jueves, 7 de abril de 2016

Asesinos en Serie (Yoo Young-Chul [I])

Yoo Young-Chul (también conocido como “Yoo Young-Cheol”) nació un 18 de abril de 1970 en Waha, (Gochang [Corea del Sur]) en medio de una familia de clase obrera (por ende, con escasos recursos económicos). El nacimiento de Yoo fue algo no programado por sus padres, quienes vieron en el bebé otra carga más que se sumaba a todos los problemas con que tenían que lidiar por vivir en la pobreza. Tan grande fue ese rechazo inicial que, no muchos años después cuando vivía con su abuela, Yoo le dijo a su abuela que su madre había considerado matarlo.
Poco después del nacimiento de Yoo sus padres se separaron, por lo que Yoo fue a vivir con su abuela, criándose con ella hasta que tuvo seis años, momento en el cual Yoo se mudó a vivir con su padre en Seúl (capital de Corea del Sur). Aquello fue en parte posible ya que el padre de Yoo había regresado hace poco en condición de veterano de la Guerra de Vietnam (terminada en 1975), trayendo consigo un buen capital obtenido en su servicio militar. Dicho capital pudo haber rendido grandes frutos, pero el padre de Yoo lo invirtió malamente en especulaciones comerciales, aunque destinó otra parte del mismo para un local de cómics que había montado.
Aparentemente la vida de Yoo no sería tan mala, puesto que la tienda de cómics de su padre sí tenía clientela, mas la realidad era otra: Yoo no era la única boca que alimentar en el hogar, estaban también sus dos hermanos mayores y su hermana menor, además vivían en el distrito de Mapo, una zona tan pobre que no tenía ni electricidad ni agua potable, de modo que la gente se veía obligada a sacar agua de un pozo público. Sumado a eso, la madrastra de Yoo, una mujer cruel y abusiva que golpeaba salvajemente a su hermanita menor. Los hermanos de Yoo se salvaban de los golpes porque la mujer veía algo arriesgado golpearlos, ya que estos eran mayores y podían defenderse; y en cuanto a Yoo, si éste no recibía golpes de su madrastra era porque ella le tenía cierto recelo ya que él solía mirarla con odio y desprecio, fija, largamente y sin temor alguno.


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