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Así Esperanza, a través de engaños,
llevaba chicas al apartamento de Camargo, dándoles allí cápsulas de
seconal sódico para que se durmieran y Camargo pudiese desflorarlas.
Cinco fueron las violaciones (sin muerte
todavía) que Camargo logró con el seconal sódico y la ayuda de
Esperanza hasta que la quinta víctima, que era apenas una niña,
descubrió que había sido violada mientras dormía en el departamento de
Camargo e, indignada y asustada, contó lo sucedido y Camargo y su novia
fueron denunciados y enviados a distintas prisiones en 1964.
Todo parecía indicar que Camargo sería
sentenciado a sólo tres años, aunque después la causa subió en grado y
el nuevo juez, más severo que el anterior, le condenó a ocho años tras
las rejas, lo cual destruyó el propósito inicial de Camargo de
regenerarse (había jurado regenerarse) y le llenó de rabia y odio hacia
la sociedad y su justicia, desencadenando así una profunda y hostil
rebeldía interior que junto al hecho de que su quinta víctima hubiese
hablado, sería la causante de que Camargo decidiera en la cárcel que en
el futuro no dejaría con vida a una sola de sus víctimas, esta era la
única forma de evitar que le delataranTras cumplir su condena, Camargo se dedicó a trabajar como vendedor ambulante de pantallas de televisión. Un día, mientras pasaba frente a una escuela, Camargo vio una jovencita de nueve años cuyo aspecto le volvió loco, le "enamoró". Decidido a hacerla suya, la llevó con engaños a una zona poco transitada en donde le arrebató la virginidad sin tener piedad de sus lágrimas y, no contento con eso, la estranguló para evitar ser delatado y luego, sin enterrarla, la dejó junto a las pantallas de televisión que llevaba. Fue su primera violación con muerte.
El error de abandonar las pantallas,
tras el miedo inicial y huída por su primer asesinato, le costaría caro;
ya que, cuando al día siguiente (3 de mayo de 1974) regresó para ver
los televisores que dejó y enterrar al cadáver, un agente de la policía
sospechando de su comportamiento decidió seguirle e interrogarle,
descubriendo finalmente el lugar donde había abandonado el cadáver de la
niña. Gracias a la acción policial Camargo fue detenido en Barranquilla
ese día.
Ésta vez la justicia colombiana no sería suave con Camargo. El castigo
debía ser ejemplar. En efecto, se lo condenó a permanecer 25 años en la
prisión de la isla Gorgona, una especie de versión colombiana de
Alcatraz de la cual, hasta la fecha, ningún criminal había escapado.
Díez años estuvo Camargo en esa isla volcánica de 28 kilómetros
cuadrados situada en el Pacífico de Colombia,
diez años en los que se entretuvo leyendo a autores del calibre de
Nietzche, Freud o Dostoievsky, diez años en que también, preparándose
para el gran día, leyó libros de navegación y estudió con detalle las
variaciones de las corrientes en torno a la isla.
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