
Cuenta  la leyenda que vivían en Espot dos cazadores empedernidos que, 
por el  vicio de la caza, no respetaban fiesta ni trabajo. El día de la 
romería  de Sant Maurici subieron a la ermita como toda la gente del 
pueblo. En  el momento más solemne de la misa, cuando el cura levantaba 
la hostia sagrada,  los cazadores divisaron desde la puerta un rebeco que pacía a
 orillas  del lago. Sin pensárselo dos veces, se levantaron de un brinco
 y  salieron para cazarlo. El animal arrancó a correr en dirección a la 
 montaña. Perseguido por los cazadores, atravesó el bosque, trepó por el
  canchal y continuó subiendo, escalando por el canal que separa los dos
  picos. Cuando los cazadores ganaron el collado, el animal se había  
esfumado. En el acto un rayo del cielo los fulminó y quedaron  
transformados para siempre, ellos y el perro, en estatuas de roca. Hoy, 
 con un poco de imaginación, aún se pueden ver las dos siluetas humanas,
  recortadas en el collado de Els Encantats, la montaña del Parque  
Nacional de San Mauricio a la que han dado nombre.
 
 
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