La primera dificultad con la que se topó el héroe fue
 averiguar dónde se encontraba el famoso jardín. Para ello primero se 
dirigió hacia Macedonia, donde luchó y venció a Cicno. En Iliria 
consultó a unas ninfas que le indicaron que solo Nereo podría desvelarle
 la situación del jardín. Le llevaron ante Nereo y aunque el dios para 
desasirse del abrazo de Heracles se metamorfoseó de mil maneras 
diferentes, el héroe no consintió en soltarle mientras no le mostrase el
 camino que debía seguir. Camino del jardín luchó con Busiris. En Asia 
mató a Ematión. Y a su paso por el Cáucaso liberó a Prometeo, con el 
consentimiento de Zeus, matando con una flecha al águila que todas las 
mañanas le roía el hígado. En agradecimiento Prometeo le aconsejó que no
 arrancase las manzanas con sus propias manos.
Una vez en el jardín de las Hespérides, siguiendo el 
consejo de Prometeo, le pidió a Atlante que cogiese las manzanas, 
mientras él sujetaba la bóveda terrestre en lugar del titán. Cuando 
Atlante tuvo las manzanas, comunicó al héroe, que él mismo llevaría las 
manzanas a Micenas. Heracles utilizando la astucia, se mostró de 
acuerdo, pero le pidió al titán que sujetase durante un momento la 
bóveda mientras el se colocaba una almohada para estar más cómodo. Una 
vez que el cándido titán tomó de nuevo el peso sobre sus hombros, 
Heracles cogió las manzanas y echó a correr. Una vez en Micenas, 
Euristeo devolvió las manzanas a Hera, que las puso de nuevo en el 
jardín.
Esta leyenda dio lugar al vocablo hesperidio, denominación que se usa para mencionar a los cítricos.
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