Otra explicación, de los lugareños era más descabellada: podría ser que los terrenos rocosos estuvieran habitados por hombres lobo o demonios.
Con el tiempo surgió otra hipotesis,
alguno de los dueños de las posadas los debía ejecutar por las noches
mientras dormían y enterrarlos en algun lugar aislado para no ser
descubiertos. Esto ocasionó muchos juicios a inocentes que según la
tradición de la época eran torturados hasta que se les arrancaba una
confesión de culpabilidad y posteriormente eran ejecutados. Gran
cantidad de posaderos inocentes fueron asesinados por este motivo y
muchos otros abandonaron su trabajo
por miedo a ser los siguientes. Esto ocasionó que la zona aún se
volviese más desierta y el transito de mercaderes y viajeros
descendiera.
Una tarde, un grupo de 30 personas regresaban a casa tras haber pasado el día fuera cuando escucharon unos gritos delante de
ellos. Al llegar a el lugar del tumulto se encontraron con un hombre que se defendía pistola en mano contra una banda de atacantes de
aspecto salvaje. Cerca de él yacía su mujer en el suelo, destripada,
mientras algunos de los atacantes le arrancaban pedazos de carne y se la
comían cruda. Las mujeres del clan la habían cortado el cuello y bebían
su sangre. El hombre temeroso de caer su misma suerte se defendía
desesperadamente con su pistola así como con su espada contra una "jauría" de entre 25 y 30 hombres del clan. Los viajeros, atónitos, no
podían creer lo que veían. Al ser descubiertos, "el clan" de los Beane huyó hacia las colinas. Ya existían pruebas sobre las misteriosas desapariciones.
La persona que aportó el testimonio
sobre lo ocurrido fue el marido superviviente del ataque. La historia
llegó a oídos del rey James I de Inglaterra, el cual decidió tomar
serias medidas: envió a 400 soldados acompañados de perros de caza a la
zona; los perros hallaron rápidamente la entrada de la caverna, el
fuerte olor a carne les facilitó la búsqueda.
Los soldados penetraron en la cueva
siguiendo el pasadizo en forma de zig-zag hasta llegar al hogar de los
Beany. Allí encontraron a 48 personas: Beane y su mujer, sus 8 hijos, 6
hijas, 18 nietos y 14 nietas, fruto de los continuos incestos entre
todos ellos. El lugar estaba lleno de brazos, piernas y demás miembros,
amontonados unos sobre otros. Algunos trozos de carne habían sido
salados, con intención de conservarlos para los siguientes meses.
Tras ser descubiertos, el rey los
calificó como bestias salvajes no merecedoras de juicio alguno. Tanto
Sawney como los 26 hombres del clan fueron torturados y desmembrados en
público. Todo el proceso fue contemplado por las mujeres, a quienes les
esperaba la hoguera.
fuente: http://www.asesinos-en-serie.com
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