Después de graduarse de la escuela
secundaria, Gary entró a la Marina y se casó con quien fue su novia de
colegio: Claudia Barrows. Fue en ese entonces, durante su periodo de
servicio en las Fuerzas Armadas, cuando Gary empezó a pasar mucho tiempo
con prostitutas y adquirió gonorrea y verrugas genitales por no usar
preservativo en las relaciones. Como suele darse en las mentes
criminales, Gary no se vio a sí mismo como el responsable y creyó que
las prostitutas tenían la culpa, incrementando así el desprecio que ya
tenía por ellas debido al odio que su padre les tenía y al hecho de que
su madre se vestía como una de ellas. También fue en ese mismo periodo
cuando Gary fue enviado a Vietnam y, ante su ausencia, su joven esposa
de 19 años no soportó la soledad y empezó a salir con otros hombres,
causando con esto que el matrimonio terminara en menos de dos años.
Durante su segundo matrimonio Ridgway,
pese a la gonorrea que había contraído antes, siguió frecuentando a las
prostitutas. Es en este punto donde sale a relucir el papel clave de las
conductas aprendidas pues, incoherentemente al igual que su madre,
Ridgway acompañaba una conducta lasciva (frecuentación de prostitutas)
con un gran fervor religioso, puesto que en ésta etapa de su vida él se
volvió un fanático miembro de la Iglesia Pentecostal: lloraba después de
los sermones en la iglesia, insistía constantemente a su esposa Marcía
el seguimiento puntual de los preceptos que el pastor pregonaba, leía la
Biblia en voz alta en casa y en el trabajo y hasta tocaba las puertas
de extraños para convertirlos a la fe.
Cuenta Marcia que la madre de Ridgway era la típica suegra
intervencionista, sobreprotectora e idealizadora de su hijo: intentaba
controlar los gastos y tomar decisiones de qué comprar y qué no, elegía
la ropa para Gary y la acusaba de no cuidar bien al pequeño Mathew, hijo
de ella y Gary.
Sexualmente, según reveló Marcia (y las
otras esposas que tuvo Gary), Ridgway se mostraba como un ser insaciable
que le pedía sexo varias veces (hasta unas seis) al día y que en
ciertas ocasiones deseaba tener sexo en lugares públicos (cine, parques,
etc…).
Al igual que pasó con Claudia, los celos
de Ridgway terminaron poniendo de su parte en el divorcio. Así, tras
una cirugía que a fines de los años 70 Marta se hizo por problemas de
sobrepeso, ella empezó a ponerse delgada y a transformarse en una mujer
atractiva que captaba las miradas de los hombres y, con esto, hacía
sentir celos a su inseguro marido, quien cada vez se mostraba más
conflictivo hasta el punto de que casi la ahorca en una pelea.
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