martes, 13 de septiembre de 2016

Historia de Catalunya (El Feudalisme en Catalunya [IV])

Las resistencias a la haciendalización se manifestaron a diferentes niveles en el campo y en la ciudad. Las más conocidas son las que opuso un sector de la institución eclesiástica a través de las sagreras y las asambleas de "Paz i treva de Deu".

En una primera fase de resistencia, el clero se opuso a la arbitrariedad y la ilegalidad de los nobles, evitando la pérdida de control de los castillos de la Iglesia en las zonas fronterizas. Con cuyo objeto, y para evitar caer en la red de vínculos feudales, crearon la figura del "levita-castlan", encargado de defender los intereses de la Iglesia en las zonas de marca o frontera. En cuanto que defensores del patrimonio eclesiástico, y dado que la excomunión era una arma poco eficaz, muchos clérigos participaron en guerras privadas. A la vez para una mejor defensa y para evitar el pillaje de los nobles en rebeldía contra el poder establecido, la Iglesia estableció una alianza con labradores y mercaderes que se manifestó con la difusión de las sagreras y la creación de la treva de Deu.
Las sagreras eran unos espacios de paz más o menos circulares (de un radio de 30 pasas) alrededor de los templos, delimitados por los obispos en el momento de su consagración. La inmunidad territorial de estos espacios se concretaba en el derecho de asilo eclesiástico. Los labradores aprovecharon este espacio de seguridad para construir almacenes donde guardar las cosechas y las herramientas de la explotación, y despacio construyeron casas y masies fomentando el hábitat concentrado.
Las aspiraciones pacifistas encontraron su máximo exponente en las "Asambleas de Pau i treva de Deu", unas instituciones en las cuales confluyeron clérigos y labradores inquietos por la violencia de los feudales. Con estas asambleas se pretendía imponer treguas semanales a los nobles violentos. La asamblea de pau más antigua conocida en Catalunya es la celebrada en Toluges (Rosello) en 1027, que presidió el abad Oliba, donde se proclamó la inviolabilidad del patrimonio eclesiástico, a la vez que se impuso una tregua desde la hora novena del sábado hasta la primera del lunes.1 Este tiempo de paz se amplió sucesivamente en posteriores asambleas.

El objetivo de la Iglesia era poner freno a la violencia, pero no eliminarla, a la vez que aceptaba como un hecho natural, producto de la voluntad divina, el orden establecido: los labradores tenían que trabajar, mientras en los nobles tenían encomendada la misión de gobernar y hacer la guerra. La jerarquía eclesiástica no cuestionaba, pues, el orden señorial del cual ella misma era parte integrante; su objetivo era desnudarlo de tanta violencia física y de tanto desorden. A través de las asambleas de paz, la Iglesia asumió la dirección temporal del país. Rehecho el poder condal durante el siglo XII, la Iglesia cedió a los condes la presidencia de las asambleas, momento en que la paz de Dios se convirtió en paz del conde. Así se preservó la integridad del patrimonio eclesiástico, pero nada impidió que el campesinado quedara sometida a la dominación de los señores de los castillos

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