El joven Jeffrey no hacía más que gritar
 pidiendo atención desde la temprana edad, aunque fuera subconsciente. 
Pero esos gritos no fueron oídos por unos padres demasiado absortos en 
sus propias guerras personales durante un amargo divorcio que dejó al 
niño con la sensación de ser abandonado.
Pronto se interesó por la anatomía 
animal. En el sótano de su casa guardaba un montón de huesos de conejos,
 pollos y otros animales, sintiendo gran curiosidad por
 verlos dentro de los animales vivos que manipulaba. Su familia cambió 
de vivienda seis veces antes de establecerse en 1968 en Ohio. La mayor 
parte de su infancia la pasó escondido en un cobertizo de madera en una 
colina cazando insectos en frascos y conservándolos en formol. Luego 
pasó a las ardillas, mapaches y otras piezas más grandes, transportando 
los cuerpos hasta el bosque, donde los dejaba pudrirse. Luego sumergía 
los restos en lejía para limpiar y blanquear sus huesos.
Su madre, tras una temporada en el hospital, tubo que guardar cama por 
el resto de sus días por haber ingerido enormes cantidades de 
tranquilizantes y otras drogas, hecho que ensimismaría a Dahmer en un 
aislamiento inquebrantable.
A los once años ya hablaba de manera monocorde. Se convirtió en un 
solitario, balando como una oveja en el aula de clase o comportándose 
como un retrasado en las tiendas para llamar la atención de sus 
compañeros. También comenzó a beber y a masturbarse compulsivamente 
utilizando revistas para homosexuales o mirando las entrañas de los 
animales que cazaba. A los dieciséis años solía ir borracho a clase, 
donde tenía un solo amigo que era proveedor de marihuana y con quien se 
colocaba a diario. El joven se refería al alcohol como su "medicin"´, un
 tónico autorrecetado con la intención de calmar sus momentos de 
angustia. Y ese alcohol a su vez, alimentaba su inclinación hacia la 
excentricidad.
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