miércoles, 18 de noviembre de 2015

Leyendas en Catalunya (Las Ocas de Santa Eulalia [II])

El porqué de las Ocas en el claustro:

La presencia y el número de las ocas se atribuye a dos leyendas. La primera tradición es más popular y más de pueblo: Había un campesino que fue a la ciudad con un par de gansos dentro de una cesta para ir a ver a un su pariente canónigo y llevaba los gansos como presente. Pidió que podía dejar las ocas aquella noche mientras esperaba encontrar su pariente y le dijeron que en el lavadero del claustro. Esa misma noche unos rateros querían robar el tesoro de la catedral y los gansos al oír ruido formaron tal alboroto que los ladrones huyeron despavoridos y si no han parado todavía corren. Debemos recordar que en muchas granjas, se utilizan como autenticos perros guardiones

Desde entonces los gansos se quedaron en la catedral y ya no salieron más del lavadero del claustro y si vais las verá bien blancas y espabiladas. Siempre están comiendo y se muestran muy amables con los visitantes
. El número de ocas que se puede ver en el claustro, 13, se debe a la leyenda de Santa Eulalia, quien reposa en la cripta de la Catedral. Durante la época romana, la pequeña Eulalia fue condenada por negarse a renunciar a la fe cristiana, y se le aplicaron 13 martirios, tantos como años tenía.
La leyenda dice que el día que falte una sola Oca, la catedral de Barcelona se derrumbara, así que si vais algún día a visitarla no olvidéis contarlas, por si acaso





 

Leyendas en Catalunya (Las Ocas de Santa Eulalia [I])

Santa Eulalia (llamada también Olaya, Olalla, Eulària o Laia) nacio en Barcelona hacia el 290 y fallecio en febrero de 303, fue una mártir cristiana. Fue canonizada en 633 y se considera santa tanto por la Iglesia Católica como por la Ortodoxa.
Es la patrona de los municipios de Barcelona, Pallejá, Perpignan, Esparraguera, Riudecols, Santa Eulalia del Campo (Teruel) y Ribas de la Valduerna (Leon)

La leyenda, de la que se tiene constancia a partir del siglo VII, se remonta a la época romana. Según la tradición cristiana, Eulalia fue una niña, educada en el cristianismo, que vivió en las afueras de la ciudad de Barcino, en lo que hoy es Sarriá, a finales del siglo III. Con 13 años, durante el período de persecuciones a los cristianos del emperador Diocleciano (284-305 dC), Eulalia se escapó de su hogar y fue a buscar al gobernador de Barcino, Daciano, para recriminarle las represiones. El gobernador, ante la negativa de la niña a renunciar a la fe cristiana, la condenó a trece martirios, tantos como años tenía.
Según la tradición, como primer tormento fue encarcelada en una prisión oscura, para posteriormente ser azotada. En el ecúleo le fue desgarrada la carne con garfios. Luego fue puesta de pie sobre un brasero ardiendo y le fueron quemados los pechos. Las heridas le fueron fregadas con piedra tosca, para luego arrojarles aceite hirviendo y plomo fundido, además de lanzarla a una fosa de cal viva.
El noveno tormento, uno de los más conocidos popularmente, consistió en ponerla desnuda dentro de un tonel lleno de cristales, clavos y otros objetos punzantes, siendo lanzada por una calle en bajada.
Posteriormente, fue encerrada en un corral lleno de pulgas. Finalmente, fue paseada desnuda por las calles de la ciudad hasta el lugar del suplicio donde fue crucificada en una cruz en forma de aspa. Según la leyenda, durante su cruxifición se produjo una nevada, tapando la pureza de su cuerpo desnudo. También según la tradición popular, al final de su oración de que el Señor la tomara a Su Reino, la gente vio volar hacia el cielo de su boca una paloma blanca.

A lo largo de los siglos, otras leyendas y mitos han surgido sobre la santa. En 878 los restos de la santa, que estaban enterrados en Santa María de las Arenas, fueron trasladados a lo que hoy es la Catedral de Barcelona. Según la leyenda, cuando la comitiva que llevaba el arca llegó a la puerta de la ciudad, el sarcófago se volvió tan pesado que resultaba imposible moverlo. En ese instante, apareció un ángel que señaló con el dedo a uno de los canónigos de la procesión. Este, arrepentido, confesó que se había quedado un dedo del pie de la santa como reliquia. Una vez restituido el dedo mutilado, los restos pudieron cruzar las murallas.
Desde 1868 Santa Eulalia comparte el patronazgo de Barcelona con la Verge de la Merced y, en honor a ella, la ciudad celebra en el mes de septiembre su principal fiesta mayor. La cultura popular atribuye a las lágrimas de Santa Eulalia, triste por el olvido de los barceloneses a su leyenda, las lluvias que a menudo deslucen las celebraciones de La Merced.

Asesinos en serie (Thug Behram [III])

Según la visión más extendida, no existe asesino no-militar más prolífico que Thug Behram, quien supuestamente asesinó a unas 931 personas con su pañuelo. Sin embargo la verdad es que eso es un mito originado en una confusión histórica inflada por el rumor que, al igual que en tantos casos, es motivado y alimentado por la ya conocida morbosidad popular y el amarillismo de las fuentes de información.
En efecto, la fuente original sobre la confesión de Behram  es un manuscrito sobre los Thuggee escrito en 1830 por James Paton, un oficial de la Compañía de las Indias Orientales. Específicamente, el texto de Paton establece que Behram simplemente había "estado presente" en 931 casos de asesinato, siendo que, en casi todas esas ocasiones, el crimen se llevó a cabo por un grupo de entre 25 y 50 hombres. Entonces: ¿realmente a cuántos hombres mató Behram con sus propias manos? Más adelante, en el mismo manuscrito de James Paton, Behran declara literalmente: "Pude haber estrangulado con mis propias manos a unos 125 hombres, y pude haber visto el estrangulamiento de más de 150".
Ahora bien: ¿qué pasó con Behram después de confesar? Según se sabe, pese a haber estado con los thugs entre 1790 y 1830, Behram los traicionó y dio toda la información posible al rey británico con tal de no ser juzgado por ninguno de los asesinatos que confesó; sin embargo, a él también fue traicionado, no ya con confesiones, sino con la áspera cuerda de la horca que acabó con su miserable vida, cuando contaba con 75 años en 1840.

fuente: http://www.asesinos-en-serie.com


Asesinos en serie (Thug Behram [II])

Y dentro de la secta la discriminación casi no existía: jóvenes, viejos, enfermos, débiles, fuertes, sanos. Todos podían ocupar su lugar: si por edad o enfermedad no tenías fuerzas para matar, te destinaban al espionaje o a la mera expectación, dependiendo del caso. Eran pues una organización disciplinada, ordenada, clandestina, hábil, cautelosa, metódica y sigilosa… Estuvieron dispersos eficazmente por toda la India, siempre haciéndose pasar por una profesión tributante, siempre salvándose de ser pillados por el gobierno hindú.
Su modus operandi era el siguiente: se infiltraban en caravanas de viajeros, mandando a determinados miembros que se hacían pasar por tales y se ganaban la confianza y la simpatía de los demás; para luego, en momentos de siesta (nocturna o matutina) o esparcimiento, asaltar a los viajantes junto con otros thugs que, sin participar de la caravana, habían estado siguiéndola gracias a pistas de los thugs infiltrados, en virtud de las cuales no solo podían realizar ese seguimiento sino que además eran alertados sobre el momento idóneo para el gran asalto, en el cual ahorcaban sin derramar sangre, pero luego desfiguraban (para que no logren identificar al muerto) los cuerpos de las víctimas y, en honor a la diosa Kali, los habrían en canal y los enterraban con sus "piquetas sagradas". Finalmente, tras sepultar a las víctimas y tomar las pertenencias, venía el terrible ritual Tuponee, en el que todos los thugs se anudaban a la cintura un rumal (un tipo de paño amarillo, representativo de Kal Bhairab, una manifestación violenta del dios Shiva), y luego danzaban sobre las tumbas de los viajantes… Con el procedimiento expuesto, por siglos los thugs mataron y saquearon en la India, movilizándose en grupos que iban desde los 10 hasta los 200 miembros.

Según el Record Guinness, los thugs llegaron a matar aproximadamente dos millones de personas; pero, para el historiador británico Mike Dash, la secta no empezó a operar sino apenas unos 150 años antes de su erradicación en 1830, por lo que no mataron ni siquiera un millón de personas sino unas 50.000, número que igualmente es alarmante. Pero, cualquiera que sea el caso, hay indicios y rumores, según confirma Patel, inspector y jefe de la Policía de Calcuta, de que en la actualidad los thugs han vuelto, solo que acompañados por sectas imitadoras y con una frecuencia mucho menor y un sigilo quizás mayor, cosa que explicaría cómo puede ser cierto el rumor sin que se haya levantado mucho revuelo, sobre todo en un país como la India, en el que se permiten atrocidades que a los occidentales nos harían enardecer.
En cuanto al final de los thugs, este fue posible gracias a que William Sleeman, un oficial británico destinado a la India, recibió a principios del siglo XIX la visita de numerosos nativos que denunciaban desapariciones de amigos y familiares, a lo cual se sumó el hecho de que también muchas caravanas de colonos ingleses estaban desapareciendo sin dejar rastro… Antes del gobierno colonial británico, se adjudicaban esas desapariciones a ataques de tigres, serpientes, cólera, bandidos (pero no thugs), etc… Pero Sleeman sabía que allí había un patrón irregular, y comenzó a dirigir una investigación hasta que finalmente encontró que los culpables eran los thugs.


Asesinos en serie (Thug Behram [I])

La primera mención sobre los thugs se remonta al año 1356, en un pasaje escrito por Ziau-d din Barni dentro de su Historia del Shah Firoz. En cuanto a la opinión de los propios thugs sobre su origen, éstos lo sitúan entre siete tribus musulmanas; no obstante, la adoración que muestran hacia la diosa (de la muerte y la destrucción) hindú, Kali, carece de influencia islámica. Sea como sea, Kali es el centro de la fe de los thugs, el justificativo para sus crímenes y su madre en el plano del relato mitológico.
Concretamente, en el Purana se cuenta que, al inicio de los tiempos, los demonios no permitían que los seres humanos se instalen en la Tierra, ya que mataban a cualquiera que osase poner un pie en ella. Indignada, Kali comienza a combatirlos; pero, cada vez que derramaba la sangre de estos demonios, surgía uno nuevo de cada gota… Ante eso, tomó sus gotas de sudor y las empleó para crear a dos hombres, a los cuales dio pañuelos para que estrangulen a los demonios, pudiendo de esa forma matarlos sin derramar sangre. Los dos (los hombres creados a partir de su sudor) de Kali consiguieron cumplir la misión encomendada por su diosa madre, convirtiéndose así en los primeros thugs, de los cuales se creían descendientes los ladrones-estranguladores que luego tomaron el nombre de “thugs”, matando bajo la creencia de que sus asesinatos eran sagrados y evitaban, con cada víctima, un retraso de mil años en la llegada de Kali, quien por ser la Diosa de La Destrucción nos acabaría en caso de volver…
En base a esa fe, los thugs llegaron a considerar que el asesinato premeditado no era solo una forma de beneficiarse (al tomar las pertenencias de las víctimas), sino un importantísimo deber religioso. Aunque parezca insólito, la irracionalidad del hombre es tal que, según ciertas fuentes, a finales del siglo XVIII la secta criminal contaba con aproximadamente un millón de peligrosos adeptos, que se creían practicantes de una “honorable profesión”, se identificaban entre sí con ciertos símbolos y hablaban su propio argot (jerga, lengua grupal), el Ramasi.