martes, 17 de noviembre de 2015

Asesinos en serie (Alexander "Sawney" Bean & familia [I])

Alexander "Sawney" Bean nació en el siglo XVI, en la región de Lothian Este, cerca de la ciudad de Edimburgo, en Escocia. Su padre era aparentemente un hombre honesto que se dedicaba al trabajo manual, sobre todo excavar canales de riego y levantar cercas, pero Sawney tenía otras inclinaciones.
Acompañado de su mujer, abandona el hogar siendo muy joven, e inician un viaje hacia el lado opuesto del país. En mitad de la travesía deciden ocultarse en una profunda caverna que estaba situada en la costa de Bannane Head, cerca de Galloway. La entrada era una pequeña grieta a través de la cual se extendía una cueva de alrededor de una milla de extensión.
Esta caverna le sirvió como hogar a los Beane durante los siguientes veinticinco años. Al principio subsistían de las pertenencias que habían robado a los distintos viajantes que fueron asaltados y asesinados. Pero pronto sus necesidades iban a ser más exigentes. El incesto era una práctica habitual en la caverna, de tal forma que se mantenían relaciones entre hermanos, padres, madres e hijos… La necesidad de comida iba en aumento, pues la familia seguía creciendo. La solución a sus problemas, la seguían encontrando en los viajantes que asaltaban, pero ésta vez transportaban el cadáver a la caverna, donde era devorado. Se aficionaron a la carne humana.
Durante 25 años estuvieron desapareciendo viajeros en las extensiones rocosas de Galloway; lo único que se encontraba de los desaparecidos eran restos, partes de los cuerpos halladas ocasionalmente en la costa, despojos que no solían consumir y arrojaban al mar.

Estos restos humanos suscitaban las más diferentes teorías. Una de ellas era que los viajantes podrían estar siendo atacados por una manada de lobos; sin embargo, ésta hipótesis no se sostuvo durante mucho tiempo pues no sólo desaparecían individuos que viajaban solos, sino que también se echaron en falta a grupos, en ocasiones atacaban a grupos de cuatro, cinco e incluso seis personas si iban a pie, eso sí, nunca a más de dos si iban a caballo. Eran muy cuidadosos asegurándose las posibles vías de escape y nunca dejaban a nadie con vida.


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