Los Pomeroy prometieron esmerarse en la
vigilancia de su hijo, a quien habían dejado vagar más de la cuenta. La
señora tenía una tienda de ropa y su hijo mayor un puesto de periódico,
negocios en los cuales emplearían al joven Jesse para que no perdiera el
tiempo. A pesar de los horribles crímenes de que se había acusado a
Pomeroy, la Policía consideraba que no se debía ser muy duro y por mucho
tiempo contra el chico, y que se le debía dar una oportunidad de
redimirse. A ninguna autoridad se le ocurrió informar a nadie en la
comunidad dónde vivía Pomeroy o que éste había sido liberado. La gente
vivía bajo la creencia de que “el sádico bribón del ojo blanco” estaría
bien guardado por varios años.
No pasaron ni dos meses en libertad.
Pomeroy atacó cuando la oportunidad se presentó a la puerta de la tienda
de su mamá. El 18 de Marzo de 1874, muy temprano Jesse efectuaba la
limpieza y platicaba con un empleado de apellido Kohr, de la misma edad
que Pomeroy, cuando llegó la niña Katie Curran a preguntar por un
cuaderno de notas. La chica explicó que tenía un nuevo profesor y
deseaba un cuaderno nuevo. Para su desgracia la primera tienda que había
visitado no tenía ya la mercancía solicitada. Inmediatamente Pomeroy
urdió una treta para tener a la jovencita. Dijo que quedaba un cuaderno
pero manchado de tinta y que había que buscarlo dentro de la tienda,
entonces mandó al ayudante Kohr con el carnicero a conseguir comida para
las mascotas, dejando libre el camino para sus obscuros deseos. La
inocente chica siguió a Pomeroy a unas escaleras que daban a un especie
de sótano en el edificio, confiada en la explicación de que abajo
también tenían una tienda. Solo al final pudo darse cuenta que había
sido engañada, pero era demasiado tarde. Fue sometida velozmente por
Pomeroy, quien con su navaja de bolsillo la degolló brutalmente. Cuando
el cuerpo fue descubierto, su avanzado estado de descomposición hizo muy
difícil conocer el grado de daños que había recibido. Después de
asesinar a la pequeña Katie, Pomeroy se lavó la sangre y regresó al
puesto a seguir trabajando como si nada hubiera ocurrido. El cadáver
permaneció donde lo había dejado sin que nadie notara nada extraño hasta
que la Policía fue a rescatarlo.
La madre de Katie Curran comenzó a
buscarla a la hora que la niña había salido de su casa. Su búsqueda
resultó infructuosa y con escasa cooperación de la Policía, quienes en
todo momento evitaron incriminar a Jesse Pomeroy en la desaparición de
Katie, a pesar de la declaración del ayudante Kohr y del turbio pasado
reciente del sádico bribón. Luego apareció un testigo que aseguró haber
visto cómo Katie Curran había sido introducida a un vagón de tren,
entonces la Policía determinó que se trataba de un secuestro y el caso
quedó congelado.
La sed de sangre de Pomeroy estaba lejos de terminarse tras el crimen
contra Katie Curran, poco después seguía en lo mismo, en busca de algún
ingenuo chico a quien engañar con la promesa de dinero, dulces o lo que
fuera para llevarlo a un sitio apartado donde asaltarlo. Y tal iba a ser
el destino del chico Harry Field, a quien le prometió unos centavos por
llevarlo a una calle que dijo no saber cómo llegar a ella. Una vez que
dieron con el lugar, Pomeroy se tornó violento y amenazó al chico con
matarlo si gritaba. Para la enorme fortuna de Harry, ocurrió que, cuando
iban por la calle, un rapazuelo vecino de Pomeroy apareció en el camino
y comenzaron a gritarse de un lado de la calle a otro, ese momento fue
aprovechado por Harry para huir corriendo y no parar hasta llegar a su
casa.
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