martes, 29 de diciembre de 2015

Asesinos en Serie (Karl Denke [IV])

Afortunadamente Gabriel pudo ayudar al joven, un vagabundo llamado Vincenz Oliver. De ese modo, aproximadamente a la una de la tarde, Vincenz apareció con la respiración agitada en la estación policial. Allí contó todos los horrores vividos a los impresionados policías, que se resistían a creer que Karl fuese capaz de tales atrocidades pero, por la insistencia de Vincenz, terminaron creyendo que aquello era posible y detuvieron a Karl, quien insistía que solo estaba defendiendo su propiedad de un "ladrón desconocido". Pero mentía, y antes de que los restos humanos le hiciesen un jaque mate judicial, en la misma noche de su detención, un guardia encontró el cadáver de Karl Denke en la celda. Karl Denke se había ahorcado con una soga hecha de pañuelo, pues prefirió desaparecer para siempre antes que afrontar la vergüenza y el rechazo públicos, antes que ser conocido por lo que en verdad era: un monstruo sanguinario.
Después de que el cadáver de Karl fuese devuelto a su familia, los policías fueron a la casa de éste, justo en la mañana de la Navidad de 1924, un día que debía estar marcado por la alegría familiar, la devoción al Salvador y la caridad, pero no los horrores inefables que pronto verían en la tienda de Karl, y que posteriormente, en 1926, fueron publicados en un informe, presentado por Friedrich Pietrusky (entonces jefe interino del Instituto de Medicina Legal en Breslau) y aparecido en la "Deutsche Zeitschrift für gesamte Gerichtliche Medizin"

fuente:  http://www.asesinos-en-serie.com

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