martes, 10 de mayo de 2016

Leyendas sobre las flores (La Menta)

Según la mitología griega Minta era una ninfa subterránea de Cícito, río de los lamentos, que era afluente del Aqueronte en el inframundo; dicha ninfa yacía en el lecho con Hades hasta que éste raptó a Perséfone, en la colina del Etna. Desde ese momento Minta se quejaba en voz alta, enfurecida por los celos, diciendo que era más admirable y más bella que su oponente y se jactaba que Hades volvería a sus brazos y desterraría a la otra de su morada. Demeter, madre de Perséfone, presa de la ira la destruyó, pisoteándola con sus sandalias y de la tierra brotó una débil hierba. Pero no conforme con ello, condeno a Minta a la infertilidad

Leyendas sobre las flores (La Albahaca)

Cuentan las viejas voces de Euskal Herria, que muy cerca del monte Txindoki, vivían una pareja de jóvenes vascos: Lon y Edurne. Su historia es como la de tantos, se conocieron, se enamoraron y se casaron. Las familias veían bien esta unión, pero la juventud de ellos, asustaba un poco. De todas formas la resolución de aquel muchacho, y su fuerza de voluntad, alejarían todo problema. Lo cierto es que se afincaron en un paraje alejado del resto de sus familias.
Levantaron su hogar, con mucho esfuerzo, y labraron la tierra para obtener los frutos que les alimentaban.
En la puerta, una eguzki lore, presidía la entrada, y en el frente, una pirka de piedras, sostenía al final un lauburu tallado en roble.
La pareja era feliz y cada día agradecían a Amalur, lo logrado. Antes de ir a descansar, un trozo de pan casero era dejado cerca de la puerta para que Basajaun los protegiera.
Cuando llegó el invierno, Edurne quedó embarazada. El esfuerzo de andar en el monte con aquellos fríos y a veces la nieve, dejaban extenuada a la muchacha, que comenzó a toser y toser.
Pronto, no pudo salir mas, y Lon, obsequioso, le preparaba los alimentos y cuidaba de ella casi todo el día. A pesar de los cuidados del joven, pronto la boca de la muchacha se llenó de aftas, sus pechos se inflamaron, y las jaquecas la atormentaban por horas.
Lon, en un esfuerzo desesperado, viendo que sus cuidados no alcanzaban, rogó a Amalur, que le diese un remedio a los males de su esposa.
La Dama, que también es madre, comprendió que debía prestar su ayuda, y le llevó plantas de albahaca, que le hizo poner al resguardo del viento cerca de la casa. Pronto le enseñó a emplear un puñado de sus hojas en cocción como tisana. Hizo que Edurne la bebiera y al poco tiempo la joven se restableció. Desaparecieron los espasmos, las jaquecas y las aftas, y sus pechos se llenaron de leche.
Cuando nació el primer hijo de Lon y Edurne, se lo perfumaba de albahaca, y sentían la presencia de Amalur siempre.

Leyendas sobre las flores (Echinopsis Mirabilis)

Cuentan que en un humilde ranchito de Santiago del Estero, en el límite con Córdoba, zona de salinas y pobreza, miserias y dignidad, orgullo y desnutrición,  se hallaba una familia típica de esas desgarradas tierras ,casi olvidada del paso del tiempo.  El padre y hermanos mayores, tratando de cazar una vizcacha, o una liebre, para festejar la Navidad. La madre, moliendo grano, o preparando una mazamorra con maiz y leche de cabra.
Los mas niños ya habían regresado desde varios kuilómetros, desde la Ruta, tratando de vender a los viajeros unos pequeñas tortuguitas. En la inhóspita caminata, al rayo me sol, solo pensaban en tener un arbolito de navidad. Era su pequeño sueño.
Caía el sol, y el rancho estaba triste. Y en la tierra yerma y calcinada, resquebrajada como las curtidas manos de sus habitantes, solo crecía un puequeño cactucito. Castigado por el sol impiadoso, oscuro y flaco por la abundancia de miseria, se resistía a ni siquiera ser tenido en cuenta. Los niños, con sus sueños de navidades postergadas, ya ni lo miraban.
En el atardecer del 24 de Diciembre, María, desde lo alto, se apiadó de esos niños, y con su inefable poder, tomo en su mano el Lucero, y lo colocó, rutilante, en la punta del cactucito.
Y fue durante la oración que los niños apreciaron el milagro.... Tenían, aunque pequeñito, su soñado arbolito navideño.
Pero estas cosas no son tan fáciles. San Pedro advirtió la falta del lucero, y él, poseedor de las llaves, sabía que alguien de mucho poder lo había quitado de su cielo. María, advertida del enojo de Pedro, tomó una estrella de su manto, y la puso en el lugar del lucero.
La leyenda no cuenta como se las arreglaron en el cielo, pero si que los niños tuvieron el árbol de navidad mas bello jamás soñado. El cactus de la oración, el "lucerito", el Setiechinopsis mirábilis, cuya efímera belleza se apaga cuando se oculta el Lucero.