Jeffrey nació el 21 de mayo de 1960 en West Allis (Wisconsin), en
el hogar de un matrimonio problemático compuesto por un conocido
investigador químico y una neurótica emotiva y autocompasiva. Era un
niño tímido y solitario que temía el abandono y daba la impresión de
estar desamparado.
El joven Jeffrey no hacía más que gritar
pidiendo atención desde la temprana edad, aunque fuera subconsciente.
Pero esos gritos no fueron oídos por unos padres demasiado absortos en
sus propias guerras personales durante un amargo divorcio que dejó al
niño con la sensación de ser abandonado.
Pronto se interesó por la anatomía
animal. En el sótano de su casa guardaba un montón de huesos de conejos,
pollos y otros animales, sintiendo gran curiosidad por
verlos dentro de los animales vivos que manipulaba. Su familia cambió
de vivienda seis veces antes de establecerse en 1968 en Ohio. La mayor
parte de su infancia la pasó escondido en un cobertizo de madera en una
colina cazando insectos en frascos y conservándolos en formol. Luego
pasó a las ardillas, mapaches y otras piezas más grandes, transportando
los cuerpos hasta el bosque, donde los dejaba pudrirse. Luego sumergía
los restos en lejía para limpiar y blanquear sus huesos.
Su madre, tras una temporada en el hospital, tubo que guardar cama por
el resto de sus días por haber ingerido enormes cantidades de
tranquilizantes y otras drogas, hecho que ensimismaría a Dahmer en un
aislamiento inquebrantable.
A los once años ya hablaba de manera monocorde. Se convirtió en un
solitario, balando como una oveja en el aula de clase o comportándose
como un retrasado en las tiendas para llamar la atención de sus
compañeros. También comenzó a beber y a masturbarse compulsivamente
utilizando revistas para homosexuales o mirando las entrañas de los
animales que cazaba. A los dieciséis años solía ir borracho a clase,
donde tenía un solo amigo que era proveedor de marihuana y con quien se
colocaba a diario. El joven se refería al alcohol como su "medicin"´, un
tónico autorrecetado con la intención de calmar sus momentos de
angustia. Y ese alcohol a su vez, alimentaba su inclinación hacia la
excentricidad.
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