Una vieja leyenda, relacionada con tres de las iglesias del valle de Boí, cuenta una conmovedora historia de un trío amoroso.
Dicen que una chica rica de Erill la Vall, llamada Eulalia, se enamoró de Climent, un chico de buena casa de Taüll. Estaban tan enamorados que cada uno construyó una torre de seis pisos junto a su casa; así podían verse y hacerse señales con facilidad. Pronto apareció Joan de Boí, secretamente enamorado de Eulalia, y empezó a levantar una torre para comunicarse con la chica y a la vez entorpecer y hacer sombra a su rival. Cuando hubo levantado tres pisos, tuvo tan mala suerte que se le acabó el dinero, de modo que no le quedó más remedio que abandonar su empresa. El pobre muchacho no pudo hacer otra cosa que resignarse a ver como los amantes se enviaban mensajes de amor. Pero cuando la pareja ya estaba a punto de casarse, Climent enfermó y murió. Al final de esta historia se reencontraron Eulalia y Joan, y ambos llevaron una vida virtuosa y ejemplar.
A la muerte de estos personajes, el papa los hizo santos, y los pueblos donde habían nacido los adoptaron como patrones. Sus casas se transformaron en iglesias y las torres de sus amores en campanarios. Esta historia explica por qué los tres campanarios (Erill-Boí-Taüll) trazan una línea recta, y por qué el del medio es pequeño y grueso, mientras que los otros dos son más esbeltos y altos.
Dicen que una chica rica de Erill la Vall, llamada Eulalia, se enamoró de Climent, un chico de buena casa de Taüll. Estaban tan enamorados que cada uno construyó una torre de seis pisos junto a su casa; así podían verse y hacerse señales con facilidad. Pronto apareció Joan de Boí, secretamente enamorado de Eulalia, y empezó a levantar una torre para comunicarse con la chica y a la vez entorpecer y hacer sombra a su rival. Cuando hubo levantado tres pisos, tuvo tan mala suerte que se le acabó el dinero, de modo que no le quedó más remedio que abandonar su empresa. El pobre muchacho no pudo hacer otra cosa que resignarse a ver como los amantes se enviaban mensajes de amor. Pero cuando la pareja ya estaba a punto de casarse, Climent enfermó y murió. Al final de esta historia se reencontraron Eulalia y Joan, y ambos llevaron una vida virtuosa y ejemplar.
A la muerte de estos personajes, el papa los hizo santos, y los pueblos donde habían nacido los adoptaron como patrones. Sus casas se transformaron en iglesias y las torres de sus amores en campanarios. Esta historia explica por qué los tres campanarios (Erill-Boí-Taüll) trazan una línea recta, y por qué el del medio es pequeño y grueso, mientras que los otros dos son más esbeltos y altos.
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