Yoo, que había saltado el muro tras
asegurarse de que no hubiera nadie en el primer piso, no pensó que, al
abrir la puerta principal de la casa, alguien lo había escuchado. Así,
inquieta por ver quién había llegado, la abuela Kang de 85 años salió
del baño y fue a recibir a la inesperada visita. Junto a la puerta se
encontró con Yoo, quien salvajemente le propinó unos tres o cuatro
golpes en el cráneo. La pobre anciana se desplomó con la cabeza vuelta
un amasijo de sangre y huesos rotos. Entretanto, la señora Lee (la ama
de casa) de 60 años había bajado pero no tuvo tiempo de hacer nada
porque Yoo le dio dos patadas en el estómago. Viéndola doblada del
dolor, Yoo le preguntó si había más gente en casa y la señora dijo que
su esposo y su hijo estaban arriba, recibiendo como premio a su
colaboración una lluvia de martillazos…
Martillo en mano, Yoo subió al segundo
piso y rápidamente le salió al paso el Sr. Yoo Go de 35 años, hijo de la
Sra. Lee. Al ver al Sr. Yoo Go, el asesino lo obligó a arrodillarse y
después le hizo añicos la cabeza con nueve martillazos. Faltaba
solamente el esposo de la Sra. Lee y Yoo lo buscó pero no logró
encontrarlo. El tiempo corría y el riesgo de ser pillado aumentaba, de
modo que Yoo disfrazó de robo la escena del crimen, limpió las huellas
que había dejado y salió de la casa.
Apenas una semana después, el 16 de
octubre Yoo fue a dar una oscura visita al muy adinerado barrio Samsung
del distrito Gangnam. Nuevamente el proceso fue el mismo de las veces
anteriores, empezando por hallar una iglesia y terminando por escalar el
muro de una casa lujosa aparentemente segura.
En el jardín, Yoo pudo ver que alguien
se aproximaba: era la Sra. Yoo de 69 años, esposa del millonario dueño
de la casa. Ella había salido a ver el correo y Yoo se había escondido,
apareciéndosele por atrás cuando volvía a entrar. Amenazándola con su
cuchillo, Yoo le preguntó si había alguien en casa y la señora dijo que
no. Aprovechando la oportunidad, el asesino arrastró a la Sra. Yoo hasta
el baño y allí le martilló la cabeza…
Después desperdigó objetos en el
dormitorio de la víctima, limpió huellas, se quitó la sangre y se fue de
la casa, nuevamente sin llamar la atención.
Para su siguiente crimen Yoo esperó
hasta el 18 de noviembre. Eran aproximadamente las once de la mañana
cuando Yoo se dirigió a Hyehwa-dong. Allí siguió el mismo proceso de
siempre, con la diferencia de que esta vez había una pequeña estación de
policías en un callejón cercano a la casa que tenía pensado asaltar.
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