jueves, 31 de marzo de 2016

Asesinos en Serie (Jack Unterweger [VII])

Allí, entre las calles marginales del comercio carnal, Jack fue guiado por los agentes policiales hacia los puntos donde estaban las prostitutas. Le habían enseñado al gato la guarida de los ratones, y el precio fue la muerte de tres prostitutas: Sherri Ann Long, Shannon Exley e Irene Rodríguez. Todas habían sido dejadas a la intemperie y estranguladas con sus propios sostenes. Prácticamente la firma del asesino era estrangular a las víctimas con sus propias prendas, y el asesino había firmado esos tres casos. Los detectives Jim Harper y Fred Miller fueron los encargados de manejar las investigaciones de los tres asesinatos, pero de todas formas Jack volvió impunemente a Europa.
A su regreso a Viena, Jack escribió varios artículos sobre la prostitución en Los Ángeles y su experiencia en USA, pero su tranquilidad fue turbada cuando el 22 de octubre de 1991 ciertos funcionarios de la Oficina de Investigación Criminal lo interrogaron. Creían que podían hacerlo confesar, mas Jack fue más astuto que ellos y, ante la presión, todo lo que confesó (como si le pesara tal confesión) fue que solía acostarse con prostitutas, pero que no sabía nada de las víctimas. Tuvieron entonces que dejarlo en paz, momentáneamente.
Jack se puso más alerta después de la entrevista, y lo primero que hizo fue pedir apoyo a los amigos que tenía en el mundo periodístico. El apoyo surgió con contundencia y muchos colegas de Prensa se indignaron ante la "injusta" persecución e hicieron suya la causa de Jack, a lo cual se sumó la represalia que el propio Jack dio a la Policía escribiendo artículos de crítica en torno a la mala conducción que estaban teniendo las investigaciones.
El inteligente Dr. Ernst Geiger había conseguido rastrear el BMW que Unterweger compró cuando salió de la cárcel. Jack había vendido el BMW para comprar un Volkswagen Passat pero el propietario actual del BMW dejó que los policías examinaran minuciosamente el auto y entonces algo insólito fue hallado: un cabello de la prostituta Blanka Bockova, asesinada en Praga. En efecto, los análisis de laboratorio mostraban que el ADN del cabello era el mismo ADN del cadáver de Blanka Bockova, por lo que lo lógico fue suponer que Blanka había estado en el BMW cuando éste pertenecía a Jack, puesto que Jack lo vendió después del asesinato de Blanka.

Paralelamente al hallazgo, los agentes vieneses se comunicaron con la Policía de Los Ángeles, se enteraron de las tres prostitutas asesinadas, dieron información sobre el modus operandi registrado en los casos de Austria, y eso, junto al hecho de que los asesinatos se dieron cerca del hotel en que estaba Jack, hizo pensar a los policías estadounidenses que muy probablemente Jack era el asesino.
Por su parte el cabello de Blanka era una evidencia tan fuerte que permitía hacer un cateo del departamento de Jack en Viena. Al realizar el cateo, los investigadores encontraron varias cosas pero una de ellas era sustancial: la bufanda roja de Jack. Sucedía pues que las fibras de aquella bufanda coincidían con las fibras rojas encontradas junto al cadáver de la prostituta Hammerer, las cuales no concordaban con la naturaleza de las prendas de la chica y parecían pertenecer al agresor.
Todo lo anterior fue suficiente para emitir una orden de detención; pero, cuando fueron a buscarlo, el aguzado Jack había escapado con su joven (18 años) novia Bianca Mrak, a la cual conoció en un bar (donde trabajaba de camarera) y convenció para que se mude con él. En teoría Jack se había ido de vacaciones con Bianca, pero la realidad era que sus amigos le informaron que la Policía lo iba a detener y él se les adelantó, como tantas otras veces…


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