lunes, 1 de agosto de 2016

Leyendas en Catalunya (Raimon Penyafort [I])

Santa Margarida i els Monjos (Barcelona), 1175 ó 1180 - Barcelona, 6 de enero de 1275. Es el santo patrón de los juristas, del Derecho canónico, de los abogados y de los Colegios de Abogados. Clérigo barcelonés y miembro de la orden religiosa de los dominicos, sus acciones más destacadas son la compilación de las Decretales de Gregorio IX (Corpus Iuris Canonici) y la introducción de la Inquisición en el Reino de Aragón.
Hijo del señor del castillo de Peñafort (en el condado de Barcelona) y de su esposa Sara, los primeros datos que figuran de él son de 1204, año en el que empezó a ejercer de clérigo y escriba de la Catedral de Barcelona. Con la finalidad de ampliar sus conocimientos, viajó hasta la Universidad de Bolonia, donde se licenció en cánones y trabajó como profesor entre 1217 y 1222. Recién llegado a Barcelona, fue nombrado canónigo en Barcelona y pavorde (1223), si bien renunció a tales distinciones e ingresó en la Orden Dominicana, congregación que había conocido en Bolonia. De 1223 a 1228, año en el que acompañó al legado papal Jean d'Abbeville en su recorrido por los reinos hispánicos para implantar la reforma y decisiones del Concilio de Letrán IV, no hay referencias documentales sobre su vida, por lo que se cree que se dedicó al estudio y en la redacción de tratados, como la Summa de casibus poenitentiae o las glosas al Decreto de Graciano. Con Jean d'Abbeville viajó hasta Roma, en donde alcanzó el rango de capellán y penitenciario (1232) del papa Gregorio IX.1 , quien le encargó la elaboración de las Decretales.

La historiografía mercedaria lo presenta como uno de los cofundadores de la Orden en especial por su rol de legislador, dado que, se dice, entregó a los mercedarios la Regla de san Agustín y las Constituciones de la Orden de Predicadores como base para la nueva institución. Gregorio IX le ofreció el arzobispado de Tarragona, pero cansado y enfermo, lo rechazó junto a los otros honores papales, retirándose al Convento de Santa Catalina, en Barcelona (1236).
Poco tiempo después reinició su actividad, donde destacan, entre otras: su colaboración en las Cortes de Monzón de 1236; la intercesión en favor de Jaime I en la causa de excomunión, consiguiendo que se levantara (1237); favoreciendo la dimisión del obispo de Tortosa y en los nombramientos de los obispos de Huesca y Mallorca (reconquistada recientemente); y, finalmente, en la realización de actividades puramente jurídicas, tales como ejercer de juez o de asesor, principalmente en procesos de herejía y nulidades matrimoniales

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