martes, 19 de julio de 2016

Historia de Catalunya (Carlos de Viana [III])

Él rechaza estas propuestas y tras reconciliarse con su padre vuelve a Navarra en 1459, con 38 años de edad y comienzan las conversaciones para casarse con la hermanastra de Enrique IV de Castilla, (que sería años más tarde la reina Isabel "la Católica"), entonces de tan sólo 9 años de edad. Sin embargo, la oposición de Joan II, que pensaba en el hermanastro de Carlos, Ferran, entonces de 7 años de edad debía ser el candidato a esposo de Isabel. Fue tan violenta la discusión, que ordenó desarmar y prender a su hijo Carlos en Lleida el 2 de diciembre de 1460. Fue llevado después a Aitona y más tarde a la prisión de Morella. Esta imprudente medida alborotó a todo el reino y catalanes y navarros se alzaron en su favor. Esta insurrección pronto llegó a ser general y Joan II tuvo que ceder y poner en libertad al príncipe el 25 de febrero de 1461.
Al llegar Carlos a Barcelona se le hizo un recibimiento apoteósico (12 de marzo de 1461) convirtiéndose en un símbolo para los catalanes, alzados contra Joan II al que dejaron de aceptar como rey al empeñar éste monetariamente a Luis XI de Francia el Rosello y la Cerdanya, como lo era para la gran mayoría de los soliviantados nobles navarros beaumonteses.

Por la capitulación de Villafranca del Panadés (21 de junio de 1461), Carlos de Viana fue reconocido por los catalano-aragoneses alzados y como hijo primogénito de Joan II, como heredero de los Estados de la corona aragonesa, jurando su cargo como Lugarteniente perpetuo de Catalunya.
Pero poco después de esto, el 23 de septiembre de 1461, el príncipe muere a los 40 años, 3 meses y 26 días de edad en el Palacio Real de la ciudad de Barcelona, no sin la sospecha de haber sido envenenado por su madrastra Juana Enríquez, madre del "bastardo" Ferran. Esta fue la excusa para iniciar la contienda civil en Catalunya. La causa real de su muerte fue la tuberculosis que padecía desde hacía años. La salud del príncipe de Viana sufrió un severo deterioro durante su cautiverio, que fue muy duro puesto que su padre le negó cualquier tipo de trato de favor debido a su rango principesco. Carlos de Viana estuvo recluido en una celda húmeda, oscura, mal ventilada, sin ropa de abrigo, en deficientes condiciones higiénicas y mal alimentado. Estas circunstancias agravaron su tuberculosis y para cuando fue liberado y llegó a Barcelona ya se encontraba en estado terminal

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