jueves, 17 de diciembre de 2015

Asesinos en Serie (Juan Vallejo Corona [III])

A estas alturas de la conmoción el sheriff Whiteaker ya conocía algunos detalles muy oscuros acerca del contratista mexicano Juan Vallejo Corona.
Para principio de cuentas circulaban rumores acerca de Corona y algunos ‘asuntos’ suyos con hombres homosexuales. Luego estaba el hecho de que había sido diagnosticado de esquizofrenia (1956) y conforme a los usos médicos de entonces fue sometido a terapia de electrochoques. También se conocía a la perfección un macabro episodio que involucraba a su hermano Natividad Corona, ese sí un conocido y violento gay que operaba el café ‘Guadalajara’ en el poblado de Marysville. En dicho episodio apareció en el baño del lugar un joven sangrando de la cabeza, pues con un machete le habían volado parte del cuero cabelludo. El sujeto fue auxiliado por otros comensales y el homosexual Natividad Corona huyó del país hacia México. La víctima demandó por $250,000 dólares, pero el proceso nunca fructificó ante la ausencia del demandado. La existencia de este lío entre homosexuales daba mucho en que pensar acerca del señor Juan Corona.
En una época en que todavía no explotaba el uso de compleja tecnología forense, la única manera de construir el caso contra Juan Corona fue mediante evidencia circunstancial. Los fiscales sabían que las notas del mercado podían ser rebatidas durante el juicio así es que mediante los testimonios de muchas fuentes podían armar un mosaico que sustituyera la evidencia que, en otros casos, es concluyente y liga al asesino con las víctimas.
En la época de los hallazgos en los huertos, el trabajo del Departamento de Policía se multiplicó enormemente. Las labores no solamente abarcaban la exhaustiva búsqueda de restos humanos; a pesar de haber encontrado la tumba masiva, existía la posibilidad de hallar cuerpos solitarios enterrados por aquí y allá. También había que atender a las numerosas personas que se habían enterado del asunto y que buscaban noticias de seres queridos desaparecidos. Así que había que investigar y dar seguimiento a cada caso. Igualmente daba trabajo la Prensa y los curiosos que atestaban las cercanías del entierro masivo. El 4 de Junio la búsqueda llegó a su final. El conteo quedó en 25 cuerpos, de los cuales únicamente tres no eran cadáveres de anglosajones, tampoco hubo uno solo de origen mexicano. Tras un arduo proceso, todos fueron identificados menos 4 que permanecieron en calidad de desconocidos.
En una de las tumbas a ras de tierra se halló una pieza más de evidencia contra Juan Corona. Un recibo bancario a nombre del contratista apareció entre la tierra. El caso tomó mucha fuerza, pero el sheriff Whiteaker convocó a destiempo a una conferencia de prensa donde sin previo juicio ni mayores diligencias legales inculpó al mexicano de los crímenes. El apresuramiento resultó contraproducente puesto que abrió el caso al escrutinio de más abogados y especialistas que determinaran realmente si había evidencia suficiente contra Corona. El mosaico de evidencias que se pretendía formar no ayudaba al caso. Además después de todo en los Estados Unidos nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario.
 Ya detenido se le comenzó a investigar a Corona surgiendo rápidamente el detalle de que fue tratado por sus problemas mentales años atrás y de cómo había recibido una docena de tratamientos a base de electrochoques, cuando se pensaba que eran realmente eficaces. La información señalaba que Corona era un pacífico hombre de familia, padre de cuatro mujeres y un devoto que no faltaba un solo domingo a la iglesia. Sus ingresos rondaban los $20,000 dólares al año y no había quejas de que abusara de los trabajadores temporales a quienes contrataba. No faltaba la usual queja de que no pagaba lo suficiente por el trabajo realizado. Pero bueno, ¿qué contratista en esta vida paga lo justo? Sin embargo, existía el testimonio de quienes hablaban de un Juan Corona irascible y violento y de que había sido visto rondar los entierros tras las huertas. El reportero Kidder visitó al inculpado en la cárcel para cerciorarse de su estado mental y lo que vio fue a un sujeto triste, en actitud humilde pero principalmente deprimido. Se dice que durante su juicio sufrió dos ataques cardíacos y que pasaba su tiempo tomando clases de Pintura.



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