viernes, 26 de febrero de 2016

Leyendas en Catalunya ("Bandera Negra")

Bandera Negra (Santa Hermandad Catalana) fue la sub-organización armada secreta del partido político Estat Català, fundada el 3 de mayo de 1925.
Su nombre hacía referencia a la bandera negra que durante la Campaña de Cataluña (1713-1714) alzaron los defensores de Barcelona el 1 de agosto de 1714 señalando a las tropas borbónicas que lucharían hasta la muerte y jamás capitularían, aunque el 12 de septiembre capitularían dando por terminada así la causa del Archiduque de Austria.
La organización tenía aproximadamente unos doce miembros dirigentes y algunos simpatizantes, el jefe más reseñable de la organización era Marcelino Perelló, junto con Jaume Compte (también militante del Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Indústria). Se pueden citar como miembros destacados: Miquel Badia, Daniel Cardona (jefe en el exterior), Ramón Xammar, Emili Granier Barrera, Jaume Julià, Joan Bertran y Jaime Balius. Tenía comités también en Béziers y en Buenos Aires.
Bandera Negra llevó a cabo el atentado contra el rey Alfonso XIII en las costas del Garraf (complot de Garraf) y alguna otra acción armada con resonancia, como fue el atentado con bomba contra la casa del barón de Maldá. La persecución que la organización sufrió a consecuencia a éstas actividades influirá de modo decisivo en la radicalización que se lleva a cabo en el movimiento nacionalista catalán.


Leyendas en Catalunya (El "Complot del Garraf" [II])

Este nuevo intento resultó de nuevo un fracaso. Para la acción fue designado Jaume Julià, el cual no compareció a la hora prevista. Después se supo que el padre de Julià descubrió el asunto y le impidió participar (Julià tenía veinte años). En estas condiciones fue designado un sustituto, que según algunas fuentes fue Miquel Ferrer, del Grup dels Set, y según otros Jaume Miravitlles (escamot de Estat Català). En cualquier caso, el comando, armado con pistolas, que transportaba la bomba camuflada dentro un ramo de flores, no consiguió realizar la operación debido a la fuerte vigilancia policial.
Tras este nuevo fracaso, aún cabía la posibilidad de retomar el plan inicial y hacer estallar la bomba cuando el rey saliera de Barcelona y pasara de nuevo por el túnel de Garraf. Cuatro miembros de La Bandera Negra y dos integrantes del Grup dels Set acudieron el 6 de junio a Garraf para reconocer el terreno. Sin embargo, la presencia de un infiltrado en la conspiración, Joan Terrés, sobrenombre de Josep Talavera, hizo que la policía les estuviera esperando en la estación. Resultaron detenidos Jaume Compte, Miquel Badia, Deogràcies Civit, Emili Granier, Jaume Balius, Marcel·lí Perelló, Ramon Fabregat, Antoni Argelaguet, Jaume Julià, Josep Garriga, Francesc Ferrer, Pere Manén, Narcís Compte, Antoni Guillamet, Jaume Balius, Ramon Xamar, Josep Papasseit, Vicenç Colominas, Anton Macià, Jaume Macià, Jaume Pons, Lluís Tort, Jaume Pallàs, Josep Marfany, Josep M. Planas, Josep Folch, Raimon Peypoch y Mateu Sust.
La policía acusó a Estat Català de estar detrás del complot, y la dictadura comenzó la represión contra el catalanismo, arrestando a numerosos miembros no sólo de Estat Català, sino también de Acció Catalana y Unió Catalanista.

En julio del 1925 fueran llevados a juicio Jaume Compte, Marcel·lí Perelló, Jaume Julià, Miquel Badia, Deogràcies Civit, Francesc Ferrer, Josep Garriga, Emili Granier, Ramon Fabregat y Antoni Arguelaguet. Estos tres últimos fueron puestos en libertad bajo fianza y huyeron. El procedimiento judicial quedó en manos de militares, que fueron acusados de no respetar el procedimiento legal, de torturar a los detenidos y de irregularidades y contradicciones en el sumario. Finalmente, Jaume Compte fue acusado de ser el jefe del grupo y condenado a la pena de muerte mediante garrote vil, al igual que junto con Perelló, Julià y Garriga. Sus penas les fueron conmutadas por la de cadena perpetua. Badia, Civit y Ferrer fueron condenados a 12 años de prisión. Todos los encarcelados fueron amnistiados al terminar la dictadura de Primo de Rivera, en 1930.

Leyendas en Catalunya (El "Complot del Garraf" [I])

El complot de Garraf fue un intento de regicidio del rey de España Alfonso XIII que fue ejecutado por independentistas catalanes en Barcelona en junio de 1925.
El 6 de mayo se anunció el viaje del rey Alfonso XIII a Catalunya. La organización clandestina La "Bandera Negra", dependiente de Estat Català decidió que el monarca, que había aprobado la quiebra del orden constitucional y la instauración de la dictadura del general Primo de Rivera, el cual había reprimido al catalanismo y prohibido el uso de los símbolos catalanes, debía ser asesinado. La visita estaba prevista para el 26 de dicho mes y "Bandera Negra" planeo inicialmente hacer explotar una bomba al paso del tren real. A la reunión en la que se tomó esta decisión asistieron Miquel Badia, Marcel·lí Perelló, Jaume Julià, Francesc Ferrer, Emili Granier-Barrera, Ramon Xammar, Santiago Balius y Josep Garriga. A pesar de que fueron miembros de Estat Català los que organizaron la conspiración, la idea partió inicialmente de un grupo de militantes radicales, el "Grup dels Set" ("Grupo de los Siete") de la organización clandestina de Acció Catalana, la Societat d'Estudis Militars, del que formaban parte Enric Fontbernat, Abelard Tona, Miquel Ferrer, Antoni Arguelaguet, Ramon Saguers y Ramon Fabregat.
El plan inicial consistía en poner una bomba en un túnel cercano a la capital catalana. El único próximo a Barcelona era el túnel entre Garraf y Sitges. El día 23 tuvo lugar el primer intento de colocar la bomba, en el que participaron los ya citados Perelló, Julià, Ferrer y Garriga, junto con Jaume Compte y Deogràcies Civit. Sin embargo, el intento fue fallido, puesto que al llegar al lugar elegido se encontraron con que carecían de las herramientas adecuadas para levantar el balasto de la vía y poder colocar el artefacto explosivo, por lo que escondieron la bomba entre la vegetación situada junto a la vía para volver al día siguiente. El 24 el plan volvió a fallar, esta vez porque los conspiradores perdieron el tren en Barcelona y no pudieron llegar a Garraf, lo que originó una modificación del plan. La bomba se colocaría ahora en uno de los respiraderos del túnel, pero el nuevo plan volvería a modificarse de nuevo. Cuando el 25 los conspiradores se dirigieron a Garraf para colocar el artefacto explosivo, la masiva presencia de la Guardia Civil les impidió llevar a cabo sus designios por lo que el 26 decidieron atentar contra el monarca en Barcelona, cuando pasase por "Les Rambles" camino de la función de gala en el Liceo, el día 29. Los conspiradores creían que en la confusión que siguiera al asesinato del rey, los militares llevarían a cabo múltiples actos de violencia represiva contra la población barcelonesa, lo que produciría un efecto de reacción popular que permitiría a los escamots de Estat Català apoderarse de los edificios más significativos y proclamar la República Catalana.


Asesinos en Serie (Anatoli Onoprienko [III])

Onoprienko, de 39 años, estatura media, aspecto de deportista, racional, educado, elocuente, dotado de una excelente memoria y desprovisto de piedad. Soltero, padre de un niño, reconoció haber tenido una infancia muy difícil: su madre había muerto cuando él tenía 4 años, y su padre y su hermano mayor lo habían abandonado en un orfanato. De adulto, para ganarse la vida, se había embarcado como marino y había sido bombero en la ciudad de Dneprorudnoye (dónde su ficha laboral le describe como un hombre “duro, pero justo”). Luego había emigrado al extranjero para trabajar de obrero durante ese tiempo, pero confesó que su fuente primaria de ingreso era criminal: los robos y asaltos.
El peritaje médico lo ha calificado como perfectamente cuerdo que puede y debe asumir las consecuencias de sus actos. El mismo se define como un "ladrón que mataba para robar": "Mataba para eliminar a todos los testigos de mis robos"
 Por este motivo puede ser condenado a la pena capital por crímenes premeditados con circunstancias agravantes. El presidente ucraniano, Leonid Kuchma, dijo que dará explicaciones al Consejo de Europa para violar en este caso la moratoria de ejecución de la pena de muerte que su país mantiene desde marzo de 1997. Gracias al convenio con el Consejo de Europa, 81 penas de muerte dictadas últimamente en Ucrania no se han ejecutado. La declaración del presidente Kuchma anuncia que se va a hacer una excepción con Onoprienko.
En un momento determinado de la investigación, el acusado afirmó que oía una serie de voces en su cabeza de unos "dioses extraterrestres" que lo habían escogido por considerarlo "de nivel superior" y le habían ordenado llevar a cabo los crímenes. También aseguró que poseía poderes hipnóticos y que podía comunicarse con los animales a través de la telepatía, además de poder detener el corazón con la mente a través de unos ejercicios de yoga.

fuente: http://www.asesinos-en-serie.com [texto: Margarita Bernal]


Asesinos en Serie (Anatoli Onoprienko [II])

Los policías empezaron a buscar a un personaje itinerante y elaboraron una lista en la que figuraba un hombre que viajaba frecuentemente por el sudoeste de Ucrania para visitar a su novia.
Con la policía tras su pista, Onoprienko puso tierra de por medio en 1989 y abandonó el país ilegalmente para recorrer Austria, Francia, Grecia y Alemania, en dónde estaría seis meses arrestado por robo y luego sería expulsado.
De regreso a Ucrania sumó a los nueve otros 43 asesinatos, y poco después, ante las pruebas encontradas por los agentes en los apartamentos de su novia y su hermano (una pistola robada y 122 objetos pertenecientes a las víctimas), hallaron una razón para arrestarlo. Cuando la policía le pidió los documentos en la puerta de su casa, Onoprienko no les quiso facilitar la tarea, e hizo un esfuerzo vano por conseguir un arma y defenderse. Cuando los policías por fin lo detuvieron, Onoprienko se sentó silenciosamente cruzando los brazos y les dijo sonriendo: “Yo hablaré con un general, pero no con ustedes”. Aun así, no le quedó más remedio que confesar sus crímenes y dejar que aquellos le arrestasen.
En su declaración al juez, aparecerían otros nueve cadáveres cosechados a partir de 1989 en compañía de un cómplice, Sergei Rogozin, (quien también comparecería en el juicio).
Anatoli Onoprienko siguió los pasos del legendario Andrei Chikatilo. Ambos mataron al mismo número de víctimas, pero son muy diferentes. Chikatilo, ejecutado en 1994, era un maniaco sexual. Sólo mataba mujeres y niños, cuyos cuerpos violaba y mutilaba. A veces se comía las vísceras. Nada de esto aparece en el expediente de Onoprienko, un ladrón que mataba para robar, con inusitada brutalidad y ligereza, pero sin las escenas del maniaco sexual. Onoprienko supera a Chikatilo por el corto periodo en que realizó su matanza: seis meses frente a doce años.
Cuando ejecutaba a sus víctimas, el asesino seguía un mismo ritual: elegía casas aisladas, mataba a los hombres con un arma de fuego y a las mujeres y a los niños con un cuchillo, un hacha o un martillo. No perdonaba a nadie, después de sus asesinatos cortaba los dedos de sus víctimas para sacarles los anillos, o a veces quemaba las casas. Incluso mató en su cuna a un bebé de tres meses, asfixiándolo con una almohada.

 

Asesinos en Serie (Anatoli Onoprienko [I])

Anatoli Onoprienko, nacio en  Zhytomyr (Ucrania), 25 de julio de 1959 - muere en Zhytomyr (Ucrania) 27 de agosto de 2013. Onoprienko tenía una estatura media, aspecto de deportista, racional, educado, elocuente, dotado de una excelente memoria y desprovisto de piedad. Soltero, padre de un niño, reconoció haber tenido una infancia muy difícil: su madre había muerto cuando él tenía 4 años, y su padre y su hermano mayor lo habían abandonado en un orfanato. De adulto, para ganarse la vida, se había embarcado como marino y había sido bombero en la ciudad de Dneprorudnoye. Luego había emigrado al extranjero para trabajar de obrero durante ese tiempo, pero confesó que su fuente primaria de ingreso era criminal: los robos y asaltos.
Las autoridades le describen como el asesino más terrible de la historia en Ucrania y de la antigua Unión Soviética, mientras que las familias de las numerosas víctimas lo califican de "animal", "ser monstruoso" y "bestia demoníaca".

Los hechos se producían entre octubre de 1995 y marzo de 1996. En aquellos seis meses, la región de Zhitomir vivió aterrorizada por una serie de 43 asesinatos que Onoprienko había ido sembrando. La Nochebuena de 1995 se produjo el ataque a la aislada vivienda de la familia Zaichenko. El padre, la madre y dos niños muertos y la casa incendiada para no dejar huellas fue el precio de un absurdo botín formado por un par de alianzas, un crucifijo de oro con cadena y dos pares de pendientes. Seis días después, la escena se repetía con otra familia de cuatro miembros. Víctimas de Onoprienko aparecieron también durante aquellos seis meses en las regiones de Odesa, Lvov y Dniepropetrovsk.
Estas matanzas incitaron a la segunda investigación delictiva más grande y complicada en la historia ucraniana (la primera había sido la de su compatriota Chikatilo). El gobierno ucraniano envió una buena parte de la Guardia Nacional con la misión de velar por la seguridad de los ciudadanos y, como si el despliegue de una división militar entera para combatir a un solo asesino no fuera bastante, más de 2000 investigadores de las policías federal y local.