Las dos últimas víctimas, una enfermera y una empleada de hogar,
ambas de 32 años, fueron asesinadas en los lavabos de dos vagones de
tren, siempre siguiendo el mismo ritual (las obligaba a arrodillarse
para pegarles un tiro en la nuca), lo que desató una psicosis de terror tan grande a usar los ferrocarriles estatales, que incluso el fiscal de
Génova llegó a pedir a las mujeres que viajaran en tren "sólo lo
necesario y siempre acompañadas".
La policía había empezado a advertir a
la gente sobre un posible agresor de mujeres después de que se
confirmase la búsqueda de un presunto autor o autores de tres homicidios
no resueltos en los últimos cuatro meses. En sus comunicados advertían: "Es mejor que todos los ciudadanos que han acordado citas o encuentros
con personas a las que no conocen presten la máxima atención y, en caso
de duda, llamen a la Policía"
A las similitudes del arma utilizada y
el lugar escogido para los asesinatos se había unido la tesis (sin
confirmar) de que el homicida habría dejado siempre una carta en la que
amenazaba con actuar de nuevo, lo que hizo crecer el pánico entre las
jóvenes italianas.
Luego asesinó a dos guardias que lo
sorprendieron cuando estaba a punto de matar a un transexual venezolano
de nombre Julio Castro alias Lorena, quien resultó sólo herido y fue
clave para diseñar su retrato hablado. El 6 de mayo de 1998 delante del hospital genovés de San Martino, Bilancia fue capturado por la policía italiana.
Durante más de una semana guardó silencio absoluto, acogiéndose al derecho de no declarar, hasta
que finalmente se derrumbó ante el juez, confesando con estas palabras
escalofriantes: "Sí, he sido yo. Las he matado aunque no sé por qué, no
estoy bien, ayúdenme a curarme".
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