Cecilia Cajamarca fue su primera
víctima. Chamba la invitó a comer sandía y le ofreció una cadena de oro y
dinero a cambio de sexo; pero, como ella se negó, él se enfureció, tomó
un pedazo de vidrio roto y se lo hundió con gran violencia, sumiéndola
en el sueño eterno de la muerte y humillando sexualmente su cadáver,
ahora que la chica ya no vivía para rechazarle… Inaugurando lo que
después sería costumbre, el descarado asesino acudió al entierro y hasta
dio el pésame a los padres de la víctima.
Aclarando a qué nos referíamos con "humillando sexualmente al cadáver", podemos recurrir a las palabras del
policía Fausto Terán, quien dijo al diario español El País lo
siguiente: "Según me confesó Chamba, no practicaba penetración
vaginal a sus víctimas. Prácticamente les ensartaba un instrumento
similar a un bastón, que se había mandado fabricar expresamente. A
muchas, las ensartaba con tal violencia que el instrumento salía por sus
bocas"
Después de Cecilia Cajamarca vinieron
las demás víctimas, hasta que un día Gilberto intentó abusar de una
trabajadora sexual, cuya corpulencia fue suficiente para escapar y dar
un testimonio que resultó clave en el inicio del proceso penal contra el
asesino, el cual terminó con una sentencia de 16 años de prisión, que
se disminuyó por el privilegio 2×1, en virtud del cual las penas se
rebajaban a la mitad por buena conducta, a causa de lo cual Gilberto
terminó libre en el año 2000…
Gilberto estaba casado y había tenido hijos con Mariela para aquel 9 de noviembre del 2000, día en el cual salió
habiendo recibido el corrupto beneficio de limpiar su historial
policial… Así, lavado por la misma ley que debía condenarlo, Gilberto
pensó en trasladarse a España, donde tenía dos hermanas que lo
recibieron cuando aterrizó en el aeropuerto de Barajas, en Madrid.
Ya en Madrid, Gilberto efectúo diversos
trabajos, tales como albañil o cargador de bolsos en el edificio donde
vivía con sus familiares y parejas de turno. Pero en el 2004 consiguió
un trabajo algo estable, como cuidador de una zona de parking en el complejo de entretenimiento Illa de l'Oci, cerca de la Facultad de Derecho de la localidad de
Lleida. Aunque no solo cuidaba los aparcamientos, sino que también
colaboraba en la limpieza de las salas de cine de Illa de l'Oci.
Una vez que Gilberto consiguió el empleo como cuidador, no se sintió
capaz de resistir a la tentación de delinquir nuevamente con una de las
jóvenes estudiantes universitarias de la Facultad de Derecho que estaba
cerca de su trabajo. Muy probablemente pensó que la Policía de España
era tan ineficaz y blanda como la ecuatoriana, y al parecer se equivocó…
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