martes, 26 de abril de 2016

Presidents de la Generalitat (Josep de Camporrells i de Sabater)

Josep de Camporrells i de Sabater, nació en Biosca (Lleida) ¿? - Muere en Barcelona en 1677. Arcediano de Andorra, canónigo de la Seu d'Urgell (Lleida) y President de la Generalitat de Catalunya (1671-1674).
Era hijo de Bernat Miquel de Camporrells i de Hercle, barón de la villa de Biosca y de Magdalena Sabater i Ulbià de Barcelona. La familia Camporrells tenían la señoría de Biosca desde el siglo XIV. Su familia tenía una amplia presencia en los estamentos religiosos y políticos. En 1641 ocupó el canónico de Vilamitjana de la Seo de Urgel que Pau Claris había dejado al morir el 27 de febrero de 1641. En aquella época el obispo d'Urgell, Pau Duran de tendencias filipistas, estaba enfrentado con los canónigos que, como Camporrells, eran partidarios de los franceses. Con todo, en 1652 Camporrells fue acusado de ser afecto al rey español por parte del canciller de la audiencia Llorenç de Barutell i Puigmartí, y acabó siendo desterrado en Begues del Penedès junto con Jaume de Copons i de Tamarit. Cuando Barcelona fue reconquistada en 1652, los dos desterrados ocuparon el puesto de vicarios generales de la Seu d'Urgell.Fue "síndic del Capítul" de la sede de Barcelona en 1661 período en que fue insaculado.

Presidents de la Generalitat (Joan Pagès i Vallgornera)

Joan Pagès i Vallgornera, vive y muere en el s. XVII.  Prior claustral, pavorde y canónigo de la sede de Tortosa, fue nombrado President de la Generalitat de Catalunya el 22 de julio de 1668.
Provenía de la familia de los varones de Saint-Jean-Pla-de-Corts, en el Vallespir (Catalunya Nord). Aparentemente era hermano de Francesc Pagès i Vallgornera quien incorporó a su nombre el apellido de Sentjust y fue Consejero el 1675. El otro hermano Josep Pagès i Vallgornera perdió sus tierras confiscadas por el rey de Francia en la "Guerra dels Segadors" y se vio obligado a marchar hacia Tortosa.
Durante su trienio destaca la incursión en la política catalana del príncipe Juan José de Austria, llamado "príncipe del mar" por ser el comandante supremo de la armada española. El príncipe había sido virrey después de la capitulación de Barcelona de 1652 y tenía fuerzas contactos

Presidents de la Generalitat (Josep de Magarola i de Grau)

Josep de Magarola i de Grau, nació en Barcelona en 1612 - Muere en Barcelona en 1676. Fue abad del monasterio benedictino de Sant Pere de Camprodon (1645-1676) y President de la Generalitat de Catalunya (1665-1668).Su familia era originaria de Esparreguera (Barcelona) favorable a la corona. Era hijo de Joan de Magarola, "oïdor" de la Real Audiencia y regente del Consejo de Aragón a principios del siglo XVII. Entre sus antepasados ​​encontramos al también presidente (1623-1626) y obispo de Elna, Pere de Magarola i Fontanet o a su primo Miquel Joan de Magarola, ciudadano honrado de Barcelona y consejero segundo de la ciudad que tuvo que huir a raíz la "Batalla de Montjuïc" en 1641.Estudió en la universidad pontificia de Salamanca y 1628 se incorporó al Monasteri de Montserrat, si bien en 1641 fue expulsado junto con otros monjes castellanos durante la "Guerra dels Segadors". En 1645 es nombrado abad de Sant Pere de Camprodon y en 1655 prior del Monasteri de Sant Benet de Bages.Fue nombrado President de la Generalitat de Catalunya el 22 de julio de 1665, durante su presidencia de la Generalitat murió el rey Felipe III de Aragón y se planteó un problema político para la interpretación de las constituciones catalanas en estas circunstancias, ya que según los usos jurídicos, la muerte del Rey suponía, automáticamente, la suspensión de la jurisdicción delegada de los oficiales reales y del propio virrey, pasando toda la potestad al gobernador de Catalunya junto con la Audiencia hasta que el nuevo rey jurara "in situ" las Constitucions catalanes. Pero el rey, Carlos II, tenía tres años y su madre Mariana de Austria su regente. Esta envió una misiva a los diputados excusando la no presencia del rey y comunicando la continuidad de Vincenzo Gonzaga y Doria como virrey, que se mantuvo hasta el 1667, año en que fue relevado por Gaspar Téllez-Girón y de Sandoval.

Leyendas sobre las flores (El Limonero)

Cuenta la Mirología Griega, que Euristeo, rey de Micenas, encomendó a Hércules el robo del codiciado árbol de las "Manzanas de Oro" (los limones). El legendario semidiós consiguió el fruto tras vencer a Ladón. Cuenta la mitológia que en su ultimo trabajo se le encomendó a Hércules robar las manzanas de oro que nacían de un árbol regalado por Gea, a Hera, con motivo de sus esponsales con Zeus. Estas manzanas áureas proporcionaban la inmortalidad. La diosa había plantado el árbol en un jardín divino que se hallaba en la ladera del monte Atlas. Las Hespérides se encargaban de cuidar el árbol. Para proteger el árbol y vigilar los posibles hurtos de las Hespérides, Hera situó al dragón Ladón junto al árbol.
La primera dificultad con la que se topó el héroe fue averiguar dónde se encontraba el famoso jardín. Para ello primero se dirigió hacia Macedonia, donde luchó y venció a Cicno. En Iliria consultó a unas ninfas que le indicaron que solo Nereo podría desvelarle la situación del jardín. Le llevaron ante Nereo y aunque el dios para desasirse del abrazo de Heracles se metamorfoseó de mil maneras diferentes, el héroe no consintió en soltarle mientras no le mostrase el camino que debía seguir. Camino del jardín luchó con Busiris. En Asia mató a Ematión. Y a su paso por el Cáucaso liberó a Prometeo, con el consentimiento de Zeus, matando con una flecha al águila que todas las mañanas le roía el hígado. En agradecimiento Prometeo le aconsejó que no arrancase las manzanas con sus propias manos.
Una vez en el jardín de las Hespérides, siguiendo el consejo de Prometeo, le pidió a Atlante que cogiese las manzanas, mientras él sujetaba la bóveda terrestre en lugar del titán. Cuando Atlante tuvo las manzanas, comunicó al héroe, que él mismo llevaría las manzanas a Micenas. Heracles utilizando la astucia, se mostró de acuerdo, pero le pidió al titán que sujetase durante un momento la bóveda mientras el se colocaba una almohada para estar más cómodo. Una vez que el cándido titán tomó de nuevo el peso sobre sus hombros, Heracles cogió las manzanas y echó a correr. Una vez en Micenas, Euristeo devolvió las manzanas a Hera, que las puso de nuevo en el jardín.
Esta leyenda dio lugar al vocablo hesperidio, denominación que se usa para mencionar a los cítricos.


Leyendas sobre las flores (El Cerezo)

Cuenta una leyenda que hace cientos de años, en el  antiguo Japón, cuando los señores feudales se debatían en feroces batallas, existía una zona de hermosos campos lleno de cerezos. Y precisamente en uno de esos campos maravillosos existía un árbol que pese a tener vida, sus ramas no florecían. La tristeza era su única compañía, porque ni animal ni hierba se acercaba por miedo a morir también.
Una noche se le apareció un hada con bellas palabras que le ofreció su ayuda para que volviera a estar radiante y hermoso. Le ofreció practicarle un hechizo que duraría 20 años, en ese transcurso de tiempo debería emocionarse y sentir lo que siente  el corazón de un humano. Para ello podía convertirse en humano y en árbol indistintamente. En el caso de no conseguirlo, moriría sin remedio. Y es así como, tras el hechizo, el árbol impaciente se volvió paciente por dos décadas.
Casi cuando el plazo se iba a cumplir apareció  una joven de quince años, pensó que esta dulce joven sería la salvación y que podría conquistar a quien le devolvería la primavera en forma de flor. Y fue así como Sakura, cuyo significado es Flor de cerezo, conoció a un hermoso joven llamado Yohiro (Esperanza), de largos cabellos dorados y ojos aguamarina. Conversaron por largo tiempo y descubrieron, bajo las ramas del cerezo, que compartían la afición por los libros.
Al oscurecer, Sakura invitó a Yohiro a cenar en su casa, y entre conversación y conversación se dieron cuenta que su amistad se iba solidificando. Cuando tuvieron que separarse el silencio los invadió.
Inesperadamente, esa misma noche, la madre de Sakura decidió cortar el cerezo seco y marchito. Yohiro sintió un miedo infinito al ver peligrar su esperanza de volver a ser árbol en flor. Sakura suplicó a su madre que soltara el hacha y le confió su secreto mejor guardado: El cerezo era su único amigo. Gracias a ese árbol ella había tenido las mejores tardes de lectura y conversaciones. Y fue precisamente bajo sus ramas rotas donde conoció el amor.
De repente, misteriosamente, comenzó a brillar el árbol y todos fueron testigos de cómo el feo cerezo su apariencia cambiaba; como sus ramas marchitas y decaídas se tornaban en vigorosas, floreciendo las flores que en otro tiempo no existían.
El hada, artífice del hechizo hacía dos décadas, dio a Yohiro la oportunidad de elegir entre la forma de humano o la de árbol. Y fue así como los dos jóvenes, abrazados, decidieron emprender otra aventura juntos. La hermosa aventura de amar.
Y desde ese día el cerezo siempre permaneció en flor como símbolo de amistad y del amor que se profesaban Sakura y Yohiro.


Leyendas sobre las flores (Flor del Ceibo)

Según cuenta la leyenda la "flor del ceibo" nació cuando Anahí fue condenada a morir en la hoguera, después de un cruento combate entre su tribu y los guaraníes.
Por entre los árboles de la selva nativa corría Anahí. Conocía todos los rincones de la espesura, todos los pájaros que la poblaban, todas las flores. Amaba con pasión aquel suelo silvestre que bañaba las aguas oscuras del río Barroso. Y Anahí cantaba feliz en sus bosques, con una voz dulcísima, en tanto callaban los pájaros para escucharla. Subía al cielo la voz de la india, y el rumor del río que iba a perderse en las islas hasta desembocar en el ancho estuario, la acompañaba.
Nadie recordaba entonces que Anahí tenía un rostro poco agraciado, ¡tanta era la belleza de su canto!. Pero un día resonó en la selva un rumor más violento que el del río, más poderoso que el de las cataratas que allá hacia el norte estremecían el aire. Retumbó en la espesura el ruido de las armas y hombres extraños de piel blanca  remontaron las aguas y se internaron en la selva. La tribu de Anahí se defendió contra los invasores. Ella, junto a los suyos, luchó contra el más bravo. Nadie hubiera sospechado tanta fiereza en su cuerpecito moreno, tan pequeño. Vio caer a sus seres queridos y esto le dio fuerzas para seguir luchando, para tratar de impedir que aquellos extranjeros se adueñaran de su selva, de sus pájaros, de su río. Un día, en el momento en que Anahí se disponía a volver a su refugio, fue apresada por dos soldados enemigos. Inútiles fueron sus esfuerzos por librarse aunque era ágil.
La llevaron al campamento y la ataron a un poste, para impedir que huyera. Pero Anahí, con maña natural, rompió sus ligaduras, y valiéndose de la oscuridad de la noche, logró dar muerte al centinela. Después intentó buscar un escondite entre sus árboles amados, pero no pudo llegar muy lejos. Sus enemigos la persiguieron y la pequeña Anahí volvió a caer en sus manos.
La juzgaron con severidad: Anahí, culpable de haber matado a un soldado, debía morir en la hoguera. Y la sentencia se cumplió. La indiecita fue atada a un árbol de anchas hojas y a sus pies apilaron leña, a la que dieron fuego. las llamas subieron rápidamente envolviendo el tronco del árbol y el frágil cuerpo de Anahí, que pareció también una roja llamarada.
Ante el asombro de los que contemplaban la escena, Anahí comenzó de pronto a cantar. Era como una invocación a su selva, a su tierra, a la que entregaba su corazón antes de morir. Su voz dulcísima estremeció a la noche, y la luz del nuevo día pareció responder a su llamada.
Con los primeros rayos del sol, se apagaron las llamas que envolvían Anahí. Entonces, los rudos soldados que la habían sentenciado quedaron mudos y paralizados. El cuerpo moreno de la indiecita se había transformado en un manojo de flores rojas como las llamas que la  envolvieron, hermosas como no había sido nunca la pequeña, maravillosas como su corazón apasionadamente enamorado de su tierra, adornando el árbol que la había sostenido.
 Así nació el ceibo, la rara flor encarnada que ilumina los bosques de la mesopotamia argentina. La flor del ceibo que encarna el alma pura y altiva de una raza que ya no existe.