A estas alturas de la conmoción el
sheriff Whiteaker ya conocía algunos detalles muy oscuros acerca del
contratista mexicano Juan Vallejo Corona.
Para principio de cuentas circulaban
rumores acerca de Corona y algunos ‘asuntos’ suyos con hombres
homosexuales. Luego estaba el hecho de que había sido diagnosticado de
esquizofrenia (1956) y conforme a los usos médicos de entonces fue
sometido a terapia de electrochoques. También se conocía a la perfección
un macabro episodio que involucraba a su hermano Natividad Corona, ese
sí un conocido y violento gay que operaba el café ‘Guadalajara’ en el
poblado de Marysville. En dicho episodio apareció en el baño del lugar
un joven sangrando de la cabeza, pues con un machete le habían volado
parte del cuero cabelludo. El sujeto fue auxiliado por otros comensales y
el homosexual Natividad Corona huyó del país hacia México. La víctima
demandó por $250,000 dólares, pero el proceso nunca fructificó ante la
ausencia del demandado. La existencia de este lío entre homosexuales
daba mucho en que pensar acerca del señor Juan Corona.
En una época en que todavía no explotaba
el uso de compleja tecnología forense, la única manera de construir el
caso contra Juan Corona fue mediante evidencia circunstancial. Los
fiscales sabían que las notas del mercado podían ser rebatidas durante
el juicio así es que mediante los testimonios de muchas fuentes podían
armar un mosaico que sustituyera la evidencia que, en otros casos, es
concluyente y liga al asesino con las víctimas.
En la época de los hallazgos en los
huertos, el trabajo del Departamento de Policía se multiplicó
enormemente. Las labores no solamente abarcaban la exhaustiva búsqueda
de restos humanos; a pesar de haber encontrado la tumba masiva, existía
la posibilidad de hallar cuerpos solitarios enterrados por aquí y allá.
También había que atender a las numerosas personas que se habían
enterado del asunto y que buscaban noticias de seres queridos
desaparecidos. Así que había que investigar y dar seguimiento a cada
caso. Igualmente daba trabajo la Prensa y los curiosos que atestaban las
cercanías del entierro masivo. El 4 de Junio la búsqueda llegó a su
final. El conteo quedó en 25 cuerpos, de los cuales únicamente tres no
eran cadáveres de anglosajones, tampoco hubo uno solo de origen
mexicano. Tras un arduo proceso, todos fueron identificados menos 4 que
permanecieron en calidad de desconocidos.
En una de las tumbas a ras de tierra se
halló una pieza más de evidencia contra Juan Corona. Un recibo bancario a
nombre del contratista apareció entre la tierra. El caso tomó mucha
fuerza, pero el sheriff Whiteaker convocó a destiempo a una conferencia
de prensa donde sin previo juicio ni mayores diligencias legales inculpó
al mexicano de los crímenes. El apresuramiento resultó contraproducente
puesto que abrió el caso al escrutinio de más abogados y especialistas
que determinaran realmente si había evidencia suficiente contra Corona.
El mosaico de evidencias que se pretendía formar no ayudaba al caso.
Además después de todo en los Estados Unidos nadie es culpable hasta que
se demuestre lo contrario.
Ya detenido se le comenzó a investigar a Corona surgiendo rápidamente el
detalle de que fue tratado por sus problemas mentales años atrás y de
cómo había recibido una docena de tratamientos a base de electrochoques,
cuando se pensaba que eran realmente eficaces. La información señalaba
que Corona era un pacífico hombre de familia, padre de cuatro mujeres y
un devoto que no faltaba un solo domingo a la iglesia. Sus ingresos
rondaban los $20,000 dólares al año y no había quejas de que abusara de
los trabajadores temporales a quienes contrataba. No faltaba la usual
queja de que no pagaba lo suficiente por el trabajo realizado. Pero
bueno, ¿qué contratista en esta vida paga lo justo? Sin embargo, existía
el testimonio de quienes hablaban de un Juan Corona irascible y
violento y de que había sido visto rondar los entierros tras las
huertas. El reportero Kidder visitó al inculpado en la cárcel para
cerciorarse de su estado mental y lo que vio fue a un sujeto triste, en
actitud humilde pero principalmente deprimido. Se dice que durante su
juicio sufrió dos ataques cardíacos y que pasaba su tiempo tomando
clases de Pintura.
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