Mientras avanzaba cautelosamente por el
jardín, Yoo escuchó el llanto de un bebé e interpretó que al menos debía
haber dos personas en la casa. Se aproximó, abrió la puerta principal y
no vio a nadie, subió al segundo piso y tampoco vio a nadie. De pronto,
mientras bajaba las escaleras Yoo escuchó la voz de la ama de llaves,
la Sra. Bae de 53 años. Con tono de inquietud y disgusto, la Sra. Bae le
preguntó quién era y Yoo, en vez de responder, la amenazó con su
cuchillo y le obligó a encaminarse al dormitorio principal. Dentro del
dormitorio y acostado en su cama estaba el dueño de la casa, el Sr. Kim
de 87 años. La Sra. Bae, con el bebé en brazos, miró aterrada como Yoo
destrozaba el cráneo del Sr. Kim. Tras matar al anciano, Yoo le arrebató
el bebé a la ama de llaves, puso al bebé en un sofá de la habitación,
lo cubrió con una sábana y luego la asesinó a martillazos. Al bebé no le
hizo daño alguno pues, si bien en su afán de justicia vengadora había
cometido crímenes aborrecibles y crueles contra ancianos indefensos, la
crueldad de Yoo nunca elegía presas no vinculadas a su rencor.
Después de salir de la habitación, Yoo
hurgó un rato en la casa y encontró una caja fuerte que le resultó
tentadora, por lo que usó un palo de golf y unas tijeras para abrirla,
cortándose en el intento y derramando su sangre de forma tal que aquello
le despertó el temor a ser atrapado por su ADN. Nervioso y olvidándose
del bebé que había dejado en el sofá, Yoo tomó una abrigo negro, se lo
puso, le prendió fuego a la habitación para que no lo pudiesen capturar
rastreando su ADN y luego salió. Ya afuera y a la distancia, Yoo observó
la casa por aproximadamente media hora, intentando y no pudiendo ver
las llamas del incendio en el que el bebé se calcinó. Se habría quedado
un poco más, pero una mujer que parecía ser de la familia entró y Yoo
escapó nerviosamente de la escena del crimen, olvidando que había dejado
algunas huellas y que una cámara de seguridad lo había filmado por
detrás (por suerte para él).
Tras el episodio en casa del Sr. Kim,
Yoo decidió descansar de su sangrienta campaña y se forjó un ID
(documento de identificación) falso de policía. Con ese ID, Yoo
recorrió las diversas zonas rojas (zonas con clubs nocturnos, discotecas
y otros tipos de antros) de Seúl buscando proxenetas y prostitutas a
quienes extorsionar, cosa que le era posible ya que en Corea del Sur la
prostitución es ilegal, aunque muy abundante…
Logró así conseguir el equivalente a
unos 4.000 dólares, los cuales depositó en una cuenta y ya con eso pudo
alquilar tranquilamente un apartamento que le costaba 450 dólares al
mes. Allí, y esto se sabe porque el apartamento fue revisado mucho
después tras su captura, Yoo tenía una computadora en la que veía
frecuentemente pornografía y dvds de películas que compraba, tales como
Public Enemy, Very Bad Things y Normal Life. También, cerca de su cama
Yoo tenía una especie de mini biblioteca en la que estaban: un álbum con
recortes periodísticos sobre juguetes que tenía pensado comprarle a su
hijo; anuncios de pistolas; listas de cantantes pop con sus canciones;
notas sobre coches, computadoras y equipos musicales; un álbum de arte
lleno de retratos y desnudos femeninos que mostraban su talento para el
manga; y un cuaderno de su hijo lleno de dibujos hechos con lápices de
colores. Por otra parte se veían abundantes tarjetas de sexo a
domicilio. Estaban por casi todas partes: en cajones, en el suelo, en
estantes, etc. La mayoría de la gente desechaba esas tarjetas (en las
que se veía una foto erótica de la chica y un número para llamar) pero
Yoo las coleccionaba porque era un asiduo consumidor del sexo pagado.
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