martes, 1 de marzo de 2016

Asesinos en Serie (Carl Panzram [IV])

Debido a su naturaleza rebelde e incorregible, Panzram pronto se vio envuelto en graves problemas con los celadores. Eran frecuentes las palizas que recibía y prolongados los periodos de confinamiento en solitario a que era sometido. Pronto sintió desesperación por escapar del lugar y mientras tanto un día logró incendiar parte de las instalaciones sin que se le levantaran cargos formales. La vida en prisiones de este tipo era un frágil equilibrio de violencia y paz entre guardias y prisioneros. Los primeros imponían el orden y la disciplina por medio de golpes y torturas, pues no conocían otra manera de imponerse entre sujetos tan peligrosos como los que cuidaban. Panzram estaba sujeto a una bola de acero de 22 kilos que debía llevar a donde fuera y durante 10 horas al día. Todos los días de la semana picaba piedras. Este severo régimen hizo que se volviera muy fuerte y musculoso. Cada día que transcurría, su amargura y enojo se incrementaban, y no veía venir la hora de salir para descargar su furia contra la Humanidad. En 1910 es liberado de Leavenworth, deseando solamente jamás volver al maldito lugar y sintiéndose la personificación del mal.
A los 19 años, Panzram carecía de hogar, familia o amigos. Todo aquello estaba negado en su existencia. A pesar de su buena apariencia masculina y no siendo necesariamente homosexual no tenía ningún interés por las mujeres. Solo deseaba hacer daño, como una respuesta a todos los agravios recibidos desde su niñez. Durante años se mantuvo errante por Kansas, Texas, llegando hasta California dejando una estela de robos, hurtos e incendios por doquier. Cualquier situación y lugar era el indicado para hacer maldades como dejar suelto el ganado o los caballos. Si entraba a robar lo primero era encontrar las armas, luego incendiaba los lugares. Si la oportunidad se daba, tiroteaba ventanas, quemaba graneros, cobertizos, cabañas y hasta pastizales o parajes abandonados. Cualquier hombre que se cruzara en su camino y habida la oportunidad, era asaltado y violado no importando raza, edad u otras condiciones. Bastaba que fuera un ser humano apto para dañarlo. Varias veces fue detenido por robo y tantas otras escapó de las penitenciarias. Se mantenía a salto de mata y cuando la situación se salía de control, trepaba al primer tren que pasaba para alejarse del peligro. En una ocasión en que iba en un vagón de tren en compañía de un par de vagabundos, ideaba violar al “mejorcito” de ellos cuando les cayó un oficial del tren, quien trató de extorsionarlos pero Panzram fue más astuto que todos y a punta de pistola le robó el reloj y el dinero al oficial ferroviario. Acto seguido lo violó y, con un poco de persuasión, obligó a los otros vagos a que hicieran lo mismo, tras lo cual los arrojó del tren para continuar solo hacia Oregon.
Pasaba el tiempo y Panzram únicamente conocía la mala vida, siendo arrestado casi por todos los lados en que caminaba. Los cargos variaban desde el típico robo hasta la piromanía y la sodomía. En el pueblo de Chinook, en Montana, lo agarran de nuevo y es sentenciado a un año de reclusión en la prisión de Deer Lodge, a donde es ingresado el 27 de Abril de 1913. Ahí se encuentra con su antiguo compinche Jimmie Benson, con quien rápidamente planea el escape, sin embargo este último es transferido, por lo que escapa solo en Noviembre del mismo año pero poco después es recapturado en un pueblo vecino. Según sus palabras, no había trabajo en Deer Lodge y el lugar estaba pobremente administrado, por lo que se dedicó a sodomizar a todo lo que se moviera. Su ferocidad y fuerza intimidaban al resto de los prisioneros, quienes no oponían resistencia a sus odiosos abusos. Finalmente el 30 de Marzo de 1915 fue liberado antes que nada con los parabienes del gobernador del presidio.
Como no conocía ninguna otra manera de vivir que no fuera delinquir casi a cada respiración, Panzram se mete en nuevos problemas con la ley en Oregon, donde va a caer en la penitenciaría estatal del Estado, por ahí de Junio de 1915. Aquella prisión era gobernada con mano de hierro por un fulano de nombre Harry Minto, quien no reparaba en usar la violencia y la tortura para mantener a raya a los prisioneros. Más rápido que de inmediato los guardias conocieron de la rebeldía de Panzram, que de nuevo en su vida fue sometido a los peores rigores y castigos, como el aislamiento por semanas a base de puro pan y agua, el ser colgado con cadenas en las paredes, el realizar trabajos forzados, sufrir palizas y hasta baños de agua a presión. Pero también hizo de las suyas incendiando algunas instalaciones, e incluso ayudó a escapar a otro prisionero quien tiempo después se encontraría cara a cara con el señor Minto, dándole muerte…. Aquel extraordinario suceso provocó que las condiciones dentro de la prisión empeoraran. En Septiembre de 1917 logra escapar para ser arrestado nuevamente, puesto que Panzram ya tenía una bien ganada fama de criminal peligroso e incorregible. Mediante un anuncio, un oficial lo reconoció y lo arrestó no sin antes batirse a plomazos. Estando en custodia Panzram no dejaba de pelear para liberarse. Finalmente en Mayo de 1918 se vuelve a escapar de la odiada prisión de Salem, en un acto digno de un argumento hollywodense.



No hay comentarios:

Publicar un comentario