viernes, 11 de diciembre de 2015

Leyendas en Catalunya (El señor de Can Blanch y la ninfa del Montseny)

En los agrestes parajes del Montseny existe una corpulenta encina que recuerda una vieja tradición. El señor de Can Blanch, uno de los señores más poderosos de la comarca, era un cazador entusiasta. Siempre con su jauría, acompañado por los monteros, se internaba en las fragosidades de la montaña persiguiendo jabalíes y otras piezas de caza mayor. Tan sólo descansaba el tiempo preciso para reponer sus fuerzas, y cada madrugada, cuando el lucero de la mañana brillaba vivamente, agrupaba a sus servidores en el patio de la mansión, y partían a los alegres sones del cuerno de caza.
Uno de esos días había prolongado la partida durante toda la mañana. Dispuso que se le sirviera un breve refrigerio junto a una gran encina. Y allí, después de comer, se echó para descansar, ordenando a sus servidores que se alejaran para no turbar su sueño. Mas éste fue interrumpido por una maravillosa voz de mujer que, no muy lejos de donde estaba el señor de Can Blanch, entonaba una dulcísima canción. El cazador creyó que estaba soñando, que recordaba aún las suaves voces de las monjas del convento cercano a su casa, adonde solía acudir a misa.
Pero la canción seguía llenando el bosque con su tierno son. Y entonces el noble se levantó y, dirigiéndose al lugar de donde venía la voz, encontró a la orilla de un arroyo a una bellísima dama, que calló de súbito al ver que se acercaba un extraño.
El señor de Can Blanch saludó emocionado a la hermosa mujer y le preguntó cuál era su nombre y de dónde venía. Ella no contestó, sino que de nuevo empezó a cantar. Y cuando la dama terminó de cantar, él le rogó que lo acompañara a su mansión y que aceptase su mano, pues jamás había visto una mujer como ella, que de tal manera cautivara su espíritu.
Ella, tras un rato de vacilación, aceptó, no sin que una sombra de temor se fijara en su mirada.
Grande fue la sorpresa de los monteros, que ya hacía rato que buscaban a su señor, cuando lo vieron aparecer en compañía de la dama. Él les dijo:
- "He aquí a la que será vuestra señora desde hoy".
Y los criados se arrodillaron, rindiendo sus armas de cazadores.
Llegados a la casa señorial, fueron dispuestas las bodas. Pero, momentos antes de que se celebraran, la dama le dijo al caballero:
- "He querido ser tu esposa porque me sentí atraída hacia ti de un modo extraño. He de ponerte una condición para que nuestra felicidad no se turbe y vengan sobre nosotros terribles desgracias. Cuando me preguntaste, junto a la fuente, que quién era yo y cuál era mi nombre, no te contesté. Importa mucho que jamás repitas esas preguntas. Y aunque me hayas encontrado junto al agua, jamás me has de llamar dona d'aigua. Si respetas estas condiciones, todo irá bien para nosotros y seremos felices. Si las infringes, perderemos la dicha y nos separaremos para siempre".
Celebráronse las bodas, y durante algún tiempo la felicidad reinó en aquella casa. Pero el señor de Can Blanch pronto echó de menos su vida de cazador, y a ella volvió. De nuevo las matas y las manchas de la sierra fueron recorridas por las tropas de monteros, por las traíllas de perros. De nuevo se oían las alegres sonatas de los cuernos, las voces de los batidores.
Cuando el señor volvía a su casa, apenas si subía al salón a saludar a su esposa, que ya le había hecho padre de una niña y un niño. Y a los reproches de la mujer, él respondía con bruscas razones, que fueron creciendo en intemperancia hasta degenerar en insultos.
Ya se había esfumado en el ánimo del violento caballero el recuerdo de aquella tarde estival en que se sintiera atraído por el canto de una voz. Y también había olvidado la promesa que hiciera a su esposa.
Un día, cuando ella le reprochó el abandono en que la había dejado, él estalló en ira, vituperándole lo desconocido de su nacimiento:
- "No sé quién eres, ni tu linaje, y aún me molestas con tus lamentos. ¡Tú, a quien recogí de un arroyo, dona d'aigua!"
¡Nunca debiera haber dicho esto! La mujer, sin decir nada, mostrando en su cara la más atroz desesperación, huyó de la casa, y a pesar de los lamentos del marido, que le prometía el arrepentimiento, marchó ligera, y él sólo pudo ver cómo desaparecía en el Gorg Negre, tras haberse arrojado desde lo alto de unas peñas.
Una angustiosa amargura llenó desde entonces el alma del señor de Can Blanch. Volvió muchas veces a aquel arroyo, en donde encontrara por primera vez a la bellísima mujer, que por la violencia de que había sido objeto y por haber faltado él a sus promesas, había huido para siempre arrojándose a la tenebrosa sima del Gorg Negre. Pero jamás volvió a oír aquella voz y su espíritu no encontró ya la paz.
Sólo le consolaba ver a los niños. Y observó, extraviado, que cuando por la mañana iba cada día a verlos a su habitación, los encontraba arreglados y limpios, a pesar de no haber entrado aún la sirvienta que los cuidaba. Y al ser preguntada por su padre, la niña contestó:
- "Es que todas las noches viene nuestra madre y nos atiende. Siempre llora y nos besa al despedirse".
Lleno de esperanza, el caballero acudió casi todas las noches, ocultándose en la cámara de sus hijos. Pero, siempre que él acudía, su esposa dejaba de presentarse.

fuente: http://tiocarlosproducciones02.blogspot.com.es

Asesinos en Serie (Andrei Chikatilo [III])

El Instituto Serbsky de Moscú diseñó el perfil de un hombre ostensiblemente normal, probablemente casado, con un trabajo regular. Por el semen hallado en los cuerpos de sus víctimas, se supo que su sangre era del grupo AB. El 14 de septiembre de 1984, detuvieron a Chikatilo en el mercado de Rostov, pues en líneas generales encajaba con la descripción del asesino, pero no pudieron demostrar nada más.
Chikatilo parecía un hombre respetable, y tras hacerle un análisis de sangre, ésta resultó ser de grupo A. Enseguida fue puesto en libertad sin cargos. Por esas alturas, los archivos de la policía contenían datos de unos 26.500 sospechosos. Cuando apareció el cadáver número treinta, los periódicos empezaron a dar noticias del posible asesino en serie, quienes todos creían un retrasado mental, a pesar que la policía no estaba de acuerdo. Esto puesto que la amplia dispersión territorial del asesino indicaba que éste disponía de un vehículo, factor que en Rusia no era escaso.
Posteriormente Chikatilo fue acusado de haber robado un rollo de linóleo de su oficina. Siete meses después, con ese caso aún pendiente, fue arrestado por comportamiento impropio en la estación de autobuses de Rostov y fue sentenciado a 15 días en prisión. La policía creía que él era el asesino, así que compararon la sangre de Chikatilo con el semen encontrado en los cuerpos de las víctimas e inexplicablemente no era el mismo tipo de sangre. Fue sentenciado a un año en cárcel por el robo del linóleo, pero el juez simpatizó con él y lo liberó antes.
El 17 de octubre de 1990 volvió a matar en un bosque cercano a la estación de Donlesjoz.

Este crimen absorbió a toda la policía local y a una fuerza antidisturbios de 100 hombres. Pero dos semanas después, Chikatilo volvió a actuar, y esta vez fueron unos 600 detectives los encargados de investigar a lo largo de la línea de los bosques, en dónde montaban guardia tres o cuatro oficiales en los apeaderos más aislados.
El 6 de noviembre de 1990, uno de estos detectives, un sargento llamado Ígor Rybakov, vio surgir del bosque un hombre con traje y corbata. Mientras observaba cómo éste se lavaba las manos en la fuente advirtió que tenía un dedo vendado y una mejilla manchada de sangre. Rybakov le pidió la documentación, no tenía motivos suficientes para arrestar a Chikatilo, sin embargo, dejó constancia del incidente. Al día siguiente, se encontró el cadáver de una chica en esa misma zona.
El homicida tenía que haber pasado por la estación, y el culpable no podía ser otro que el sospechoso del informe de Rybakov. Lo arrestaron el 20 de noviembre, sospechoso de haber asesinado a 36 víctimas, todos ellos mujeres y niños. Su esperma, aunque no su sangre, sí era AB.
El fiscal general de la provincia de Rostov emitiría una orden de detención contra Chikatilo, efectiva a partir del 20 de noviembre de 1990. Ese mismo día fue retenido por la KGB, mientras éste con paso lento y senil decía "¿Cómo pueden hacerle esto a una persona de mi edad?". En los interrogatorios, afirmó que simplemente era un ciudadano normal, que no había cometido ningún tipo de delito, y que era objeto de una persecución absurda por parte de la policía. De destacar que Andréi Chikatilo llevó a los detectives de la policía de Rostov al lugar donde yacían 3 cadáveres que aún no se habían descubierto. Tanto la detención de Chikatilo, como la macabra búsqueda de los restantes cadáveres fueron filmadas.
El 27 de noviembre prometió que estaba dispuesto a aportar pruebas de sus crímenes si no continuaban atosigándolo con los interrogatorios que le recordaban los detalles, y dos días después se derrumbó ante un psiquiatra a quién acabó confesando 52 asesinatos. Posteriormente, guió a los investigadores a los distintos lugares con la esperanza de que el número de muertes lo convirtiera en un "espécimen de estudio científico".

Los psiquiatras del Instituto Serbsky, no obstante, lo veían como un sádico prudente que no sufría ningún trastorno que pudiera impedirle ver que sus actos estaban mal, que eran actos premeditados. Por esa razón, en octubre de 1991 se dieron a conocer sus conclusiones, diagnosticando que el asesino estaba "legalmente cuerdo". El juicio de Andréi Chikatilo se inició en abril de 1992 y duraría hasta octubre de ese mismo año. Éste, con la cabeza rasurada, presenció su juicio desde un cubículo de metal para mantenerlo a salvo de la multitud enfurecida
Los jueces no dudaron en anunciar el veredicto que habían nominado: 15 de octubre de 1992 fue sentenciado a la Pena de Muerte, y ejecutado de un tiro en la nuca en la prisión de Rostov del Don, el 14 de febrero de 1994.





Asesinos en Serie (Andrei Chikatilo [II])

El 22 de diciembre de 1978, Chikatilo asesinaba por primera vez, tenía 42 años. Abordó en la calle a una niña de nueve años de edad y la convenció para que se fuera con él a una cabaña que poseía en las afueras de la ciudad. Sabía como hablar a los niños, él mismo había sido maestro y tenía a sus dos hijos. Una vez allí la desvistió con violencia. Accidentalmente, le hizo un rasguño del que brotó sangre, hecho que le propició una erección inmediata, estableciendo el vínculo fatal entre sangre y sexo. Luego, sacó un cuchillo y se lo clavó a la niña en el estómago. Con cada puñalada notaba que se acercaba más al orgasmo, por lo que no cesó de hacerlo hasta la eyaculación. Chikatilo había intentado satisfacer su necesidad sexual movido por la esperanza de llegar a ser igual que los demás.
Dos días después de este crimen, la policía encontró los restos de la niña en el río Grushovka, y cerca de la cabaña de Chikatilo una gran mancha de sangre. Los policías interrogaron al hombre, pero acabaron inculpando a otro agresor sexual, Aleksandr Krávchenko. Chikatilo era, por las paradojas que marcaban sus actos, más dual que nunca.
Era un marido sumiso y asexual. Hacía todo lo que su mujer le ordenaba o casi todo. Ella solía desear los placeres del lecho con más frecuencia que él, y eso los llevaba a frecuentes discusiones, a que ella le recordase en todo momento lo taciturno e inerte que era. La acusación de haber acosado sexualmente a sus estudiantes le costó el trabajo, pero consiguió uno nuevo en una fábrica en el que tenía que estar viajando constantemente. Este constante movimiento le ayudaba a escoger sus nuevas víctimas.
En 1981, se convirtió en funcionario de abastecimiento de una fábrica, y el trabajo, que lo obligaba a recorrer una buena parte de la región, le proporcionaba la fachada perfecta. Tres años pasarían antes de que Chikatilo asesinara por segunda vez. El 3 de septiembre de 1981, asaltó a su segunda víctima, llamada Larisa Tkachenko, prostituta de 17 años de edad. La convenció de ir con él al bosque para tener relaciones sexuales, pero falló en el intento por lo que ella se rio de él, esto lo enfureció, perdió el control, estranguló a la mujer y eyaculó sobre el cadáver, mordisqueó su garganta salvajemente, le cortó los senos y en su frenesí se comió los pezones. Luego, comenzó a lanzar aullidos mientras bailaba una danza de guerra alrededor del cuerpo, dejó el cuerpo sin vida con un palo enterrado. En esos momentos supo que volvería a matar. Los dos primeros asesinatos de Chikatilo tuvieron cierto carácter fortuito. Es posible que, en ambos casos, sus intenciones fueran solamente de índole sexual. Los gritos de terror lo excitaban, pero era el asesinato en sí lo que presentaba para él el acto sexual supremo.
Su tercera víctima fue Lyuba Biryuk, fue raptada de un pueblo y fue acuchillada 40 veces en el bosque. Le mutiló los ojos, y esto se volvería algo común en sus asesinatos, la firma mortal de Chikatilo.
Chikatilo asesinó a otras tres personas ese año, y entre ellas se encontraba su primera víctima masculina, Oleg Podzhiváev de 9 años de edad. El cuerpo no se encontró pero Chikatilo afirmó ser el responsable y que le había arrancado los genitales. La prensa estaba enloquecida con el asesino en serie, el modus operandi era siempre el mismo, sus víctimas siempre se encontraban en los bosques, con indicios de violencia y sadismo, y en ocasiones les faltaban miembros a las víctimas. Se trataba de niños, niñas y chicas jóvenes. Entre ellos había muchos escapados de casa y retrasados mentales, pues se dejaban convencer más fácilmente y agradecían su ayuda en el laberinto del sistema de transportes local, con el que no estaban familiarizados.
En 1984 el número de víctimas iba en ascenso llegando a 15 personas. Chikatilo los elegía entre la multitud en estaciones ferroviarias y en paradas de autobús, y con algún pretexto, los convencía para que lo siguieran a alguna zona boscosa. Una vez allí les infligía numerosas puñaladas (entre treinta y cincuenta). Casi todas las víctimas sufrían la mutilación de los ojos. A las adolescentes o chicas jóvenes les seccionaba los pechos o los pezones, ya fuera con sus afilados cuchillos o con los dientes. El útero era extirpado con tal precisión que todos los cirujanos de la provincia de Rostov pasaron a ser sospechosos en potencia.
Mientras las violaba, se enfurecía tanto por llegar tan rápidamente al orgasmo que les machacaba la cara a golpes. Para ocultar su impotencia, a veces, con la ayuda de una ramita, colocaba el semen en la vagina de la víctima. En el caso de los niños, los atacaba nada más hallarse a solas con ellos en el bosque: un golpe para aturdirlos con las manos atadas y unos golpes de cuchillo poco profundos para establecer su dominio sobre ellos. Posteriormente, los mutilaba a mordiscos, les cortaba los genitales o solamente extirpaba los testículos, que guardaba a modo de trofeo. En algunas ocasiones realizaba estas amputaciones cuando la víctima se hallaba aún con vida, aunque no consciente. En ninguno de los casos se encontraron las partes del cuerpo seccionadas en las cercanías de la escena del crimen.
Además practicaba actos de canibalismo. En sus declaraciones confesaría que le gustaba tragarse las partes del cuerpo más blandas.

Asesinos en Serie (Andrei Chikatilo [I])

Andrei Chikatilo, nacio en Yáblochnoye (Ucrania [por aquellos dias pertenecia a la URSS), el 16 de octubre de 1936 - falleció en Novocherskask (Rusia), el 14 de febrero de 1994. Esta considerado el peor asesino en serie de la Unión Sovietica. Fue conocido como "El Carnicero de Rostov", "El destripador rojo" y "El destripador de Rostov", el cual cometió asalto sexual, asesinato y mutilación de como mínimo 52 mujeres y niños entre 1978 y 1990 en la Rusia, Ucrania y Ubezkistan. Chikatilo confeso un total de 56 asesinatos y fue juzgado por 53 de éstos en abril de 1992. Fue condenado y sentenciado por 52 muertes en octubre de 1992, posteriormente fue ejecutado en febrero de 1994. 

Nació en Yáblochnoye, en aquel entonces en la URSS, era una pequeña aldea en tiempos de hambruna del Holodonor, donde morían cientos de personas cuyos cadáveres se amontonaban en las calles y campos. Mientras su padre Román Chikatilo cayó prisionero de guerra por los nazis, la madre de Andréi, Anna Chikatilo le contaba a menudo a él y a su hermana menor que a su hermano mayor Stepán, lo habían raptado para comérselo, Chikatilo quedó traumatizado por la historia de su hermano pero aquello era muy común en esos duros años. Este hecho marcaría notablemente al niño, quien se sentía en esos momentos más solo que nunca, de hecho no existe ningún documento que informe acerca del nacimiento o muerte de Stepán pero la manera en cómo su madre se lo contaba hacía que la historia pareciera verídica.
En la escuela era muy introvertido, incapaz de aceptar su miopía (sus primeras gafas las tuvo a los treinta años), y padeció enuresis nocturna hasta los 12 años. Siempre era humillado por los otros compañeros, cualquiera podía decirle lo que fuese, él se limitaba a escuchar y a aguantar. No era de extrañar que con el tiempo, su ánimo se llenase con las lágrimas contenidas y con todas esas injurias. A medida que iba creciendo, se hacía más tímido con las mujeres, tal fue el problema que en la adolescencia tuvo una relación sentimental con una chica del pueblo pero su impotencia destruyó dicha relación.
Como todo soviético, sirvió en el ejercito y luego se dedicó a los estudios, deseaba licenciarse en Derecho pero suspendió el examen de acceso a la universidad, decepcionado puso todo su empeño en prepararse profesionalmente obteniendo tres títulos: en Ingeniería, Marxismo-Leninismo, Lengua y Literatura Rusa.
En 1971 se graduó de maestro. Sentía una creciente atracción por las menores de doce años, y se colaba en los dormitorios para verlas en ropa interior mientras se masturbaba con la mano dentro del bolsillo. Más tarde Chikatilo se refugió en el estudio del comunismo, pero su fijación con el dogma político rayaba en la demencia.
A pesar de su problema, pudo encontrar una esposa, y aunque era incapaz de mantener una erección, sí podía eyacular. Logró alcanzar en contadísimas ocasiones la suficiente erección para dejar embarazada a su esposa, pero no dejaba de pensar, que la naturaleza lo había castigado castrándolo al nacer. Era un marido de carácter estable y trabajador, un padre que nunca levantaba la voz ante los hijos, un respetado miembro del partido comunista que leía los periódicos y se mantenía al corriente de la actualidad.
En la escuela en la que trabajaba, sus alumnos no lo tomaban, se negaban a comportarse bien e incluso fumaban delante de él en la clase. Más tarde Chikatilo abusaría sexualmente de sus estudiantes tanto chicos como chicas lo que le costaría el trabajo en 1974