martes, 29 de diciembre de 2015

Leyendas en Catalunya (La Maldición de la Maladeta)

Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, las laderas del macizo de La Maladeta se encontraban cubiertas de frescas hierbas. Allí los pastores llevaban sus rebaños a pastar plácidamente hasta que llegara el invierno.
Dicen que una tarde, entrado el otoño, comenzó a nevar en aquellos prados de tal manera, que los pastores tuvieron que guarecerse en una cabaña. Sentados junto al fuego, comentaban alegremente los acontecimientos de aquella jornada de trabajo y pasaban el tiempo entretenidos.
De pronto escucharon que alguien tocaba a la puerta y al abrir encontraron a un mendigo cubierto de harapos quien les suplicó que le dejaran pasar la noche en su cabaña debido a que no podía continuar su camino bajo la nieve y con tanto frío.
Pero los pastores le respondieron insolentemente que si quería refugiarse, buscara una piedra bajo la cual guarecerse.
Entonces, de repente, cayó un rayo sobre la tierra y la figura del mendigo se transformó rodeándose de un halo luminoso. Se elevó en los cielos y desapareció entre las nubes maldiciendo a los pastores por su mala acción.
Los rebaños huyeron en la noche y los pastores corrieron tras de ellos. Pero nunca nadie volvió a verles. Dicen que quedaron convertidos en piedra bajo las nieves de La Maladeta.
Aunque algunos estudiosos sostienen que esta cima se llamaba desde antiguo "Mala Eta" , lo que significaba "la más alta" o "las rocas de arriba"; la sabiduría popular entiende que el término actual de "La Maladeta" hace referencia a los "Montes Malditos" gracias a esta historia.

fuente: http://blog.aranexperience.es/


Asesinos en Serie (Karl Denke [IV])

Afortunadamente Gabriel pudo ayudar al joven, un vagabundo llamado Vincenz Oliver. De ese modo, aproximadamente a la una de la tarde, Vincenz apareció con la respiración agitada en la estación policial. Allí contó todos los horrores vividos a los impresionados policías, que se resistían a creer que Karl fuese capaz de tales atrocidades pero, por la insistencia de Vincenz, terminaron creyendo que aquello era posible y detuvieron a Karl, quien insistía que solo estaba defendiendo su propiedad de un "ladrón desconocido". Pero mentía, y antes de que los restos humanos le hiciesen un jaque mate judicial, en la misma noche de su detención, un guardia encontró el cadáver de Karl Denke en la celda. Karl Denke se había ahorcado con una soga hecha de pañuelo, pues prefirió desaparecer para siempre antes que afrontar la vergüenza y el rechazo públicos, antes que ser conocido por lo que en verdad era: un monstruo sanguinario.
Después de que el cadáver de Karl fuese devuelto a su familia, los policías fueron a la casa de éste, justo en la mañana de la Navidad de 1924, un día que debía estar marcado por la alegría familiar, la devoción al Salvador y la caridad, pero no los horrores inefables que pronto verían en la tienda de Karl, y que posteriormente, en 1926, fueron publicados en un informe, presentado por Friedrich Pietrusky (entonces jefe interino del Instituto de Medicina Legal en Breslau) y aparecido en la "Deutsche Zeitschrift für gesamte Gerichtliche Medizin"

fuente:  http://www.asesinos-en-serie.com

Asesinos en Serie (Karl Denke [III])

Sorprendentemente, Karl empezó a matar bastante tarde, cuando tenía 39 años. Su primera víctima fue Emma Sander de 25 años, en 1909. No obstante, su tendencia oscura recién floreció plenamente en 1921 (cuando él tenía 51 años), pues fue entre ese año y 1924 cuando Karl asesinó a prácticamente todas sus víctimas, según se deduce de un conjunto de hojas en que anotó los nombres de las víctimas, las fechas de las muertes, y el peso de los cuerpos, todo en el contexto de un macabro plan para vender su sabroso escabeche de cerdo y demás productos.
Antes del episodio que causó la captura de Karl, los vecinos se habían quejado varias veces del fuerte y penetrante olor que venía de su apartamento. Además Karl siempre tenía mucha carne, incluso cuando nadie tenía dinero para comprar carne… ¿De dónde sacaría la carne? Matar perros callejeros para vender su carne era ilegal, y los vecinos sospechaban que los canes eran la fuente de la materia prima de los escabeches de Karl, pero nadie intentó hacer algo porque sentían agrado por Karl y no daban importancia a la vida de los canes. ¿Y los cubos de sangre del patio? Si la carne era de perro, la sangre también debía ser de perro, y no importaba. Por último, quedaban los constantes ruidos de martilleo y aserrado que provenían del apartamento de Karl, y el hecho de que a menudo lo veían salir de noche con grandes fundas, y regresar siempre con las manos vacías. ¿Qué había en las fundas?, ¿Sacaba también de los supuestos perros el dinero para las otras cosas que vendía o eran estas mismas cosas hechas de perro? Aquello era una mera sospecha, y lo peor que podían pensar de Karl, era que estuviese explotando a los pobres canes callejeros para ganarse la vida. Pero lo que vendía era bueno, y eso, junto al hecho de que se le consideraba un buen tipo, bastó para que lo dejaran en paz y no diesen mucha importancia a la conjetura de los perros.
Entre las doce y la una de la tarde del 21 de diciembre de 1924, el cochero Gabriel, inquilino de Karl Denke, escuchó gritos de socorro provenientes de la planta baja. Temeroso de que Karl se hubiese herido, bajó corriendo a ayudar, pero no encontró a Karl, sino a un joven que avanzaba tambaleándose en medio del pasillo, con el rostro cubierto de agonía y la sangre chorreando de las grietas de su cráneo abierto… Estupefacto, Gabriel vio cómo el joven se le acercaba, luchando contra la inconsciencia que finalmente lo abatió después de que alcanzase a contar que "Papá Denke lo había atacado con un pico"

 

Asesinos en Serie (Karl Denke [II])

Antes de que se descubriese el lado oscuro de Karl, podría pensarse que su hermano mayor presenció, en la única ocasión en que Karl aceptó una invitación a comer de su familia, lo que podría considerarse como un breve asomo de la tendencia que permitiría explicar la fuente de los productos que Karl vendía; puesto que, según contó el hermano mayor de Karl, Karl había devorado dos libras de carne, por lo que desde ese día le llamó "El Glotón", todo en tono de broma, sin imaginar lo que se escondía detrás de ese desmesurado apetito por la carne.
No se sabe mucho de la personalidad de Karl Denke, ya que su caso estuvo olvidado hasta que en 1999, Lucyna Bialy, encargada de la Biblioteca de la Universidad Wroclaw de Silesia, revivió a este asesino en base a una publicación sustentada sobre las investigaciones de la Prensa alemana de los años veinte. Así, lo que sabemos de Karl proviene de documentos y observaciones dispersas de familiares, conocidos y sus conciudadanos. En este marco de escasos datos, se sabe que sus crímenes no estuvieron relacionados con motivaciones sexuales, y que más bien obedecían a una racionalidad operativa desprovista de toda moralidad e investida en un escalofriante maquiavelismo pues, en teoría, se supone que Karl mató para alimentarse y conseguir dinero en medio de una crisis económica. Muy probablemente hubo algo más, y se especula, en base a la información que existe, que Karl era en el fondo un sujeto muy egoísta que, en parte por su insuficiente capacidad intelectual como para reflexionar sobre conceptos morales, no tenía verdadera conciencia de lo que estaba haciendo, cosa que no debe interpretarse en el sentido de que no sabía que sus actos estaban mal, pues lo sabía, pero carecía de empatía y de comprensión suficiente de lo que a nivel moral significaban sus asesinatos más allá del mero hecho de ser malos. Tenemos así que Karl simplemente buscaba sobrevivir, y para hacerlo generalmente recurrió a vagabundos de la estación de tren, a los cuales invitaba a casa tras ganarse su confianza, sin que estos sospechasen que terminarían como "escabeche de cerdo" en el mercado.
 La mayoría de sus víctimas fueron personas sin hogar de sexo masculino, y con todas siguió el mismo procedimiento: llevaba a la víctima al apartamento y, en un momento de descuido de ésta, la golpeaba con un pico, una y otra vez hasta matarla… Ya muerta, la descuartizaba metódicamente, se deshacía de lo que no servía del cuerpo, y el resto lo guardaba según el fin que le fuera a dar.


Asesinos en Serie (Karl Denke [I])

Karl Denke nacio en Oberkunzendorf (Polonia) el 11 de febrero 1860 - Fallece en Muensterberg   (Polonia) el 22 de diciembre de 1924, en seno de una familia granjera. Diez años después se trasladó a Muensterberg (hoy Ziębice). Descrito por sus profesores como un chico "muy obstinado" y que "no tiene respeto por los maestros", Karl era un alumno que se aburría en clase, sacaba pésimas notas y recibía constantemente castigos y reprimendas de sus docentes, quienes lo consideraban un "idiota", no solo por sus dificultades para aprender sino porque hasta los seis años no  aprendió a hablar.
Tras acabar la escuela, a los 12 años Karl escapó de casa, y sobrevivió como aprendiz de jardinero, por un período del cual no se sabe mucho de su vida. Ya a los 25, pudo comenzar una vida económicamente independiente, pues su padre murió y, si bien la finca pasó a manos de su hermano mayor, él recibió suficiente dinero de herencia como para comprar un terreno, aunque le fue mal en su intento por ejercer la agricultura y tuvo que vender ese terreno, consiguiendo con esa venta un capital suficiente para adquirir una casa en lo que ahora es la Calle Stawowa, en Ziebice. Sin embargo, sus ahorros se esfumaron ante la feroz crisis inflacionaria de su tiempo, y entonces tuvo que alquilar su casa, aunque no se mudó sino que permaneció en un pequeño apartamento en la parte derecha de la planta baja, además siguió ocupando la tienda de pie junto a la casa.
En lo que respecta a su vida social, se sabe que era un sujeto solitario al que no se le acercaba "ningún hombre ni mujer" (nunca se le conoció pareja, por ejemplo), aunque sin embargo la gente de su comunidad lo apreciaba, ya que era un hombre tranquilo y amable, que participaba activamente en la vida religiosa de la localidad, daba limosna con relativa frecuencia y hasta invitaba a personas sin hogar a dormir en su casa, llegando así, en virtud de esa actitud caritativa, a ser apodado como "Vatter Denke" (Papá Denke). Debido a su buen proceder y a que no se le conocía vicio alguno (no era alcohólico ni se le conocía parafilia alguna), la Policía llegó a darle una licencia de vendedor, cosa que Karl aprovechó para vender cinturones, tirantes, cintas, cordones de zapatos y "escabeche de cerdo sin hueso". Gracias a eso Karl logró sobrevivir en medio de una crisis donde la clase media estaba cada vez más asfixiada, al punto de que muchas familias comían como si fueran pobres. Nadie sabía de dónde sacaba sus productos Karl, y como era tan tranquilo, a nadie se le ocurrió sospechar que todas esas cosas que él vendía, estaban nada más y nada menos que fabricadas a partir de carne y piel humana.