martes, 1 de marzo de 2016

Asesinos en Serie (Carl Panzram [VIII])

Fue llevado a juicio y el mismo ejerció como su propio abogado, claro que lo hizo de la manera más torpe y burda que pueda haber, aterrorizando constantemente a los testigos y a los miembros del jurado. La sentencia llegó el 12 de Noviembre de 1928 y el juez Walter McCoy le dio 25 años de cárcel en Leavenworth, ante lo cual Panzram atinó a gritarle: "¡Vaya a visitarme!…"
El 1 de Febrero de 1929 llegó Carl Panzram a la conocida prisión de Leavenworth y, al serle leídas las reglas por el guardia principal, declaró serenamente que asesinaría al primer sujeto que se metiera contra él. Y en efecto, así ocurrió cuando uno de los guardias la tomó contra él: a la primera oportunidad lo masacró con una barra metálica. Estaban dentro de la lavandería, empleo que Panzram había solicitado dada su precaria condición física y, después de terminar con la vida del oficial Warnkle, Panzram entró en un frenesí de locura atacando al resto de los aterrorizados prisioneros que no podían escapar por la puerta pues estaba cerrada. Por los gritos y el ruido del desorden, llegaron los demás guardias a poner orden en la masacre. Cuando llegaron vieron por las ventanas a Panzram armado de una barra metálica de varios kilos de peso, cubierto de pies a cabeza de sangre y con las ropas hechas jirones. Una vez que el sicótico prisionero se calmó, abrieron la puerta y lo condujeron silenciosamente a su celda.
Por este terrible crimen fue llevado nuevamente a juicio. Esta vez ni siquiera solicitó un abogado, ya no lo necesitaba. Durante su confinamiento en solitario continuó la comunicación con Lesser, a quien le comentó que le faltaban cosas que leer, pero que en general era mucho mejor tratado que antes. Si tan solo así hubiera sido desde un principio el trato en prisión, tal vez muchas personas no hubieran sido robadas, abusadas y asesinadas de la manera en que había ocurrido. Al juicio fueron llevados como testigos guardias y prisioneros que contaron con lujo de detalles los acontecimientos del día en que fue masacrado el señor Warnkle. La sentencia fue la horca, no bien fue dictada por el juez, Panzram quedó inclusive agradecido y feliz. Al ser retirado de la sala y cuando todos dejaban el lugar, aún se podían escuchar sus horribles carcajadas…
Antes de su ejecución no faltaron las almas caritativas que trataron de interceder por Panzram, como el doctor Karl Menninger que solicitó entrevista con el condenado a muerte. Pero Panzram amenazó de muerte a las asociaciones civiles que ya desde entonces se oponían a la pena capital. Durante la corta entrevista, el reo se mostró irritado y nada cooperativo. Para Menninger quedó claro que ese hombre era capaz de matar a quien fuera con tal de escapar si la menor oportunidad se presentara. Las opiniones del buen doctor fueron rechazadas tajantemente por Panzram, quien dejó en claro que aborrecía cualquier intervención a su favor y que deseaba llegara ya la hora de su muerte para bien de él y de todos.
El 5 de Septiembre de 1930 a las 6 de la mañana y ante numerosos testigos de la Prensa y la prisión, Panzram fue colgado y declarado muerto a las 6.18 a.m. Su cuerpo no fue reclamado y fue enterrado en un sepulcro del lugar. Hasta el momento de su muerte se comportó desafiante e incorregible como siempre. Cuando dos guardias intentaron ponerle la capucha negra, les escupió a ambos en el rostro. Movía su cuello de forma frenética y violenta para zafarse, aunque no para huir de la muerte sino sólo para decirle al verdugo: “¡Apúrate, bastardo. Yo en tu lugar ya hubiese matado a diez!”. No deseaba vivir, estaba feliz de saber que miraría por fin los ojos de la muerte. Según testigos, pasó la noche en vela caminando por su celda y canturreando una canción obscena de su propia creación.

fuente: http://asesinatoserial.net/panzram.htm


No hay comentarios:

Publicar un comentario