martes, 15 de diciembre de 2015

Asesinos en Serie (Adolfo de Jesús Constanzo [II])

Costanzo convence a los demás adeptos que serán completamente invulnerables a las balas y que tendrán el poder de hacerse invisibles si siguen al pie de la letra sus instrucciones: confeccionar una ganga o caldero mágico con unos ingredientes especiales, además de secretos, en los ritos de Palo Mayombe, como son la sangre y algunos miembros humanos mutilados, preferentemente cerebros de criminales o locos, a ser posible de hombres de raza blanca, pues supuestamente éstos son más influenciables por el verdugo (para el asesino la tortura a la víctima es un factor muy importante, pues el alma de la víctima debe aprender a temer a su verdugo por toda la eternidad con el fin de hallarse para siempre sujeta a él).
El rito termina cuando los participantes beben la sopa del caldero formada con la sangre de la víctima, su cerebro y los demás elementos que completan la siniestra ganga… lo cual les dará todo el poder que los criminales deseen.
El 9 de abril de 1989, la policía mexicana detiene en un rutinario control la camioneta que conducía David Serna Valdez, de veintidós años, a la altura del kilómetro 39 de la carretera de Matamoros a Reynosa en el rancho Santa Elena. En ella se encuentran restos de marihuana y una pistola calibre 38, por lo que el joven conductor es detenido. Tras unas horas de interrogatorio confiesa que pertenecía a una secta de "magia negra" y que utilizaban el rancho para realizar sus sacrificios rituales con seres humanos, además del narcotráfico.
 Estas sorprendentes confesiones obligan a la policía a registrar el rancho, hallando allí otros ciento diez kilos de marihuana… y algo macabro: un caldero de hierro de hedor pestilente que contenía sangre seca, un cerebro humano, colillas de cigarros, 40 botellas vacías de aguardiente, machetes, ajos y una tortuga asada. Alrededor de la casa, una fosa común con doce cadáveres descuartizados, a los que les habían extirpado el corazón y el cerebro en algún extraño ritual.
Entre ellos se hallaba el cuerpo de Mark Kilroy, un estudiante de medicina desaparecido en marzo de 1989 al que habían amputado las dos piernas y extirpado el cerebro, y con parte de cuya columna vertebral el líder del grupo se había fabricado un alfiler de corbata que le servía de amuleto.

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