viernes, 27 de noviembre de 2015

Asesinos en Serie (Jaime Benjamín Cárdenas Pardo [II])

Ya con 17 años, Jaime cometería su primer asesinato en La Paz, capital de Bolivia. Mató porque la víctima, al ser asaltada, presentó cierta resistencia. Después del crimen, la Policía consiguió detenerlo, identificarlo y acusarlo de homicidio, pero Jaime no tenía documentos de identidad y pudo mentir sobre su edad, gracias a lo cual, junto a la falta de pruebas, fue liberado por dictamen de los irresponsables jueces. Había allí, al igual que en otros puntos de la vida criminal de Jaime, la manifestación de un sistema judicial y policial corrompido, que en este caso, pese a que el acusado había admitido matar con cuchillo a la víctima, dio más importancia a la falta de pruebas que a la evidente verdad, sencilla y llanamente porque al aparato estatal se le hace más fácil liberar al menor que pagar el costo de su rehabilitación y de la neutralización, a través del mantenimiento de la detención, de la amenaza que éste representa para la seguridad social.

Habiendo ya delinquido numerosas veces, Jaime tomó una vez la decisión de llevar al extremo su búsqueda por satisfacer el deseo de esa letal mezcla que es el sexo con violencia. Para eso consiguió la complicidad de Ever Albis Vera, un ex policía que, por colaborar en la fuga de un reo peruano del Penal San Roque, había sido destituido en teoría durante julio del 2009, y decimos "en teoría" porque siguió usando el uniforme policial y trabajando para la Policía, siendo que su destitución solo se hizo efectiva después de que colaborara con Jaime en el sangriento crimen ocurrido en la ciudad de Sucre durante octubre del 2009.

El crimen referido tuvo lugar una noche en que Jaime y Ever contactaron con dos jóvenes universitarias de comportamiento algo “liberal”. Ambos se granjearon la simpatía de las chicas, las llevaron a beber a centros de diversión nocturna, las convencieron para drogarse, y finalmente las llevaron a un sitio conocido como "El Cerro La Calancha". Allí las violaron salvajemente, aunque las jóvenes amenazaron con denunciarlos y entonces los delincuentes se pusieron más violentos, desfigurándoles las caras a cuchillazos y machacándoles las cabezas a pedradas. Muertas las chicas, los asesinos les sacaron dinero y se fueron.
La sorpresa vino después, porque las chicas asesinadas eran, respectivamente, la novia y la amiga de un conocido comerciante de coches lujosos. Cualquiera, estando en el lugar del comerciante, habría querido hacer pagar a los delincuentes, pero este hombre no era muy moral y medido que se diga, pues se vengó haciendo pagar a inocentes, tal y como refiere Jaime Cárdenas Pardo en estos términos: "El novio de la muchacha que asesiné en venganza mandó a matarme. Los que contrató eran de más sangre fría que yo, apuñalaron a mi hijito en el pecho, fue en agosto del año 2010, cuando salió de la tienda y lo subieron a un auto para matarle. Digo ¿qué corazón pueden tener para matar a un niño? Por esa causa asesiné a 15 hombres, diez cruceños, dos cochalas y tres de Sucre"


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