Eráse una vez una hermosa princesa
prometida de un príncipe que amaba a otro. Pero como era normal en la Edad Media, su padre la había comprometido con un principe heredero de un reino vecino. El noble joven enamorado, una
noche, se introdujo en los jardines del castillo vestido de juglar.
Allí dedicó a la princesa un romance en el que le transmitía,
veladamente, un plan de fuga. Ella le respondió positivamente tirándole
un alhelí con disimulo. En la noche señalada para la fuga, ya dispuesta a
bajar de su balcón, para entregarse por entero a su amado quien la
esperaba junto al muro, la soga por la que bajaba se rompió y ella cayó.
Su cuerpo al tocar el piso, ya sin vida, se transformó en una planta de
alhelí, cuyas flores siguen llamando al amado con su perfume.. Es por
ello que el alhelí crece junto a los muros solitarios de viejos
castillos abandonados.
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