martes, 29 de marzo de 2016

Asesinos en Serie (Peter Sutcliffe [V])

En Abril de 1979 Sutcliffe sorprendió a no pocos compañeros de su trabajo cuando confesó que estaba viendo a otra mujer en Glasgow. Hasta ese momento había hablado de Sonia y su matrimonio en felices términos. Un día que tuvo que hacer una entrega a la General Motors le tocó conocer a Theresa Douglas en un bar. Después de varias visitas al pueblo se ganó el corazón de la muchacha y su familia. Aparentó sinceridad y le dijo que vivía solo en una casa en Bradford y que había sido casado, pero ahora estaba divorciado. Incluso llegó al cinismo de darle la dirección de la casa de su padre, como referencia. También comentó que tenía ciertos problemas de impotencia, por lo que no podía tener hijos. En una de las visitas un hermano de Theresa hizo el comentario de que Sutcliffe tenía mirada maligna, a lo que él contestó que se debía a que él era el destripador de Yorkshire. Todos soltaron la carcajada.
Por un descuido, casi es descubierto Peter Sutcliffe. En Abril de 1980 se le ocurrió embriagarse y fue detenido por la Policía cuando fue visto manejando erráticamente. La pena por esa infracción podía provocar la pérdida de su licencia de manejo. Eso implicaba no más visitas a la chica de Glasgow. Para gran fortuna de Sutcliffe los datos relativos a este incidente no fueron cruzados con los bancos de datos dedicados al destripador de Yorkshire, a pesar de que había instrucciones precisas de investigar cualquier incidente de tránsito ocurrido cerca de las zonas rojas de Yorkshire. Antes de asistir a su audiencia programada para Enero de 1981, Sutcliffe atacó a sus cuatro últimas víctimas comenzando por Marguerite Walls y terminando con Jacqueline Hill.
Después del asesinato de la señorita Hill, la clase media británica montó en cólera por la falta de resultados en las investigaciones. Hasta las feministas salieron a las calles a protestar en una marcha muy concurrida. Entonces la Policía recibió miles de cartas anónimas con información de posibles pistas y sospechosos. Entre las cartas 7,000 anónimas, iba la del amigo de Sutcliffe, Trevor Birdsall, quien desde el crimen contra Olive Smelt guardaba sospechas, pero había pasado el tiempo y continuaba pensando que Peter era incapaz de matar a alguien. Dos semanas después de enviar su carta anónima, Birdsall se presentó a la Policía y llenó con un oficial un reporte. Los datos fueron ingresados al sistema pero el tiempo siguió corriendo sin que nada ocurriera, Birdsall pensó que la Policía había investigado su reporte y que nada malo había con Sutcliffe. La realidad era que la Policía estaba sepultada de trabajo revisando y procesando información que se había acumulado tras 5 años de investigaciones. La carta y el reporte de Birdsall no llegaron a tiempo a las manos de los principales detectives del caso.
 El detective George Oldfield era el encargado de la investigación pero a falta de resultados y tras sufrir una serie de 3 infartos fue sustituido por el señor Jim Hobson, quien ordenó en un mensaje publicado a plana completa en el periódico que toda la Policía se enfocara en la búsqueda y aprehensión del destripador de Yorkshire. Este llamado de atención resultó a la postre fundamental pues en él establecía que, si bien se buscaba una persona de marcado acento, no debía ser descartado lo contrario. Otras directivas publicadas se referían al tipo sanguíneo y otros detalles.


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