lunes, 28 de diciembre de 2015

Asesinos en Serie (Jeffrey Lionel Dahmer [IV])

En marzo de 1990 se trasladó a vivir a un deteriorado piso, en dónde adquirió una larga mesa y dos grifos de plástico para extender los cuerpos de sus víctimas. Allí tomaba fotos de sus amantes con una cámara Polaroid una vez muertos. Luego, congelaba los órganos, comía parte de la carne y hervía el resto en una enorme olla antes de echarlos en un gran contenedor de basura preparado con ácido.
Normalmente, el caníbal rajaba los cuerpos desde el cuello hasta la ingle frotando las vísceras para procurarse un mayor placer sexual, pero llegó un momento en que este placer no era suficiente y con sus víctimas pensó en crear "zombis" o muertos en vida que pudiera conservar sin que se deteriorasen, agujereando los cráneos e inyectándoles un líquido.
A veces se bañaba en compañía de los cadáveres. En la nevera guardaba los corazones, en el congelador las cabezas, en el fichero los cráneos y en la cama un cuerpo descompuesto. Así lo contaron los policías que registraron su casa horrorizados una vez que lograron arrestarlo el 23 de julio tras la denuncia de una víctima que logró fugarse de su casa.
El joven, atado con unas esposas, había alertado a la Policía diciendo que un hombre con un cuchillo le había amenazado con arrancarle y comerle el corazón.
Cuando la última víctima escapó de su apartamento en medio de la agresión, el asesino aguardó tranquilamente a que llegara la Policía y no hizo ningún esfuerzo por destruir u ocultar la gran cantidad de pruebas que guardaba en su domicilio: centenares de fotografías de sus víctimas tanto muertas como vivas, cráneos y partes del cuerpo en bidones, cajas y en el congelador.
Según su abogado, si no se había resistido es porque deseaba terminar con todo aquello. Deseaba ofrecer a la Policía una declaración completa de lo que había hecho, puesto que no podía culpar a nadie salvo a él mismo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario