Cuenta al respecto Juan Antonio Cebrián, en su obra Pasajes del terror: Psicokillers, asesinos sin alma, lo siguiente: "En
ese aislado paraje estuvo encerrado diez años, pues lo cierto es que la
isla por inhóspita apenas tenía vigilancia y los presos deambulaban a
sus anchas por la pequeña extensión insular. La tarde del 23 de
noviembre de 1984 Camargo, en uno de sus paseos, descubrió una pequeña
barca abandonada, y no se lo pensó dos veces; empezó a remar con la
desesperación del superviviente. Sin alimentos ni agua remó sin descanso
durante tres días hasta que divisó las costas continentales.
Milagrosamente se había salvado aunque su aspecto y situación anímica
daban a entender que sus días estaban contados. Pero Daniel Camargo era
inteligente y tenía capacidad para generar recursos que le permitieran
seguir adelante"
Al enterarse de su fuga y desaparición,
las autoridades colombianas —firmemente convencidas de que su Gorgona
era una prisión de máxima seguridad en que las corrientes y los tiburones hacían las veces de un sistema de
guardia secundario, le dieron por muerto y la Prensa se aventuró a
publicar que el "monstruo" había sido devorado por los tiburones. Lo
habían subestimado y el tiempo se los demostraría.
Fue así que, aprovechando el hecho de que se lo creía muerto, Camargo cruzó a Brasil y, como cuenta Francisco Febres Cordero (periodista ecuatoriano que lo entrevistó): "recorriendo el continente vino a
dar por acá, llegó a Quito, durmió una noche en los portales de Santo
Domingo y a la mañana siguiente preguntó: “¿No hay un sitio más caliente
en este país?, aquí me voy a morir de frío”. Así llegó en bus a
Guayaquil, el 5 ó 6 de diciembre de 1984. Y allí comenzó su dantesca,
horripilante historia…"
La ola de terror que sacudió a Ecuador
inició un 18 de diciembre de 1984 con la desaparición de una niña de
nueve años en la ciudad de Quevedo, al día siguiente continuó con la
desaparición de otra niña (de diez años) y luego vino desaparición tras
desaparición…
Poco a poco los cadáveres de las jóvenes
vírgenes fueron apareciendo con huellas de machetazos, cuchilladas,
estrangulaciones y signos de violación. Aparecían desnudas, en parajes
llenos de vegetación, generalmente en la vía Perimetral, en la vía Nobol
y en la Avenida de Los Granados. Los forenses no podían determinar con
exactitud la causa de la muerte y además se sabía que, por la zona de la
provincia del Guayas en que operaba Camargo, había una banda de sádicos
violadores, de modo que también resultaba difícil la labor policial
para determinar al autor.
Sólo después de ser arrestado se supo
que los asesinatos con violación sumaban un total de 71, y que los
lugares habían abarcado Guayaquil, Quito, Ambato, Machala, Nobol,
Quevedo y Ventanas y, sobre todo, que su autor había sido un enclenque
cincuentón de apenas 1,65 de estatura. Sus víctimas, normalmente fueron
campesinas, colegialas, escolares, universitarias,
empleadas domésticas, incluso una de ellas era un experta en karate,
eso tampoco la sirvió para defenderse del asesino…
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