miércoles, 18 de noviembre de 2015

Asesinos en serie (Thug Behram [II])

Y dentro de la secta la discriminación casi no existía: jóvenes, viejos, enfermos, débiles, fuertes, sanos. Todos podían ocupar su lugar: si por edad o enfermedad no tenías fuerzas para matar, te destinaban al espionaje o a la mera expectación, dependiendo del caso. Eran pues una organización disciplinada, ordenada, clandestina, hábil, cautelosa, metódica y sigilosa… Estuvieron dispersos eficazmente por toda la India, siempre haciéndose pasar por una profesión tributante, siempre salvándose de ser pillados por el gobierno hindú.
Su modus operandi era el siguiente: se infiltraban en caravanas de viajeros, mandando a determinados miembros que se hacían pasar por tales y se ganaban la confianza y la simpatía de los demás; para luego, en momentos de siesta (nocturna o matutina) o esparcimiento, asaltar a los viajantes junto con otros thugs que, sin participar de la caravana, habían estado siguiéndola gracias a pistas de los thugs infiltrados, en virtud de las cuales no solo podían realizar ese seguimiento sino que además eran alertados sobre el momento idóneo para el gran asalto, en el cual ahorcaban sin derramar sangre, pero luego desfiguraban (para que no logren identificar al muerto) los cuerpos de las víctimas y, en honor a la diosa Kali, los habrían en canal y los enterraban con sus "piquetas sagradas". Finalmente, tras sepultar a las víctimas y tomar las pertenencias, venía el terrible ritual Tuponee, en el que todos los thugs se anudaban a la cintura un rumal (un tipo de paño amarillo, representativo de Kal Bhairab, una manifestación violenta del dios Shiva), y luego danzaban sobre las tumbas de los viajantes… Con el procedimiento expuesto, por siglos los thugs mataron y saquearon en la India, movilizándose en grupos que iban desde los 10 hasta los 200 miembros.

Según el Record Guinness, los thugs llegaron a matar aproximadamente dos millones de personas; pero, para el historiador británico Mike Dash, la secta no empezó a operar sino apenas unos 150 años antes de su erradicación en 1830, por lo que no mataron ni siquiera un millón de personas sino unas 50.000, número que igualmente es alarmante. Pero, cualquiera que sea el caso, hay indicios y rumores, según confirma Patel, inspector y jefe de la Policía de Calcuta, de que en la actualidad los thugs han vuelto, solo que acompañados por sectas imitadoras y con una frecuencia mucho menor y un sigilo quizás mayor, cosa que explicaría cómo puede ser cierto el rumor sin que se haya levantado mucho revuelo, sobre todo en un país como la India, en el que se permiten atrocidades que a los occidentales nos harían enardecer.
En cuanto al final de los thugs, este fue posible gracias a que William Sleeman, un oficial británico destinado a la India, recibió a principios del siglo XIX la visita de numerosos nativos que denunciaban desapariciones de amigos y familiares, a lo cual se sumó el hecho de que también muchas caravanas de colonos ingleses estaban desapareciendo sin dejar rastro… Antes del gobierno colonial británico, se adjudicaban esas desapariciones a ataques de tigres, serpientes, cólera, bandidos (pero no thugs), etc… Pero Sleeman sabía que allí había un patrón irregular, y comenzó a dirigir una investigación hasta que finalmente encontró que los culpables eran los thugs.


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