miércoles, 16 de diciembre de 2015

Asesinos en Serie (Dean Corll [IV])

La noche del 8 de Agosto de 1973, Henley llevó a su novia Rhonda y a Tim Kerley a la casa de Corll, quien se molestó en el instante que vio a la chica, después de unas cervezas y un poco de hierba se calmó. En algún momento los tres adolescentes perdieron el conocimiento y se levantaron atados, Henley se despertó cuando estaba siendo esposado por Corll, sabiendo lo que le esperaba logró convencerlo de que lo deje libre y lo ayudaría, Dean aceptó, y tras intentar violar a Tim Kerley, el joven luchó tanto que Dean frustrado salió de la habitación, en ese momento Henley tomó el arma que Corll había dejado, una pistola calibre 22. Cuando Corll regresó, intentó atacar a Henley pero éste le disparó seis veces: en la espalda, hombro y cabeza.
El asesino serial había muerto y Henley, resignado ante la culpa, llamó a la Policía. Mientras esperaban éste le dijo a Tim: "me hubieran dado $200 por ti". Cuando los oficiales interrogaron al cómplice, este les contó todo sobre los asesinatos, la Policía, escéptica, no creía la historia hasta que Henley les mencionó algunos nombres de los adolescentes desaparecidos.
Al investigar el apartamento se toparon con una oscura verdad. Dean Carll los había matado a todos en su cámara de tortura.

Un cuarto oscuro, diseñado sólo para la tortura y la muerte, un cuarto investido de un extraño olor. Tenía un piso alfombrado cubierto por plástico y una larga tabla con esposas adjuntadas, la cual sería el último lugar de reposo de las víctimas. Habían cuerdas y varios juguetes sexuales, objetos todos que describían la naturaleza de los crímenes. También había un extraño cajón de madera con huecos hechos para que el aire entre.
A ese terrible lugar Corll llevaba a los jóvenes (de 13 a 20 años) que elegía como presas. Ahí los desnudaba, los violaba y los atormentaba haciéndoles cosas como meterles gruesos consoladores que les dejaba metidos en el ano; o, peor aún, duras, frías y lacerantes varillas de acero… También solía introducirlos en cajas de madera, donde tras cierto tiempo sus víctimas experimentaban agudos calambres. Gustaba de arrancarles el vello púbico, pelo por pelo. Y era cada vez más sádico, ya que llegó a un punto en que les partía los dedos, les quebraba a martillazos los omoplatos y otros huesos de piernas y brazos, los asfixiaba con bolsas plásticas, les hacía cortes en tal o cual parte del cuerpo, e incluso, a algunos los castraba con tijeras, cuchillos, y hasta navajas de afeitar…

En los días que siguieron después de la muerte de Corll, Henley llevó a los oficiales al cementerio personal de Corll. Cerca del cobertizo de su bote había un terreno donde, tras cavar por algunas horas, descubrieron varios cuerpos bañados en cal y envueltos en plástico. Y es que Corll, según contaron ex empleados de la dulcería, solía comprar a menudo unos rollos de plástico transparente; eran estos los royos con los que envolvía a los cadáveres de sus víctimas, atando los extremos de tal forma que los muertos pareciesen caramelos. Pero Henley no se detuvo allí, y tras confesar toda su participación, los llevó al resto de “cementerios” que Corll había creado en todo Houston. La Policía descubrió un total de 27 cadáveres, que al ser examinados mostraban señales de haber sido estrangulados y torturados, algunos también habían sido castrados, otros fueron muertos a balazos, algunos tenían objetos insertados por el recto, y absolutamente todos habían sido sodomizados.
Cuando la investigación y búsqueda de cadáveres estaba terminando, Henley insistió en que faltaban tres cuerpos más que habían asesinado, cuerpos que jamás fueron encontrados. Aunque sí descubrieron dos huesos que no eran de las víctimas encontradas cerca del cobertizo del bote de Corll, por lo que no se descarta que hubiese más víctimas que nunca aparecieron.

fuente: http://www.asesinos-en-serie.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario