Normalmente, el caníbal rajaba los 
cuerpos desde el cuello hasta la ingle frotando las vísceras para 
procurarse un mayor placer sexual, pero llegó un momento en que este 
placer no era suficiente y con sus víctimas pensó en crear "zombis" o 
muertos en vida que pudiera conservar sin que se deteriorasen, 
agujereando los cráneos e inyectándoles un líquido.
A veces se bañaba en compañía de los 
cadáveres. En la nevera guardaba los corazones, en el congelador las 
cabezas, en el fichero los cráneos y en la cama un cuerpo descompuesto. 
Así lo contaron los policías que registraron su casa horrorizados una 
vez que lograron arrestarlo el 23 de julio tras la denuncia de una 
víctima que logró fugarse de su casa.
El joven, atado con unas esposas, había 
alertado a la Policía diciendo que un hombre con un cuchillo le había 
amenazado con arrancarle y comerle el corazón.
Cuando la última víctima escapó de su 
apartamento en medio de la agresión, el asesino aguardó tranquilamente a
 que llegara la Policía y no hizo ningún esfuerzo por destruir u ocultar
 la gran cantidad de pruebas que guardaba en su domicilio: centenares de
 fotografías de sus víctimas tanto muertas como vivas, cráneos y partes 
del cuerpo en bidones, cajas y en el congelador.
Según su abogado, si no se había 
resistido es porque deseaba terminar con todo aquello. Deseaba ofrecer a
 la Policía una declaración completa de lo que había hecho, puesto que 
no podía culpar a nadie salvo a él mismo.
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