luego se desvanecían, fotografías imposibles de objetos que sobrevolaban esta zona...


Tambien existe una leyenda, y es que desde el interior del barranco y mirando hacia el mar podía verse una isla que según muchos testigos parece de cristal, de esta isla despegaba verticalmente una luz en forma de nave, cuando la luz había alcanzado cierta altura se precipitaba a gran velocidad hacia el barranco y acababa estrellándose contra una de las paredes de este desintegrándose y desapareciendo. ¿Sera la Isla de San Borondón?

La isla de San Borondón es una leyenda popular de las Islas canarias y trata sobre una isla que aparece y desaparece desde hace varios siglos. Este mito tiene origen en los autores de la Grecia Clásica y se conoce en el resto de Europa como la "Isla de San Brandán" y sorprendentemente aparece plasmada por los cartógrafos medievales, Debido a sus características y comportamientos extraños, como el aparecer y desaparecer o esconderse tras una espesa capa de niebla o nubes, ha sido llamada "la Inaccesible", "la Nom Trubada", "la Encubierta", "la Perdida", "la Encantada" y algún apelativo más.
Tal es el caso que en el Tratado de Alcaçovas suscrito entre España y Portugal en 1479 para repartirse territorialmente el Atlántico aún por navegar, especificaba claramente que San Borondón ("aún por conquistar") pertenecía al archipiélago canario, y, por tanto, a España. Sera la "Atlantida" o es la "octava isla del paraiso canario"

Misterios en la Peninsula Iberica (El Barranco de Badajoz, "más de cien años de misterio" [I])

El Barranco de Badajoz o Chamoco, es un barranco o cañón situado en la Isla de Tenerife, enmarcado dentro del término municipal de Güímar en el sureste de la isla.
El vestigio prehistórico más significativo que se encuentra en esta zona, demostrando así la actividad aborigen del lugar, es la Cueva del Cañizo; la cual está a 100 m de altura, aproximadamente, a la mitad del camino y en la pared izquierda del barranco que debe su nombre a las doce varas de madera de sabina, que se hallan colocadas en el techo de la misma; las que se pueden ver desde el cauce del barranco.



Son muchas las leyendas y las anécdotas sobre experiencias que han tenido muchos de los que han visitado y permanecido, principalmente de noche, en el Barranco de Badajoz. Muchas personas aseguran haber tenido apariciones de seres "angélicos" y de haber experimentado diversos fénomenos paranormales. Además varias "Momias Guanches" han sido encontradas en la zona, de modo que el lugar es importante en yacimientos arqueológicos.


Son muchas las historias sobre este paraje, las que circulan; desde encuentros con seres blancos, luces en la montaña, desapariciones extrañas... un sin fin de relatos, de los cuales algunos quedan constatados en los archivos de la guardía civíl del lugar. Dos de estas historias llaman poderosamente mi atención, la primera ocurrida en el año 1891 y protagonizada por una niña a quien su madre, como algo cotidiano manda a buscar peras al barranco, la niña se adentró en el lugar desapareciendo por varias décadas, a pesar de los rastreos realizados por los vecinos de la zona nunca fue encontrada. Hasta que un día apareció de nuevo en su casa, con la misma ropa y años que tenía al desaparecer. La niña contó que obedeciendo a su padres fue a recoger frutas al barranco, quedándose la pequeña dormida vencida por el cansancio, cuando un ser alto y blanco, asi fue descritro, la despertó invitándola a que lo acompañara, la pequeña no sintió ningun miedo y accedió a la petición. La llevo a una cueva que poseía una escaleras que llevaban a un jardín donde habían más seres como él, después de acompañarla otra vez a la salida, se despidió de la pequeña pero lo que para ella habia sido unas horas en el pueblo habian transcurrido años. Para ella solo habían sido unas horas, en realidad fueron 20 años...