Jack pudo haber continuado tranquilamente luego de sus primeros
asesinatos, pero quien había sido su cómplice lo delató. En efecto, por
razones de conciencia o simple conveniencia, la prostituta Bárbara
Scholz informó sobre lo sucedido con Margaret Schaeffer y la Policía
detuvo a Jack para interrogarlo.
La presión de los agentes fue suficiente
para derrumbar emocional y moralmente a Jack, haciendo que éste
confesara el asesinato de Margaret. Según dijo, lo hizo porque imaginó a
su madre delante de él, porque la vio en Margaret y toda su ira salió
repentinamente, haciéndole desfogar en la chica toda esa rabia guardada.
Debido a esa y a otras conductas, el psicólogo forense Klaus Jarosch
describió a Jack como un psicópata y sádico sexual de tendencias
narcisistas e histriónicas, como un "criminal incurable" que "tiende a
repentinos ataques de ira y rabia".
Después de la confesión, Jack fue
juzgado y en 1976 se le sentenció a cadena perpetua. Allí él entró como
un analfabeto, pero su inquieta inteligencia lo movió a aprender a leer y
a escribir, con una avidez y una rapidez tales que aquel constituyó el
inicio de un nuevo Jack Unterweger. Dijo por ello el investigador Nigel
Blundell: "en cada oportunidad que tuvo, estudió minuciosamente
todos los libros a su alcance. Leyó a los grandes escritores. Editó un
periódico en la prisión y también una revista literaria". Y es que,
como se ve, Jack no solo poseía una buena inteligencia sino un marcado
talento literario, de modo que, tras años de leer y leer, él comenzó a
crear poemas, cuentos y obras de teatro, delineando su salto a la fama
con la escritura de su autobiografía en 1984. El título de aquella obra
fue "Fegefeuer: eine Reise ins Zuchthaus" ("Purgatorio: un viaje a
la prisión") y dentro de sus páginas Jack narró su oscura infancia, su
tormentosa adolescencia y sus repudiables crímenes. Muchos críticos
amaron la obra y el libro ganó un premio literario y se convirtió en
best-seller. El Jack Unterweger escritor había surgido e iniciaba sus
memorias con estas palabras:
"Mis manos sudorosas están atadas a mi
espalda, con cadenas de acero alrededor de las muñecas. La fuerte
presión en mis piernas y en mi espalda me hace percatar de que mi única
escapatoria es acabar con esto. Permanezco despierto, removido de la
liberadora inconsciencia de las ovejas. Bañado en mierda, temblando. Mis
pequeños sueños miserables son un diario recordatorio. Con ansiedad
miro fijamente en la oscuridad desconocida de la quieta noche allí
afuera. Hay seguridad en la oscuridad. Yo intento desviar mis
pensamientos de las preguntas sobre el tiempo. Yo pregunto solamente por
el momento inmediato en el que yace mi fuerza. Es todavía de noche, ya
tarde en la noche, acercándose viene la mañana".
Pero admitía
también las condenas que pesaban sobre él por robo y violación, y no se
avergonzaba de expresar el odio que latía en su interior: "Manejaba
mi barra de acero entre las prostitutas de Hamburgo, Munich y Marsella
[…] Tuve enemigos y los conquisté a través de mi odio interno"
La autobiografía de Jack acabaría por
ser la llave de su liberación. En ella, Jack era no solamente victimario
sino víctima, y las palabras que lo colocaban en esa condición tenían
tal poder que Jack acabó por conseguir el apoyo de críticos y
reformistas y el respeto de intelectuales que veían en él al paradigma
del criminal redimido por el arte. Era bien visto en la opinión pública,
le llovían peticiones de entrevistas y muy pronto habría de iniciarse
un fuerte movimiento que clamaría por su liberación, movimiento en el
cual figuraría nada más y nada menos que la escritora Elfriede Jelinek,
quien en el 2004 acabaría obteniendo el Premio Nobel de Literatura. Y es
que, para la feminista Elfriede y para otros intelectuales, Jack no
solamente era un sujeto reformado sino alguien que podía contribuir a la
mejora de la sociedad a través del poder sensibilizador y creador de
conciencia crítica propio de la Literatura.
Por ello la presión de los
intelectuales, de ciertos periodistas austríacos y de algunos políticos
de izquierda, acabó logrando que el 23 de mayo de 1990 se libere a Jack
Unterweger, quien antes era un simple criminal ignorante y ahora
aparecía como un conocido y flamante intelectual que declaraba con
orgullo a la Prensa: "La vida es ahora. Vamos a seguir adelante. Es hora de lo nuevo".
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