martes, 20 de octubre de 2015

Leyendas en Catalunya (La Leyenda de Lampegia [II])

Era un tiempo que por los Pirineos aún corrían los huesos gigantescos y la Cerdanya era habitada por los cazadores salvajes. En medio de una gran llanura, disimulada entre bosques, se alzaba una antiquísima villa llamada Lyvia. Aquella Lyvia estaba protegida por un cerrado de colosal rizos, y había sido construida muchos siglos atrás por el gigante Hércules. Hércules le había construido él solo al volver de sus aventuras por África, pero en los tiempos que pasaron los hechos que aquí se explicarán, en la vieja Lyvia ya la llamaban Llívia, tal como hoy lo llamamos nosotros, y estaba protegida por una muralla de piedra donde se refugiaban los Cerretani, cazadores de la Cerdanya. A lo largo de los siglos muchas tribus habían pasado por la Cerdanya, los unos se habían quedado y otros habían echado más adelante, hacia donde se acaban las montañas y comienza el plan. Ahora, en la época que transcurre esta leyenda, habían llegado los guerreros musulmanes conducidos por Menussa, un hombre alto y fuerte arriba de un caballo del color de las cerezas. Menussa tenía los ojos azules y la cabellera negra, y siempre vestía ropa oscura. Hacía muy pocos años que los musulmanes habían vencido los anteriores ocupantes de la península ibérica, llamados visigodos. Entonces el Califa de Córdoba distribuyó la tierra entre sus capitanes. A Munussa, valiente entre los valientes, le correspondió la Cerdanya, la alta y bonita plana en medio de los Pirineos, de nieves frías y estanques de agua azul.
Pero más adentro de Europa aún gobernaba Odó, Duque de Aquitania, uno de los visigodos que todavía no habían podido vencer. Odó era pacífico y viejo, y ya fuera porque temía los atrevidos musulmanes, o porque no era hombre de guerras, quiso hacer la paz con Munussa, el cual ya se había establecido en la vieja Lyvia, Así que Odó, con la esperanza de hacer una paz duradera invitó a Munussa a conocer su palacio de Carcasona, a orillas del río Auda.
Cuentan los juglares que en la ciudad de Carcasona, la Princesa Lampègia, hija del Duque, cuando una mañana subió a la torre más alta del castillo, vio avanzar por la orilla del río Auda, llegaba un gran cortejo: el sol brillaba sobre los escudos de los guerreros; las banderas, azules y blancas, negras y rojas, temblaban al viento, y en medio de los tambores y las trompetas cabalgaba Menussa con su caballo de fuego. Lampègia corrió bajando las escaleras de la torre y preguntó a su padre quién era aquel hombre que montaba el caballo del color de las cerezas, y el padre le respondió que era Munussa, gobernador de Llívia entre los prados de la Cerdanya. Y desde ese mismo día la princesa Lampègia quedó enamorada de Munussa. Pero de momento el amor de la princesa tuvo que quedarse en secreto dentro de su corazón, para que la guerra entre el Califa de Córdoba y su padre era más importante.
Munussa fue recibido con todo tipo de fiestas en el castillo del Duque Odó, entre músicas o comidas. Menussa era ambicioso pero también era un hombre cansado de la guerra, así que escuchó con satisfacción la oferta de paz que le hacía el Duque. Oída la propuesta de Odón, Munussa fue a descansar en las salas reservadas para él en una parte del palacio. La habitación de Munussa era adornada con ricos tapices que representaban batallas de cuando los visigodos aún eran suficientemente potentes para conquistar casi toda Europa. Pero aquellos tapices historiados que querían explicar el poder que habían tenido los antiguos visigodos no impresionaron a Munussa.
He aquí, sin embargo, que la cámara de Munussa daba al huerto del palacio, y desde una ventana pudo ver el más bello paisaje que hubiera presenciado. Y no eran el río y las verdes montañas lo que gustó a Munussa sino una hermosa joven que cosechaba manzanas del huerto metiéndolas en un cesto de palma. Munussa encanta con la visión de la jovencita, de la gracia de sus manos y de la rubia cabellera que sacaba reflejos del sol del mediodía. Ella, sin saber que la miraban, siguió cosechando manzanas entre risas y canciones, alegrías que a los ojos de Munussa añadían aún más motivos de embeleso,
Las conversaciones entre Odó y el invitado musulmán continuaban, y tantos días como duraron, tantos días Munussa, al caer la tarde, se vertía en la ventana para contemplar la chica de las manzanas. Al final los dos gobernantes se pusieron de acuerdo y pactar una paz entre ellos, y un acuerdo para ayudarse contra cualquier otro que quisiera agredirlos. Pero he aquí que no se ponían de acuerdo en la forma de sellar el compromiso: el Duque ofrecía a Munussa casarse con su hija, la princesa de Aquitania. Pero Munussa que se había enamorado de la joven del huerto del castillo, buscaba la manera de pedir al Duque que le concede la mano de aquella chica del jardín. Al final, sin embargo, Munussa, aunque un poco disgustado, cedió porque sus visires aconsejaron que aceptara la hija del Duque, una vez aceptada la Princesa pedirían a Odó que soltara la chica del jardín como acompañante de la Princesa ; seguro que el Duque no les negaría ese favor. Y así fue pactado, y aunque Munussa prefería la desconocida chica de las manzanas, sabía que si quería salvar el acuerdo de paz debía aceptar por esposa la Princesa Lampègia, hija de Odón, una mujer que imaginaba pretenciosa y presumida . Y cuál no fue la sorpresa y alegría de Munussa al descubrir, el día de la boda, que la princesa Lampègia no era otra que la chica de las manzanas de la que él se había enamorado secretamente.
- "Bella Recolectores de manzanas; Princesa de Aquitania, le dijo al oído cuando se la presentaron. Me habéis robado el corazón mientras cosechabas las doradas frutas de tu jardín".
Y entonces fue Lampègia quien confesó a Munussa que había sido ella quien primero había enamorado sólo verlo arriba de su caballo rojo, con el pelo al viento y el sol brillante en la cara.
Pero la buena suerte no dura siempre y el amor de Lampègia y su amado, y también la paz entre Menussa y el Duque de Aquitania, fueron un gran sueño, pero breve. En la resplandeciente Córdoba, capital de Al-Andaluz. el Emir Al-Hisam, desconfiando de la tribu de Munussa, al que no tenía nada de confianza, cuando supo los pactos establecidos entre el gobernador de Llívia y el Duque Odón, decidió enviar a los Pirineos, camino de la Cerdanya, un grandes ejercido por deshacer aquella alianza que podía perjudicar el poder de los musulmanes de Córdoba. Así que Al Hisam, al frente de cinco mil hombres de a pie y tres mil a caballo, subió las montañas por la orilla del río Segre hasta llegar a la sede del Urgell, y desde la sede de la Urgell Al Hisam atacó Llívia de la Cerdanya, rodeando la fortaleza existente del cerro. Las tropas del Emir eran incontables, en cambio los guerreros de Munussa eran escasos, no pasaban de mil entre hombres de a pie ya caballo, además de los pastores y leñadores adictos. La hora fatal llegó para Munussa y para su Princesa, el sueño de amor entre el musulmán y la cristiana no había durado mucho.
Ya de noche, dándose cuenta de que toda resistencia era inútil y que los soldados del Emir, habiendo asaltado las murallas del castillo, comenzaban a incendiar las casas de la villa, Munussa decidió escaparse con Lampègia; huirían por los caminos de la montaña hasta encontrar el río Auda, y el seguirían hasta Carcasona, donde resistía Odó, último Duque de Aquitania.
En medio de los soldados que quemaban a robaban, en medio de muebles desguazados y casas en ruinas, en medio de los chillidos de los malheridos, los dos amantes consiguieron llegar a las caballerizas donde los esperaba León el caballo rojo. Lo montaron los dos y el animal partió veloz con alas en las patas. Pero no pudo pasar por entre los soldados sin que uno de los guerreros que vigilaba los reconoció y dio la alarma.
- "Munussa huye! Munussa huye! Él y la princesa; al
arma, alarma!
A cuatro leguas de Llívia, junto a una fuente de aguas transparentes, quisieron reposar. Munussa no se fiaba, pero no advirtiendo ninguna señal de los perseguidores, descabalgó él y la princesa para refrescarse. Y allí mismo los asaltaron cuatro soldados del Emir que los sorprendieron a alevosía.
Al verse rodeado y sin salida, valiente como un oso, Munussa se lanzó a la desperada contra los enemigos. Luchó con agilidad, e hirió a dos de los perseguidores. Pero al final fue vencido y cayó como un valiente. Lampègia, horrorizada, tuvo que ver cómo moría su amor en medio de una gran mancha de sangre que enrojece la tierra. Terminada la lucha, uno de los soldados, maravillado por la valentía de Menussa y la belleza de Lampègia, tomó Munussa por los cabellos y de un golpe de espada le separó la cabeza del cuerpo, y atándolo a la cola del caballo rojo, le dio un cachete en las nalgas para que el caballo se pusiera a correr por los caminos de los Pirineos. Y dicen que las noches que la Cerdanya se queda sin luna, cerca de la fuente donde mataron Munussa puede sentirse llorar la Princesa Lampègia por su amado musulmán, y se puede oír cabalgar el caballo de Munussa por encima los riscos, con la cabeza de su amo aún atado a la cola


fuente: https://bienve.wordpress.com

Leyendas en Catalunya (La Leyenda de Lampegia [I])

Los bereberes tomaran como caudillo Munusa, que había sido uno de los más bravos servidores del rey moro de Granada, Abderrahman. Aquel se hizo fuerte en Llívia, desde donde desafiaba la furia del rey moro. Munussa se enamoraro locamente de la cristiana Lampègia, hija de Eudis, duque de Aquitania, que vivía en Toulouse, donde se habían refugiado gran número de cristianos. Eudis prometió la mano de su hija a Munussa con la condición de que se convirtiera al cristianismo y ayudara a los cristianos a la reconquista. Munussa fue bautizado y casado secretamente en una iglesia de Besançon y volvió a Llívia, donde se entregó a las dulzuras de la luna de miel.Cuando Abderrahman conoció la alevosía de Munussa, loco de ira, le envió un fuerte cuerpo de ejército dirigido por Gedhiben-Zeyam, con orden de apoderarse del castillo y llevar la cabeza de Munussa, a toda costa. Los moros atacaron el castillo de Llívia con furia irresistible y sorprendieron Munussa mal preparado, pues las dulzuras del amor le habían hecho olvidar los rigores de la guerra. Hubo que devolver el castillo. Munussa tuvo tiempo de huir con Lampègia. Cuando Gedhi dio cuenta de que el caudillo se le había escapado, dio órdenes rigurosas a su tropa de buscarlo y prometió un fuerte premio a quien lo encontrara. La enamorada pareja fue encontrada en la Molina, en el término de Alp, cerca de una fuente dicha, según unos, de En Planes, y, según otros, de la Reina, en recuerdo de haber encontrado los enamorados . A Munussa, le cortaron la cabeza, mientras Lampègia, la belleza de la que dejó sorprendidos a los soldados, fue respetada y llevada junto con la cabeza de su marido a la presencia del capitán de las fuerzas. Gedhi también quedó maravillado de la belleza de Lampègia y decidió hacer presente a su señor. La hizo montar en un caballo, en la cola del cual fue atada y colgada la cabeza de Munussa para causar más dolor a Lampègia. Al emprender la retirada la comitiva encontrarse en Ribes de Freser con el rey Abderrahman, que acudía en ayuda de Gedhi. Recibió el presente de Lampègia con gran gozo y la añadió a su harén.Cuando el duque de Aquitania, padre de Lampègia, supo lo que había pasado, fue tomado de gran indignación y armó un gran ejército formado por los cristianos fugitivos de Catalunya y por muchos bereberes que sentían un gran odio contra los moros

fuente: https://www.flickr.com

Leyendas en la Peninsula Iberica (Cristo Cillerero o del Olivo)

El Cristo Cillerero o Cristo del Olivo es una imagen de Jesus Crucificado del siglo XIII que se encuentra en la iglesia de San juan de Rabanera en la ciudad de Soria.
La tradición dice que se trata de un Cristo de la Orden del Temple y que procede del Monasterio de San Polo situado a las orillas del río Duero y del que se conserva su iglesia, convertida en una vivienda particular.

Leyenda.

Cuando los árabes conquistaron las tierras de Soria, ellos encerraron en una cilla o granero a unos prisioneros cristianos. Entonces ellos dibujaron en la pared la imagen de Cristo crucificado. Y aquella misma noche Cristo se les apareció a todos en sueños aconsejándoles tener paciencia y resignación, ya que finalmente serían liberados. Al despertar los prisioneros comprobaron que habían tenido el mismo sueño, pero cansados como estaban dijeron que "una cosa era predicar y otra dar trigo".
Con el tiempo los cautivos fueron liberados por otros cristianos. Y la cilla, donde fue dibujado aquel Cristo seguía utilizándose como granero, pero sucedió que nunca se agotaba allí el grano por muchos sacos que sacasen. Un día bajaron a la base de la cilla y descubrieron una estatua de un Cristo crucificado, que no era sino un milagro, puesto que era idéntico a la imagen que los prisioneros habían pintado.
Entonces el Cristo descubierto en el granero dijo: "¡Cuán olvidado me tenéis, aunque además de predicar os doy trigo!". Aquella imagen fue llevada al Monasterio de San Polo, que en aquella época pertenecía a los templarios, y se veneraba allí durante muchos años. Cuando la Orden del Temple fue disuelta, la estatua del Cristo hallado en el granero que se llamaba Cristo templario, Cristo del Olvido o Cristo Cillerero fue trasladada a la Iglesia de San Juan de Rabanera.
Este Cristo es verdaderamente singular por encontrarse sobre una cruz "Tau", pues en ella sólo se insinúa el travesaño superior vertical de la cruz.

fuente: http://grialicoarturico.blogspot.com.es


Leyendas en la Peninsula Iberica (El potrillo de Huetor Vega)

Huétor Vega es una localidad y municipio perteneciente a Granada, en la Comunidad Autónoma de Andalucia. Situado en la parte central de la Vega de Granada, a unos 4km del centro de la capital grandina y colindando con esta por su parte sureste. Limita con los municipios de Granada, Cenes de la Vega, Monachil, Cájar y La Zubia

Leyenda.

 En el pueblo de Huetor Vega, en Granada, España existe una leyenda que con el correr del tiempo toma cada vez mas notoriedad, la historia comienza hace mucho tiempo con una joven a la que le gustaba mucho montar su caballo llamado Serafín, todos los martes a la misma hora se la podía ver paseando alegremente con su potrillo, pero un día decidió subir a un prado alto para llegar hasta la cima, en el trayecto el caballo tropezó debido a lo empinado del camino y cayo aplastando a la joven. Cuentan que desde ese día, todos los martes se puede ver al potrillo cerca del camino, buscando a alguien que lo monte para llegar a la cima, dicen que muchos lo han montado al ver que el animal es amigable, pero todos tuvieron el mismo destino que la muchacha, dicen que si alguien ve en el pueblo de Huetor Vega a un potrillo solitario un día martes, se debe correr para alejarse del animal y así evitar morir aplastado.

fuente:  http://pasarmiedo.com