martes, 29 de diciembre de 2015

Asesinos en Serie (Karl Denke [III])

Sorprendentemente, Karl empezó a matar bastante tarde, cuando tenía 39 años. Su primera víctima fue Emma Sander de 25 años, en 1909. No obstante, su tendencia oscura recién floreció plenamente en 1921 (cuando él tenía 51 años), pues fue entre ese año y 1924 cuando Karl asesinó a prácticamente todas sus víctimas, según se deduce de un conjunto de hojas en que anotó los nombres de las víctimas, las fechas de las muertes, y el peso de los cuerpos, todo en el contexto de un macabro plan para vender su sabroso escabeche de cerdo y demás productos.
Antes del episodio que causó la captura de Karl, los vecinos se habían quejado varias veces del fuerte y penetrante olor que venía de su apartamento. Además Karl siempre tenía mucha carne, incluso cuando nadie tenía dinero para comprar carne… ¿De dónde sacaría la carne? Matar perros callejeros para vender su carne era ilegal, y los vecinos sospechaban que los canes eran la fuente de la materia prima de los escabeches de Karl, pero nadie intentó hacer algo porque sentían agrado por Karl y no daban importancia a la vida de los canes. ¿Y los cubos de sangre del patio? Si la carne era de perro, la sangre también debía ser de perro, y no importaba. Por último, quedaban los constantes ruidos de martilleo y aserrado que provenían del apartamento de Karl, y el hecho de que a menudo lo veían salir de noche con grandes fundas, y regresar siempre con las manos vacías. ¿Qué había en las fundas?, ¿Sacaba también de los supuestos perros el dinero para las otras cosas que vendía o eran estas mismas cosas hechas de perro? Aquello era una mera sospecha, y lo peor que podían pensar de Karl, era que estuviese explotando a los pobres canes callejeros para ganarse la vida. Pero lo que vendía era bueno, y eso, junto al hecho de que se le consideraba un buen tipo, bastó para que lo dejaran en paz y no diesen mucha importancia a la conjetura de los perros.
Entre las doce y la una de la tarde del 21 de diciembre de 1924, el cochero Gabriel, inquilino de Karl Denke, escuchó gritos de socorro provenientes de la planta baja. Temeroso de que Karl se hubiese herido, bajó corriendo a ayudar, pero no encontró a Karl, sino a un joven que avanzaba tambaleándose en medio del pasillo, con el rostro cubierto de agonía y la sangre chorreando de las grietas de su cráneo abierto… Estupefacto, Gabriel vio cómo el joven se le acercaba, luchando contra la inconsciencia que finalmente lo abatió después de que alcanzase a contar que "Papá Denke lo había atacado con un pico"

 

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