Cuenta la mágica historia que en una hermosa mañana en la costa de Java una diosa cubierta con un chal se hizo presente. Paseaba en un bosque en el que abundaban robles, castaños y sándalos y la luz solar se filtraba delicadamente entre sus ramas.
Al anochecer la femenina figura desapareció y en una de las ramas dejó su prenda. El chal lleno de su esencia divina se convirtió en una deslumbrante flor, la orquídea tan misteriosa y delicada como la diosa. Ciertos hombres necios incapaces de ver todo lo que transmitía la flor la pisaron y la dejaron en el suelo sin piedad alguna. La planta lógicamente murió.
Pero la diosa no iba a permitir tal injusticia por eso hizo que los restos de la marchita flor se convirtieran en fértiles semillas para que desde ese momento todos los hombres pudieran admirar a esta nueva especie y para que aquellos mortales que logran ver más allá de sus propios ojos reconocieran en ella su visita fugaz a la tierra.
Al anochecer la femenina figura desapareció y en una de las ramas dejó su prenda. El chal lleno de su esencia divina se convirtió en una deslumbrante flor, la orquídea tan misteriosa y delicada como la diosa. Ciertos hombres necios incapaces de ver todo lo que transmitía la flor la pisaron y la dejaron en el suelo sin piedad alguna. La planta lógicamente murió.
Pero la diosa no iba a permitir tal injusticia por eso hizo que los restos de la marchita flor se convirtieran en fértiles semillas para que desde ese momento todos los hombres pudieran admirar a esta nueva especie y para que aquellos mortales que logran ver más allá de sus propios ojos reconocieran en ella su visita fugaz a la tierra.
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