martes, 8 de marzo de 2016

Leyendas en Catalunya (Carme Claramunt)

Carme Claramunt fue la primera mujer fusilada en Barcelona en el campo de la Bota el 18 de abril de 1939. Vivía en Badalona, tenía 28 años y estaba soltera. El informe que presentaron los falangistas al tribunal militar que la condenó a muerte por el delito de auxilio a la rebelión, la define como" individua peligrosísima. Gran propagandista de las ideas rojo-separatistas. Militante de la "Esquerra" y de "Estat Català". Autora de infinidad de denuncias a personas de derecha. En su casa se celebraban reuniones de hombres y de mujeres. También poseía armas. Persona peligrosísima y nefasta para el Movimiento Nacional
La familia de Teresa Rius, compañera de Carme en la prisión de Les Corts, conservó durante décadas la última carta que escribió Carme antes de ser fusilada, dirigida a su tía Angelina Picas, presa también como ella y finalmente indultada.
"Habiendo decretado el juez la pena de muerte y me ha dicho que así lo había decretado el Generalísimo, esta mañana a las cinco me van a fusilar. Tú sabes que matan a una inocente (…). Yo solo quiero pedir para los otros compañeros justicia, ya que yo no he podido disfrutar de ella".





fuente: htpp://presodelescorts.org

Sorprende que los malnacidos franquistas llamen rebeldes a los que defendieron la legitimimidad de la II Republica, elegida por el pueblo, los malnacidos rebeldos fueron los golpistas del ejercito, mal llamado nacional y al frente del cual estaba el peor asesino en la historia de España.

Leyendas en Catalunya (Galcerán de Besora)

Galcerán de Besora i de Cartellà, presidente de la Generalidad de Cataluña en el periodo 1377-1378, nombrado por las Corts de Barcelona (1377).
Era limosnero del monasterio de Ripoll cuando fue nombrado diputado. Más tarde llegaría al cargo de abad que ostentaría hasta su fallecimiento en 1383. Siendo abad, hizo construir una galería porticada del monasterio y la capilla de Sant Macari.
Galcerán de Besora fue nombrado para cerrar la crisis creada con la dimisión de Guillem de Guimerà i d'Abella en las Corts de Barcelona (1377). Con todo, el suyo fue un mandato corto, ya que la comisión reorganizadora creada para redirigir la institución, terminó recomendando la destitución de los diputados recién nombrados un año antes. Ramon Gener, que formaba parte de dicha comisión, fue su sustituto.
Los miembros de la efímera diputación, se ocuparon de asuntos de defensa marítima contra el duque de Anjou que amenazaba las costas valencianas.

Presidents de la Generalitat (Guillem de Guimerà)

Guillem de Guimerà i d'Abella, nació en Ciutadilla (Lleida) ¿? - muere en Barberà de la Conca (Tarragona) en 1396. President de la Generalitat de Catalunya en el periodo 1376-1377, nombrado por las Corts de Monzón de 1376.
Hijo de nobles, ingresó joven en la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén donde hizo una carrera fulgurante. Se manifestó como un magnífico gestor al frente de la alcaldía de Amposta y del gobierno de la Comanda de Villel (Teruel), ambas tareas encomendadas por Sancho de Aragón. Se enfrentó con el rey Pere IV "el Ceremonios" quien terminó por encarcelarlo, aunque finalmente se reconciliaron hasta el punto que Guillem de Guimerà colaboró con el monarca en la campaña contra Jaume III de Mallorca en el Rosellón. Sus capacidades militares, de gestión y la buena sintonía con el rey, le hicieron ser miembro permanente de las Corts en representación del "braç eclesiástic".
El punto más alto de la carrera política se le dio en las Corts de Monzón de 1376, donde Guimerà fue nombrado President de la Diputacio. A pesar de su buena capacidad militar y de gestión, en este período se le reprochó una gestión económica poco clara en favor de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalem. A pesar de esto, su importancia le hizo formar parte de la embajada que visitó el papa Gregorio XI.
Debido a las acusaciones que recibió, presentó su dimisión en las Corts de Barcelona (1377) y se concentró en la administración del regimiento del gran priorato de Catalunya. Al morir en 1396, se generó una disputa que duraría veinte años sobre el reparto de su fortuna entre sus familiares, acreedores y la Orden de Malta.

Presidents de la Generalitat (Joan I d'Empuries)

Joan I d'Empuries, apodado el "Vell", nacio y murio en Castellvi de Rosanes (Barcelona) 1338 - 1398. Segundo conde d'Empúries y 5º President de la Generalitat de Catalunya. Joan era hijo de Ramón Berenguer I d'Empúries y Blanca de Tarento. Recibió el "comtat d'Empúries" en 1364, año de su matrimonio con su primera mujer Blanca de Sicilia, con lo que su padre se retiró de la vida pública. Finalizó las obras de la catedral de Castelló d'Empúries e intentó sin éxito restaurar el antiguo obispado de Empúrias.
En 1364 luchó al lado del rey de Aragón Pedro IV contra Castilla en Valencia y Aragón. Por su gran amistad con el infante Juan se opuso al matrimonio del rey con Sibila de Fortiá y se rebeló contra su autoridad.
En 1380 luchó contra Bernat Alemany, señor de Foixá. El rey Pere IV, su suegro, impuso una tregua en 1381, pero estalló una guerra civil interna entre partidarios del rey y del conde. Las tropas reales aprovecharon el momento y entraron en el condado. La condesa Juana intentó poner paz entre su marido y su padre, pero fue humillada por parte del último, y murió al cabo de pocos días (en 1384). El conde entonces pidió ayuda a los gascones para continuar la guerra, pero fue derrotado y perdió el condado que se incorporó a la Corona en 1386.
A la muerte del rey Pere IV, el nuevo rey Juan I, gran amigo suyo, le devolvió el condado como administrador de su hijo. En las luchas contra el condado de Armagnac resultó ser sospechoso de complicidad con el conde de Foix y le encarcelaron en Castellví de Rosanes, donde murió en 1398.
Joan I de Empúries fue nombrado diputado por el "braç militar" en las Corts de Lleida de 1375, al mismo tiempo que Romeu Sescomes lo fue por el "braç eclesiástic" y, por tanto, President de la Generalitat de Catalunya. El 10 de abril de 1376 Romeu Sescomes dejó el cargo y le sustituyó circunstancialmente por Ramon Gener, pero Joan I d'Empúries ejerció su preminencia entre los diputados, como miembro de la familia real, y ocupó el máximo cargo de la Generalitat, aunque solo fue durante unos meses, hasta las Corts de Monzón de 1376

Asesinos en Serie (Jesse Harding Pomeroy [VI])

Tras la detención de Pomeroy y la consecuente lapidación pública de su familia, la señora Ruthann vio caer al suelo su tienda de ropa y sin embargo insistía en la inocencia de su joven hijo. Ya nadie se acercaba a su comercio a no ser para ver dónde trabajaba el sádico bribón. Mientras ella caía en desgracia económica, sus rivales de enfrente ampliaban sus negocios de modo que le ofrecieron comprar sus locales. Cuando los trabajadores fueron a hacer las remodelaciones y adecuaciones, encontraron en el sótano el cadáver putrefacto de Katie Curran. No hubo una sola duda acerca de la culpabilidad de Pomeroy en la muerte de la chiquilla. Pero sí resultó entretenido saber si la familia estaba enterada al respecto. Cuando le informaron a Jesse sobre el nuevo muertito que le cargarían encima, él negó toda relación con el suceso; pero, confrontado con el hecho de que su madre y hermano serían cargados por un crimen que no cometieron, Pomeroy  terminó por doblarse y confesar. Paso a paso el sádico bribón recordó los acontecimientos de esa mañana en que la niña Curran fue a comprar una libreta de apuntes a su tienda y él la había conducido abajo para poderla asesinar. No sabía por qué lo había hecho, solo quería observar la reacción de la niña. La pena impuesta a los asesinos de este tipo en el Estado de Massachusetts era la horca.
La defensa de Pomeroy se concentró en el crucial debate acerca de la locura de su cliente o que simplemente estuviera mentalmente enfermo. Pero quedó definitivamente establecido que su defendido conocía y admitía que sus actos estaban mal, por lo que la batalla legal fue perdida sin remedio. Jesse Pomeroy fue sentenciado a la horca, sin embargo no hubo gobernador alguno que se atreviera a firmar la sentencia. Ya fuera por convicción personal o por cálculo político, en tiempos electorales la decisión respecto al sádico bribón tomó mucho tiempo y continuos aplazamientos. Y es que era muy difícil para la autoridad ejecutar a un chico de 14 años ¡Jamás se había dado la necesidad de ejecutar a un hombre tan joven en la historia penal de la nación! Todos se iban pasando la patata caliente de mano en mano. Finalmente el gobernador Alexander Rice tomó una decisión tras escuchar el veredicto de un panel de asesores, quienes recomendaban la ejecución como solución final a este molesto asunto público. Rice entonces aceptó que el castigo debía ser ejemplar pero no debía ser la pena capital y, sin publicitar su decisión, impuso la cadena perpetua para Pomeroy, mas no solo eso, sino que ésta debía ser cumplida en solitario, en auténtico aislamiento. Era algo así como enterrar vivo al sádico bribón.
Durante su encarcelamiento, la única persona en visitar a Jesse Pomeroy fue su madre, mes tras mes, hasta que ella murió y nadie más fue a visitarlo de nuevo. Comía solo y se ejercitaba en un patio sin que lo acompañara nadie. Le era permitido bañarse unas cuantas veces y le era abastecida su celda con abundante material de lectura. Pronto su mundo fue un cuarto de acero y concreto, condición en el cual permaneció por 40 años. Durante este tiempo estudió varias lenguas pero jamás tuvo la oportunidad de practicar ninguna realmente. Mucho tiempo trató de planear un escape. Inclusive escarbó la pared hasta llegar a la tubería del gas, tratando de volar la puerta de su celda. Hay quienes aseguran que no trataba de huir, sino de terminar con su propia vida. En 1917 su castigo fue disminuido y se le permitió integrarse a la población general de la prisión. A veces resurgía su nombre en periódicos y de vez en cuando algún reportero preguntaba sobre su actual condición. Cuando fue puesto con los demás, disfrutaba como nadie saberse aún celebre por las atrocidades cometidas hacia cuatro décadas…
Después pasó el tiempo y los nuevos internos nada sabían acerca del viejo Pomeroy. En 1929 fue removido de Charlestown para ser llevado a un hospicio de la Policía donde pasó los dos últimos años de su vida plagado de enfermedades y en franca agonía. Su deseo final fue ser cremado y que sus cenizas fueran esparcidas a los cuatro vientos. Jamás mostró remordimiento alguno por sus víctimas, justificando así, luego de décadas, la justicia del severo castigo que se le impuso.

fuente: http://www.asesinatoserial.net

Asesinos en Serie (Jesse Harding Pomeroy [V])

Trágicamente el siguiente niño en caer en las garras de Pomeroy no tuvo la misma buena suerte que Harry Field. El niño Horace Millen se encontró con el sádico bribón en la calle y fácilmente cayó envuelto en las tretas que siempre aplicaba para llevar lejos a sus víctimas. Antes de eso, entraron a una pastelería por un bocadito que felizmente iban comiendo ambos durante el camino a las partes pantanosas y solitarias del sur de Boston. Esta vez numerosos testigos vieron a la inusual pareja de “hermanos” caminar por las calles y fuera de la ciudad. Una señora testificó acerca de lo extraño que lucía el chico mayor, quien irradiaba una rara felicidad y excitación mientras caminaba de la mano del niño pequeño, quien a su vez provocó extrañeza por las buenas ropas que portaba.

De acuerdo a Pomeroy, cuando llevaba a Millen de la mano hacia un lugar apartado casi no podía controlar sus impulsos y supo desde el primer momento que quería asesinar al niño de 4 años. Esta vez quería estar seguro de que nadie lo interrumpiera y por eso caminaron largo rato hasta llegar a un paraje arenoso en donde se sentaron a descansar. Horace Millen aún no se daba cuenta de que la promesa de ir a ver un barco de vapor no era más que una excusa del sádico bribón para asesinarlo. Con su cuchillo de bolsillo Pomeroy descargó un furioso ataque en la garganta del inocente chico. A pesar del sangriento ataque, Millen no había muerto y peleaba por su vida. De acuerdo al reporte del forense había numerosas heridas de las llamadas “defensivas” en brazos y manos. Pero un niño de 4 años gravemente herido no era remotamente rival de un joven psicópata. Se contaron hasta 18 heridas en el tórax y lo más impactante fue ver como las uñas de las manos estaban firmemente incrustadas en las palmas como evidencia de la agonía y atroz muerte experimentada por el niño Horace Millen. Cuando su cadáver fue lavado, apareció su ojo apuñalado también, así como heridas profundas en el escroto, lo cual indicaba el intento de castrar al niño.
Unos niños que jugaban en la playa descubrieron el cuerpo e inmediatamente avisaron a unos señores que cazaban patos en las cercanías. Para ese entonces la familia de Horace ya lo buscaba por todos lados y el padre de familia ya había reportado la desaparición a la Policía. Para la noche a las 9, la familia era informada de la muerte de su hijo. Inmediatamente vino a la mente de las autoridades el sospechoso número uno, aquel chico despiadado que gustaba de torturar niños pero no podía ser posible que fuera él, dado que purgaba condena en un reformatorio juvenil. Tardó poco en que se confirmara la aterradora realidad de que aquel sádico bribón había sido puesto en libertad condicional no hacía mucho tiempo. Se despachó una patrulla a su casa y, a pesar de las airadas protestas de Ruthann Pomeroy, el chico fue conducido a la Policía.
 Mostrando la mayor de las tranquilidades, Pomeroy resistió el primer interrogatorio negando conocer acerca del crimen que se le imputaba. Sin embargo no pudo ofrecer una buena coartada, pues no tenía una explicación convincente sobre su paradero desde las 11 de la mañana hasta las 3 de la tarde. Luego con su habitual frialdad fue dejado durmiendo en la celda de la comisaría. Mientras tanto los oficiales tomaron su calzado, que tenía adheridos pastos del pantano y lodillo. Con los zapatos de Horace Millen y los de Pomeroy reconstruyeron los pasos de los chicos, ubicando a ambos en la escena del crimen. Mediante yeso compararon las huellas más grandes, coincidiendo éstas a la perfección con las suelas del sádico bribón. Aquel procedimiento era normalmente aceptado en los procesos judiciales de la época. Temprano al día siguiente, despertaron a Jesse y lo confrontaron con el hecho de que ahora lo podían ubicar sin lugar a dudas en la escena del crimen, y le sugirieron ir a ver el cuerpo de Millen a la morgue. Obviamente el chico se negó rotundamente diciendo que él nada tenía que ver con el asunto. Sin embargo una vez puesto de frente al mutilado cadáver, Pomeroy no pudo resistir la presión y terminó por admitir su culpa. Entre sozollos admitió: “Lo siento, yo lo hice… ¡por favor no le digan a mi mamá!…” Los detectives le preguntaron si sabía qué le iba a ocurrir a continuación, a lo que respondió que no sabía pero que por favor lo pusieran en un lugar donde no pudiera hacerle daño a nadie. La acusación y la convicción del crimen ocurrieron de manera expedita. Sin mayores trámites, tanto la Policía como los medios de comunicación habían encontrado al culpable, a quienes no bajaban de ser un monstruo de la sociedad y es que, visto en retrospectiva, en realidad lo era. El Comité de Libertad Condicional Juvenil fue severamente cuestionado por haber liberado al sádico bribón.


Asesinos en Serie (Jesse Harding Pomeroy [IV])

Los Pomeroy prometieron esmerarse en la vigilancia de su hijo, a quien habían dejado vagar más de la cuenta. La señora tenía una tienda de ropa y su hijo mayor un puesto de periódico, negocios en los cuales emplearían al joven Jesse para que no perdiera el tiempo. A pesar de los horribles crímenes de que se había acusado a Pomeroy, la Policía consideraba que no se debía ser muy duro y por mucho tiempo contra el chico, y que se le debía dar una oportunidad de redimirse. A ninguna autoridad se le ocurrió informar a nadie en la comunidad dónde vivía Pomeroy o que éste había sido liberado. La gente vivía bajo la creencia de que “el sádico bribón del ojo blanco” estaría bien guardado por varios años.
No pasaron ni dos meses en libertad. Pomeroy atacó cuando la oportunidad se presentó a la puerta de la tienda de su mamá. El 18 de Marzo de 1874, muy temprano Jesse efectuaba la limpieza y platicaba con un empleado de apellido Kohr, de la misma edad que Pomeroy, cuando llegó la niña Katie Curran a preguntar por un cuaderno de notas. La chica explicó que tenía un nuevo profesor y deseaba un cuaderno nuevo. Para su desgracia la primera tienda que había visitado no tenía ya la mercancía solicitada. Inmediatamente Pomeroy urdió una treta para tener a la jovencita. Dijo que quedaba un cuaderno pero manchado de tinta y que había que buscarlo dentro de la tienda, entonces mandó al ayudante Kohr con el carnicero a conseguir comida para las mascotas, dejando libre el camino para sus obscuros deseos. La inocente chica siguió a Pomeroy a unas escaleras que daban a un especie de sótano en el edificio, confiada en la explicación de que abajo también tenían una tienda. Solo al final pudo darse cuenta que había sido engañada, pero era demasiado tarde. Fue sometida velozmente por Pomeroy, quien con su navaja de bolsillo la degolló brutalmente. Cuando el cuerpo fue descubierto, su avanzado estado de descomposición hizo muy difícil conocer el grado de daños que había recibido. Después de asesinar a la pequeña Katie, Pomeroy se lavó la sangre y regresó al puesto a seguir trabajando como si nada hubiera ocurrido. El cadáver permaneció donde lo había dejado sin que nadie notara nada extraño hasta que la Policía fue a rescatarlo.
La madre de Katie Curran comenzó a buscarla a la hora que la niña había salido de su casa. Su búsqueda resultó infructuosa y con escasa cooperación de la Policía, quienes en todo momento evitaron incriminar a Jesse Pomeroy en la desaparición de Katie, a pesar de la declaración del ayudante Kohr y del turbio pasado reciente del sádico bribón. Luego apareció un testigo que aseguró haber visto cómo Katie Curran había sido introducida a un vagón de tren, entonces la Policía determinó que se trataba de un secuestro y el caso quedó congelado.
La sed de sangre de Pomeroy estaba lejos de terminarse tras el crimen contra Katie Curran, poco después seguía en lo mismo, en busca de algún ingenuo chico a quien engañar con la promesa de dinero, dulces o lo que fuera para llevarlo a un sitio apartado donde asaltarlo. Y tal iba a ser el destino del chico Harry Field, a quien le prometió unos centavos por llevarlo a una calle que dijo no saber cómo llegar a ella. Una vez que dieron con el lugar, Pomeroy se tornó violento y amenazó al chico con matarlo si gritaba. Para la enorme fortuna de Harry, ocurrió que, cuando iban por la calle, un rapazuelo vecino de Pomeroy apareció en el camino y comenzaron a gritarse de un lado de la calle a otro, ese momento fue aprovechado por Harry para huir corriendo y no parar hasta llegar a su casa.

 

Asesinos en Serie (Jesse Harding Pomeroy [III])

El siguiente desventurado fue el niño de 6 años Harry Austin, con quien Pomeroy evidenció que su depravación aumentaba en espiral, ya que, aparte de la usual paliza, esta vez empleó su navaja de bolsillo para apuñalarlo en brazos y hombros. Se disponía a rebanarle el pene cuando fue interrumpido por la cercanía de unas personas. Pocos días después atacó al niño Joseph Kennedy, a quien a la vez que aporreaba lo obligaba a recitar oraciones religiosas plagadas de obscenidades. A Kennedy le provocó una fuerte cortada en la cara con su cuchillo y luego lo llevó a la orilla del mar para echarle agua salada en las heridas. El chiquillo de 5 años, Robert Gould, fue el siguiente en caer engañado por Pomeroy, quien le había prometido llevarlo a ver soldados, para luego someterlo cerca de una estación de trenes. Cuando amenazaba al chico con la punta de su navaja en el cuello, Pomeroy se dio cuenta de que era observado por unos ferrocarrileros y tuvo que huir. Para fortuna de la Policía, Gould aportó pistas más concretas, como que su atacante era un joven adolescente de cabellos castaños y un ojo totalmente blanco.
A fines de 1872 la Policía efectuaba visitas a las escuelas del sistema público de Boston con la esperanza de encontrar al sádico bribón de quien creían pronto se convertiría en un temible homicida. Un día de Septiembre visitaron la escuela de Pomeroy, pero el joven Kennedy no podía identificar entre los alumnos a su atacante. Ese mismo día que la Policía había visitado su salón, Pomeroy al regresar a su casa decidió darse una vuelta por la estación policial, y al pasar tan cerca, fue súbitamente identificado por Kennedy, quien continuaba con sus declaraciones. No está muy claro el por qué de esta conducta pero es muy posible que Pomeroy haya estado involucrado en una suerte de juego de gato y ratón con la Policía. Eso ha ocurrido muchas veces con psicópatas de ese estilo. Cuando Pomeroy pasaba, Kennedy lo alcanzó a ver en la estación y logró hacer que la Policía persiguiera al sádico bribón que inmediatamente fue puesto bajo arresto. A pesar del intenso y severo interrogatorio, Pomeroy se mantuvo tranquilo clamando su inocencia en todo momento. Lo despertaron a media noche en la celda donde había sido confinado y con la amenaza de ser encarcelado por 100 años, finalmente Jesse Pomeroy se dio por vencido. Al día siguiente fue llevado para que todas sus víctimas lo identificaran, lo cual parece que ocurrió sin mayor problema. Entonces lo que faltaba era que un magistrado le dictara sentencia. Como se esperaba, su madre testificó a favor de Pomeroy, porque no podía ser de otro modo. Cuando le preguntaron por qué lo había hecho, solo atino a decir "no pude evitarlo..." a la vez que agachaba su cabeza en señal de vergüenza. La sentencia fue el ingreso a un reformatorio juvenil hasta que cumpliera 18 años, es decir la mayoría de edad. Madre e hijo psicópata abandonaron en lágrimas la corte, según las crónicas de la época.
El reformatorio juvenil Westborough se convirtió en el siguiente hogar de Jesse Pomeroy. Aquel lugar albergaba a jóvenes infractores y a muchachos malcriados o difíciles de tratar a quienes sus padres enviaban ahí para quitarse un gran peso de encima. Instituciones de este tipo difícilmente reformaban a alguien en esa época. Simplemente el hecho de encerrar bribones peligrosos provocaba en ellos la aparición de una mentalidad salvaje y oportunista en que los más fuertes sometían al resto.
En un lugar así podría florecer un chico listo y sádico como Pomeroy, quien desde un principio entendió que, si deseaba salir antes de cumplir los 18 años, debía demostrar una conducta intachable. Según se cuenta, vivió la mayor parte del tiempo en soledad pues los chicos mayores lo molestaban y los menores le trataban de hacer saltar, conscientes del porqué estaba ahí recluido. La dura rutina de Westborough consistía en trabajos forzados y clases obligatorias diarias. Como un interno modelo, Pomeroy evadió eficientemente los castigos y las reprimendas, y siempre estaba al tanto de todo detalle e incidentes cuando alguien era castigado. Tras quince meses de encierro, el Comité de Libertad Condicional aprobó su salida. Mientras Jesse purgaba condena, su madre hacía campaña por la liberación y exoneración de su hijo enviando cartas a las autoridades y a quien estuviera dispuesto a escuchar su punto de vista, sin embargo fue la buena conducta de Pomeroy lo que movió a los magistrados juveniles a liberarlo.



Asesinos en Serie (Jesse Harding Pomeroy [II])

El siguiente fue Tracy Hayden de 7 años, quien en Febrero de 1872 fue engañado por Pomeroy para llevarlo a un lugar apartado con la promesa de ir a ver a los soldados. Una vez apartados de cualquier distracción, procedió a amarrarlo y a torturarlo con la misma furia que había aplicado al pequeño Paine. Del ataque Hayden salió con los ojos morados, los dientes frontales partidos, la nariz rota y el torso cubierto de heridas y verdugones. Tras este episodio la Policía solo pudo enterarse de que el atacante era un muchachito de cabello castaño, escasa información como para que las autoridades pudieran hacer algo al respecto.
Luego, a mediados de Abril de 1872, Pomeroy prometió llevar al circo al jovencito de 8 años Robert Maier. Después de caminar hasta sus apartados dominios lo sometió como acostumbraba con sus víctimas. Lo desnudó casi por completo y mientras lo golpeaba con una vara lo obligaba a maldecir.
Maier reportó que, mientras Pomeroy lo vapuleaba, se masturbaba disfrutando del sufrimiento que le provocaba. Al terminar lo soltó y le juró que lo mataría si lo delataba con alguien. Después huyó del lugar. La Policía comenzó a actuar interrogando numerosos adolescentes de cabello castaño. Los medios comenzaron a mostrarse nerviosos y los padres advertían fervientemente a sus hijos de no juntarse ni hablar con extraños en la calle. Por alguna razón la descripción del sádico bribón derivó en la de un adolescente de barba y pelirrojo. Mientras tanto el lampiño y castaño Jesse Pomeroy escapaba con comodidad de la búsqueda policial.
El siguiente golpe, a mediados de Julio, fue contra un niño desconocido de 7 años a quien le fue propinado el mismo tratamiento que a los demás, es decir una feroz paliza hasta que Pomeroy alcanzara el orgasmo. Esta vez la Policía ofreció una recompensa de $500 dólares a quien ayudara en la captura del "sádico bribón", como era llamado el adolescente que atormentaba los niños de Boston.
Poco tiempo después Ruth Pomeroy decidió que su familia se mudara al sur de Boston. Se especula que la señora sospechaba acerca de la posible responsabilidad de su hijo en los recientes ataques a infantes. Aunque es posible que se hayan movido por cualquier motivo. Sin embargo, cuando los ataques también se escenificaron de Chelsea a su nuevo rumbo, seguramente algo debió haber pensado, pero no se sabe realmente. La madre de Jesse siempre permaneció fiel a su hijo, y negaría las imputaciones formuladas contra aquel.
George Pratt andaba en las calles cuando fue abordado por Pomeroy y con al promesa de recompensarlo con un dinero por traer un mandado lo condujo a un lugar solitario donde comenzó su inhumano ataque. Después de atarlo y desnudarlo lo aporreó sin misericordia con un cinturón.
Esta vez elevó el nivel de sus atrocidades, mordiéndole un cachete y arañándolo profundamente en la piel. Varias veces le enterró una larga aguja en diversas partes del cuerpo. Intentó inclusive clavársela en un ojo, pero Pratt logró colocarse en posición fetal antes que Pomeroy lograra su objetivo. Por fortuna, el sádico bribón había saciado su sed de violencia y huyó del lugar no sin antes morderle un glúteo al desafortunado niño. Una vez visto el caso por las autoridades concluyeron que no podía ser obra más que de un sujeto demente, entonces temieron lo peor, que continuara la racha de ataques.




Asesinos en Serie (Jesse Harding Pomeroy [I])

Jesse Harding Pomeroy, nacido el 29 de Noviembre de 1859 en el pueblo de Charleston (Massachusetts [USA]) - fallece el el 29 de septiembre de 1932 . Fue el segundo hijo de Thomas y Ruthann Pomeroy, personas que vivían en la medianía económica de ese entonces. Se dice que el padre de familia era un sujeto abusivo y alcohólico, no muy diferente de la gran mayoría de hombres de su condición. Por cualquier motivo que lo enfureciera, llevaba a sus hijos a una cabaña donde los desnudaba y aporreaba hasta aplacarse. De estas palizas Jesse no asimiló la idea de la buena conducta, sino una forma pervertida del placer y la diversión.
De acuerdo a los relatos de la época, la apariencia de Pomeroy inspiraba miedo. El mismo estaba conciente de que era un sujeto diferente. Su cuerpo era muy grande para su edad, así como su cabeza, orejas y rasgos faciales poco favorecedores. Su ojo derecho carecía de iris y pupila, confiriéndole un aspecto aterrador. Ni su propio padre podía mirarlo sin experimentar un escalofrío.
Como siempre ocurre, en consecuencia o a causa de ser diferente, Pomeroy era un sujeto retraído y solitario. Nadie lo recordaba sonriendo pero sí lo recordaban por los extraños ataques nerviosos que de vez en cuando lo atacaban. Por lo tanto, durante su tierna niñez seguramente fue pasto de los niños abusadores del barrio.
En casa de la familia Pomeroy no podía haber mascotas. De forma inesperada, aparecían muertas. Una vez, los canarios de la señora Pomeroy aparecieron con las cabezas arrancadas y, después de que descubriera a Jesse torturando al gato de los vecinos, se decidió que no entrarían más animales al domicilio. Esta conducta violenta contra los animales forma parte de la clásica triada fatídica observada en la mayoría de los asesinos seriales del mundo. Los animales proporcionan la experimentación para el sadismo y la violencia que en un futuro el psicópata ha de aplicar a sus semejantes.


Jesse Pomeroy – El Niño Psicópata

admin 2 marzo, 2011 27

Su ojo derecho carecía de iris y pupila, confiriéndole un aspecto aterrador. Ni su propio padre podía mirarlo sin experimentar un escalofrío. Su naturaleza interior, igual de escalofriante, le llevó a ser condenado a cadena perpetua con apenas 15 años.

El Niño Psicópata

El padre de Pomeroy era abusivo y alcohólico. Por cualquier motivo que lo enfureciera, llevaba a sus hijos a una cabaña donde los desnudaba y aporreaba hasta aplacarse. De estas palizas Jesse (arriba) no asimiló la idea de la buena conducta, sino una forma pervertida del placer y la diversión, forma que empezaría a practicar con animalitos como los canarios de su madre a los cuales decapitó.
Uno de los primeros casos conocidos acerca de niños asesinos es el del norteamericano Jesse Harding Pomeroy, nacido el 29 de Noviembre de 1859 en el pueblo de Charleston, Massachusetts. Fue el segundo hijo de Thomas y Ruthann Pomeroy, personas que vivían en la medianía económica de ese entonces. Se dice que el padre de familia era un sujeto abusivo y alcohólico, no muy diferente de la gran mayoría de hombres de su condición. Por cualquier motivo que lo enfureciera, llevaba a sus hijos a una cabaña donde los desnudaba y aporreaba hasta aplacarse. De estas palizas Jesse no asimiló la idea de la buena conducta, sino una forma pervertida del placer y la diversión.
De acuerdo a los relatos de la época, la apariencia de Pomeroy inspiraba miedo. El mismo estaba conciente de que era un sujeto diferente. Su cuerpo era muy grande para su edad, así como su cabeza, orejas y rasgos faciales poco favorecedores. Su ojo derecho carecía de iris y pupila, confiriéndole un aspecto aterrador. Ni su propio padre podía mirarlo sin experimentar un escalofrío.
Como siempre ocurre, en consecuencia o a causa de ser diferente, Pomeroy era un sujeto retraído y solitario. Nadie lo recordaba sonriendo pero sí lo recordaban por los extraños ataques nerviosos que de vez en cuando lo atacaban. Por lo tanto, durante su tierna niñez seguramente fue pasto de los niños abusadores del barrio.
En casa de la familia Pomeroy no podía haber mascotas. De forma inesperada, aparecían muertas. Una vez, los canarios de la señora Pomeroy aparecieron con las cabezas arrancadas y, después de que descubriera a Jesse torturando al gato de los vecinos, se decidió que no entrarían más animales al domicilio. Esta conducta violenta contra los animales forma parte de la clásica triada fatídica observada en la mayoría de los asesinos seriales del mundo. Los animales proporcionan la experimentación para el sadismo y la violencia que en un futuro el psicópata ha de aplicar a sus semejantes.
En una suerte de lenta pero trágica evolución, Pomeroy decidió descargar sus locuras contra nuevas presas, eligiéndolas de acuerdo a su edad: niños más pequeños que él. El primero fue el niño William Paine, que fue hallado un día de diciembre de 1871 por dos hombres que caminaban por una calle solitaria. Habían escuchado un lloro quedo y apagado y, al acercarse a una pequeña cabaña, pudieron escucharlo con mayor claridad, y al entrar quedaron sorprendidos al ver al pequeño niño de 4 años colgando de las manos, que estaban atadas con una cuerda suspendida del techo del lugar. Apenas consciente lloraba Paine, cubierta su espalda de laceraciones y fuertes moretones. No pudo denunciar a su atacante.