Cuentan las viejas voces de Euskal Herria, que muy cerca del monte
Txindoki, vivían una pareja de jóvenes vascos: Lon y Edurne. Su historia
es como la de tantos, se conocieron, se enamoraron y se casaron. Las
familias veían bien esta unión, pero la juventud de ellos, asustaba un
poco. De todas formas la resolución de aquel muchacho, y su fuerza de
voluntad, alejarían todo problema. Lo cierto es que se afincaron en un
paraje alejado del resto de sus familias.
Levantaron su hogar, con mucho esfuerzo, y labraron la tierra para obtener los frutos que les alimentaban.
En la puerta, una eguzki lore, presidía la entrada, y en el frente, una pirka de piedras, sostenía al final un lauburu tallado en roble.
La pareja era feliz y cada día agradecían a Amalur, lo logrado. Antes de ir a descansar, un trozo de pan casero era dejado cerca de la puerta para que Basajaun los protegiera.
Cuando llegó el invierno, Edurne quedó embarazada. El esfuerzo de andar en el monte con aquellos fríos y a veces la nieve, dejaban extenuada a la muchacha, que comenzó a toser y toser.
Pronto, no pudo salir mas, y Lon, obsequioso, le preparaba los alimentos y cuidaba de ella casi todo el día. A pesar de los cuidados del joven, pronto la boca de la muchacha se llenó de aftas, sus pechos se inflamaron, y las jaquecas la atormentaban por horas.
Lon, en un esfuerzo desesperado, viendo que sus cuidados no alcanzaban, rogó a Amalur, que le diese un remedio a los males de su esposa.
La Dama, que también es madre, comprendió que debía prestar su ayuda, y le llevó plantas de albahaca, que le hizo poner al resguardo del viento cerca de la casa. Pronto le enseñó a emplear un puñado de sus hojas en cocción como tisana. Hizo que Edurne la bebiera y al poco tiempo la joven se restableció. Desaparecieron los espasmos, las jaquecas y las aftas, y sus pechos se llenaron de leche.
Cuando nació el primer hijo de Lon y Edurne, se lo perfumaba de albahaca, y sentían la presencia de Amalur siempre.
Levantaron su hogar, con mucho esfuerzo, y labraron la tierra para obtener los frutos que les alimentaban.
En la puerta, una eguzki lore, presidía la entrada, y en el frente, una pirka de piedras, sostenía al final un lauburu tallado en roble.
La pareja era feliz y cada día agradecían a Amalur, lo logrado. Antes de ir a descansar, un trozo de pan casero era dejado cerca de la puerta para que Basajaun los protegiera.
Cuando llegó el invierno, Edurne quedó embarazada. El esfuerzo de andar en el monte con aquellos fríos y a veces la nieve, dejaban extenuada a la muchacha, que comenzó a toser y toser.
Pronto, no pudo salir mas, y Lon, obsequioso, le preparaba los alimentos y cuidaba de ella casi todo el día. A pesar de los cuidados del joven, pronto la boca de la muchacha se llenó de aftas, sus pechos se inflamaron, y las jaquecas la atormentaban por horas.
Lon, en un esfuerzo desesperado, viendo que sus cuidados no alcanzaban, rogó a Amalur, que le diese un remedio a los males de su esposa.
La Dama, que también es madre, comprendió que debía prestar su ayuda, y le llevó plantas de albahaca, que le hizo poner al resguardo del viento cerca de la casa. Pronto le enseñó a emplear un puñado de sus hojas en cocción como tisana. Hizo que Edurne la bebiera y al poco tiempo la joven se restableció. Desaparecieron los espasmos, las jaquecas y las aftas, y sus pechos se llenaron de leche.
Cuando nació el primer hijo de Lon y Edurne, se lo perfumaba de albahaca, y sentían la presencia de Amalur siempre.
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