Jack nació en la pobreza y padeció el hambre, la ignorancia, la
frustración y otros males, pero ahora había alcanzado la gloria y gozaba
de prestigio y holgura económica. Aparecía en programas televisivos,
hablando en entrevistas donde daba su opinión en debates sobre temas
como seguridad pública, rehabilitación de reos y reinserción social. Ya
no era ignorado ni tenía que vestir el poco elegante uniforme
carcelario, ahora era una de las voces más respetadas en el tema de la
reinserción del delincuente, vestía un flamante terno blanco con flor
roja en la solapa, y no hablaba ya con reos sino con criminólogos,
intelectuales, periodistas e incluso funcionarios del gobierno. La
sociedad lo respetaba, en gran parte porque él era un símbolo viviente
de que el sistema funcionaba.
El nuevo Jack era constantemente invitado para comentar sus libros, participar en conversatorios, dar conferencias, escribir columnas en prestigiosas revistas, cortar listones de inauguraciones o incluso presenciar los estrenos de sus obras que un grupo teatral presentaba. Y además podía gozar ampliamente de las mujeres pues, aparte de ser guapo, tenía los dos grandes imanes de mujeres: fama y dinero. Antes cualquiera lo habría despreciado, ahora cualquiera podría envidiarlo pues Jack era el tipo de hombre que vestía trajes de seda, usaba cadenas de oro y conducía lujosos autos deportivos con matrícula personalizada ("JACK 1", por ejemplo), autos con los que deslumbraba a las féminas y se estacionaba frente a bares o discotecas de alta sociedad en donde, como si de soplar y hacer botellas se tratase, seducía a bellas y sensuales jovencitas con las que luego iba a alguna cómoda habitación en la que disfrutaba los "placeres de la carne". Jack era un donjuán intelectual, capaz incluso de conquistar mujeres que no necesitaban de su dinero, cosa esta que cierto reportero plasmó cuando, en referencia al inicio de la relación entre Jack y una joven y adinerada amante suya, escribió lo siguiente: "Su ropa interior cayó al suelo en cuanto Jack entró. Todas las chicas en Austria estaban locas por él".
Gregg McCrary, agente y creador de perfiles criminales del FBI, dijo cierta vez que: "Cuando se educa a un psicópata, lo único que se consigue es un psicópata educado". Y es que la cultura y la educación, nada o muy poco pueden contra esa maldad innata propia del psicópata, y Jack Unterweger sería el ejemplo perfecto de eso; pues, mientras un Jack firmaba autógrafos y participaba en conversatorios, otro Jack seguía abrigando el oscuro deseo de matar. Por eso, entre septiembre de 1990 y julio de 1991, el mundo conoció al Jack escritor y sufrió al Jack asesino, quien con gran habilidad logró, en ese periodo, asesinar a 11 prostitutas y a la vez escribir y sonreír para las cámaras y la ingenua opinión pública.
El nuevo Jack era constantemente invitado para comentar sus libros, participar en conversatorios, dar conferencias, escribir columnas en prestigiosas revistas, cortar listones de inauguraciones o incluso presenciar los estrenos de sus obras que un grupo teatral presentaba. Y además podía gozar ampliamente de las mujeres pues, aparte de ser guapo, tenía los dos grandes imanes de mujeres: fama y dinero. Antes cualquiera lo habría despreciado, ahora cualquiera podría envidiarlo pues Jack era el tipo de hombre que vestía trajes de seda, usaba cadenas de oro y conducía lujosos autos deportivos con matrícula personalizada ("JACK 1", por ejemplo), autos con los que deslumbraba a las féminas y se estacionaba frente a bares o discotecas de alta sociedad en donde, como si de soplar y hacer botellas se tratase, seducía a bellas y sensuales jovencitas con las que luego iba a alguna cómoda habitación en la que disfrutaba los "placeres de la carne". Jack era un donjuán intelectual, capaz incluso de conquistar mujeres que no necesitaban de su dinero, cosa esta que cierto reportero plasmó cuando, en referencia al inicio de la relación entre Jack y una joven y adinerada amante suya, escribió lo siguiente: "Su ropa interior cayó al suelo en cuanto Jack entró. Todas las chicas en Austria estaban locas por él".
Gregg McCrary, agente y creador de perfiles criminales del FBI, dijo cierta vez que: "Cuando se educa a un psicópata, lo único que se consigue es un psicópata educado". Y es que la cultura y la educación, nada o muy poco pueden contra esa maldad innata propia del psicópata, y Jack Unterweger sería el ejemplo perfecto de eso; pues, mientras un Jack firmaba autógrafos y participaba en conversatorios, otro Jack seguía abrigando el oscuro deseo de matar. Por eso, entre septiembre de 1990 y julio de 1991, el mundo conoció al Jack escritor y sufrió al Jack asesino, quien con gran habilidad logró, en ese periodo, asesinar a 11 prostitutas y a la vez escribir y sonreír para las cámaras y la ingenua opinión pública.
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