Las huellas de llanta halladas en los 
sitios no concordaron con las de la camioneta tampoco, la bala hallada 
en uno de los cadáveres tampoco perteneció a la pistola de Corona, en 
fin que ni las marcas de herida de machete ligaban con certeza al 
contratista con los muertos. Inclusive el acusado contaba con una 
coartada pues durante el tiempo de la muerte de varios de los enterrados
 estaba usando muletas para caminar.
El juicio contra Juan V. Corona fue 
sumamente largo y tedioso. El procedimiento se tornó en una lucha de 
intereses entre los abogados de la defensa y los de la parte acusadora, 
en este caso del Estado de California. Las principales disputas giraron 
en torno a la evidencia forense y a su complicada y fallida 
recopilación. Ningún especialista que pasó a rendir testimonio en la 
corte pudo asegurar al 100% que los cuchillos y el machete de Corona 
estaban conectados con los cadáveres encontrados. En cuanto a la sangre,
 igual ningún especialista pudo establecer de manera convincente que 
hubiera conexión entre las muestras de los muertos y las manchas y gotas
 encontradas en los efectos personales y la propiedad del acusado. 
Salieron a flote tantos y tan complicados detalles que muchas veces se 
perdió la perspectiva de los crímenes para enfocarse en la efectividad 
de los analistas y en su reputación profesional. Aún las recetas y 
recibos hallados en los entierros fueron puestos en duda, al sugerirse 
que tal vez alguien quiso inculpar de esa manera a Corona con los 
asesinatos. Hubo quien sugirió que se revisara la antigüedad de cada 
cadáver y de las notas para poder dilucidar si fueron puestas después o 
cayeron en las tumbas en el momento mismo del crimen. Esta estrategia 
puso al descubierto errores de procedimiento por parte de los forenses 
al clasificar los cuerpos, los cuales fueron numerados de diferente 
manera por los médicos, contrariamente el sistema con que la Policía los
 fue etiquetando. Luego estuvo el hecho de que nadie pudo concluir que 
Juan V. Corona fuera homosexual, este hecho hubiera resultado crucial 
dada la evidencia de que los crímenes tenían una motivación notoriamente
 sexual. Hawk, el abogado defensor, nunca llevó ningún testigo clave al 
estrado y, aunque no lo nombró explícitamente, basó gran parte de su 
estrategia en sugerir que había sido el hermano de Juan, es decir 
Natividad Corona, el "verdadero" responsable de la matanza.
Para complicar más el juicio resulta que
 se le acusó a Corona por los 25 crímenes, multiplicando así en costos 
monetarios y de tiempo las diligencias respectivas. Usualmente cuando se
 acusa a un multihomicida basta con procesarlo por uno o dos crímenes de
 la multitud que se le adjudican, pero en este caso ese detalle de 
atiborrar de acusaciones constituía la estrategia de la parte acusadora 
para conformar un caso ganador. Es decir, cimentar el mosaico de 
evidencias circunstanciales de que habíamos hablado párrafos atrás. 
Finalmente ambas partes dieron por agotados sus trabajos y el jurado 
decidió que Juan V. Corona era culpable de 25 homicidios, en 
consecuencia el juez recetó 25 cadenas perpetuas con derecho a libertad 
condicional.
Poco tiempo después Corona volvió a 
juicio puesto que un nuevo grupo de abogados tomó la defensa del caso y 
decidió que no se le había defendido correctamente en su primer juicio. 
De hecho nadie se explica el por qué su primer abogado defensor no hizo 
nada por alegar incapacidad mental. Estaba claro y documentado que 
Corona había sido sometido a electroshocks. Sin embargo este nuevo lance
 probó ser ineficaz y costoso, pues se estima que a los contribuyentes 
californianos el chiste les salió en varios millones de dólares. 
Básicamente el jurado argumentó que Corona era el más probable culpable 
por la evidencia de su bitácora personal, donde había anotado un 
registro de los nombres de varias de las victimas halladas y, siendo de 
ese modo, no se modificó la sentencia del juicio anterior, siendo que 
hasta esa evidencia no estaba exenta de controversia y que fue materia 
de mucho debate entre especialistas en Grafología.
En cuanto a Corona, no lo pasó bien en 
la cárcel los primeros años, puesto que fue atacado por cuatro internos,
 quienes lo cosieron a puñaladas, casi haciéndolo morir y destruyéndole 
un ojo en el ataque. Pero luego Corona se recuperó y a la fecha continúa
 purgando su sentencia en la prisión estatal de Corcoran en California. 
Padece de demencia senil y su salud no es buena.