jueves, 7 de abril de 2016

Asesinos en Serie (Yoo Young-Chul [IX])

Ya al otro lado, Yoo se acercó a la mujer (Sra. Jeon, de 25 años) y le preguntó a dónde iba. “Voy de compras”, respondió la mujer mientras el granizo descendía en aquella noche helada. Pese a la respuesta, Yoo siguió pensando que la mujer era una prostituta y le mostró su I.D. falso de policía, exigiéndole que le acompañe a un bar. La suspicaz mujer reaccionó entonces de una forma algo impetuosa y despreciativa: “¡Tú no eres un policía, loco bastardo!”, chilló ella. Instantáneamente la ira afloró en la cara de Yoo y la mujer, dándose cuenta, corrió antes de que Yoo la atacara, pero él fue más rápido que ella y la alcanzó antes de que entrara al restaurante. Le dio cinco rápidas puñaladas en el pecho y escapó de la escena del crimen. Poca gente caminaba por la calle en aquellos momentos y los conductores de los autos estaban inmersos en su mundo. Nuevamente Yoo escapaba, impunemente entre la indiferencia y el despiste de los ciudadanos.
El crimen visceral de aquel 6 de febrero había sido magnífico, pero peligroso y poco inteligente. Yoo tuvo suerte de no ser atrapado tras dar rienda suelta a su ira, pero no podía volver a permitirse un asesinato de ese estilo. Por eso, el 5 de marzo llamó a un servicio de sexo para que le enviaran una chica a su apartamento. En poco tiempo la chica estuvo allí, y todo fue normal, hasta que Yoo le dio un martillazo letal e inesperado en la cabeza. La chica se desplomó sobre el suelo haciendo un charco de sangre, y Yoo, imperturbable, fue por su sierra y empezó a cortarla hasta dividirla en dieciocho partes…Después metió las partes en fundas y llevó las fundas hasta una pequeña montaña detrás de la Universidad de Seogang. Allí enterró el cadáver.
Yoo nunca asesinaba sin deseo de venganza, y este caso no fue la excepción. Sucedió así que Yoo solía comprar viagra para sus sesiones de sexo pagado, pero esta vez quiso probar suerte e intentó ahorrar dinero, yendo así al mercado Goblin de Hwanghak-dong, un lugar con unas 500 tiendas y numerosos vendedores ambulantes. Vendían casi todo tipo de cosas en ese mercado lleno de precios baratos, y la viagra no podía faltar: el problema es que a veces era viagra falsa, y a Yoo le tocó la mala suerte de caer en la trampa del Sr. Ahn. Así, llegada la noche Yoo constató con frustración y coraje que la viagra no funcionaba en el momento necesario; por ende no solo se había arruinado la diversión sino que el dinero se había perdido, tanto en el puesto comercial del Sr. Ahn como en el pago por un servicio sexual que no pudo disfrutar durante todo el tiempo acordado. Yoo estaba realmente enfadado y le iba a hacer pagar al Sr. Ahn: no ya con monedas y billetes, sino con sangre.
Sin embargo Yoo esperó un tiempo y, recién la noche del 13 de abril, se apareció de nuevo ante el Sr. Ahn, mostrándole su falso I.D. de policía, amenazándolo e intentando obtener un soborno para no sancionarlo por estafa. Ahn dudó de la I.D. de Yoo y dijo que, antes de aceptar, tenía que ir a la estación policial más cercana para confirmar que la I.D. era real. Enfadado, Yoo lo confrontó, lo esposó y lo metió en su propia furgoneta (la de la víctima), conduciendo hasta su casa, donde se bajó y colocó el martillo, el cuchillo y los guantes en una bolsa. Después fue a un estacionamiento subterráneo que estaba cerca, mató a Ahn dentro de la furgoneta, caminó hasta su casa para lavarse las manos y cambiar el cuchillo, regresó al estacionamiento, limpió la sangre con un trapo que trajo y a la una de la madrugada condujo hasta Wolmi Island, un puerto turístico a 25 kilómetros de Seúl. Una vez allí, estacionó la furgoneta en una gasolinera abandonada que estaba cerca de la playa, le cortó las manos a Ahn con una sierra, las metió en una bolsa plástica, arrojó la bolsa en las rocas que estaban junto al muelle de la playa, roció la furgoneta con gasolina, se alejó, le prendió fuego y la miró arder en medio de la madrugada.
Por un rato disfrutó de las llamas que se alzaban en la oscuridad sobre las ruinas del estafador Ahn y de su furgoneta; pero, pasados algunos minutos, el sonido relajante de las olas dejó de ser el único y los bomberos aparecieron, por lo que Yoo tuvo que dejar discretamente la escena y escaparse en un taxi.

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