Finalmente, la situación derivó en la revuelta de mayo de 1640. El odio al virrey, a Conde-Duque de Olivares y a la administración virreinal crecieron en el Principado entre otoño e invierno de 1639, azuzados premeditadamente desde las instituciones catalanas y un importante sector del clero entre el que se destacaron Pau Claris y el obispo de Gerona, Gregori Parcero. Además, se produjo el encarcelamiento del diputado militar Francesc de Tamarit.
En 1641, tras los sucesos y desde la Generalidad, los diputados alegaban al rey que la paciencia de los campesinos que acogían a las tropas había estado al límite ante la frecuente estancia de las mismas desde 1626. El Rey y el juez del "Breve Apostólico" investigaron la conducta de Claris y del obispo: Claris fue acusado de intervenir en los disturbios contra los soldados y el obispo sospechoso de encubrirlo, pero no lo pudo condenar por carencia de pruebas.
La gravedad de los incidentes posteriores, muerte de Joan Miquel Mont-rodon en Santa Coloma de Farners, incendio de las iglesias de Riudarenas y la de Montiró y la entrada en Barcelona de unos doscientos campesinos (22 de mayo de 1640) para liberar al diputado Francesc de Tamarit, culminó con el "Corps de Sang" (7 de junio de 1640), cuando la entrada en Barcelona de unos 400 ó 500 segadores amotinados provocó la muerte del virrey Comte de Santa Coloma.
La situación cogió por sorpresa a Olivares, ya que la mayoría de sus ejércitos estaban localizados en otros frentes en Europa y no podían acudir a Catalunya. Pese a que Olivares optó por la prudencia a toda costa y trató de echar marcha atrás el 27 de mayo de 1640, la situación se le escapaba de las manos. El odio a los "Tercios" y a los funcionarios reales pasó a generalizarse contra todos los hacendados y nobles situados cerca de la administración. Ni siquiera la Generalidad controlaba ya a los rebeldes, que lograron apoderarse del puerto de Tortosa. Estos hechos desencadenarán la ruptura definitiva entre la Generalidad y el gobierno del Conde-duque de Olivares.
La inminente respuesta del Conde-duque de Olivares decidió a Pau Clarís a buscar ayuda militar en Francia: las conversaciones iniciadas por su sobrino Francesc Vilaplana acabaron con la firma en Barcelona (12 de diciembre de 1640) de un pacto de vasallaje y confederación militar y, posteriormente (16 de enero de 1641), con la proclamación de la República Catalana dependiente de Francia poniendo así al Principado de Catalunya bajo la protección y la soberanía Francesa, como una más de sus provincias.
Pero la revuelta también escapa a este primer y efímero control de la oligarquía catalana. La sublevación derivó en una revuelta de empobrecidos campesinos contra la nobleza y ricos de las ciudades que también fueron atacados. La oligarquía catalana se encontró en medio de una auténtica revolución social entre la autoridad del rey y el radicalismo de sus súbditos más pobres.
La vida de la República catalana fue efímera: ante el inminente peligro de asedio de Barcelona por el ejército del Marqués de Los Vélez, Pau Claris decidió reconocer a Luis XIII de Francia como Comte de Barcelona mediante el "Pacto de Ceret", la administración francesa nombró a un virrey. El ejército franco-catalán derrotó al ejército español en la "Batalla de Montjuïc" el 26 de enero de 1641. Pau Clarís murió repentinamente un mes después de la victoria, según algunas tesis envenenado por agentes del rey. Francesc Fontanella (Conseller en Cap) hasta poco tiempo antes de la batalla de Montjuïc y gran amigo de Pau Clarís, le dedicó un caluroso homenaje. Catalunya, mientras tanto se convertía en uno más de los frentes de la "Guerra de los Treinta Años" que enfrentaba, en toda Europa, a los Habsburgo españoles y austriacos a sucesivas coaliciones en las que participaba Francia.
En 1651, tras ser nombrado virrey de Catalunya, don Juan José de Austria comienza el asedio de Barcelona que se rendirá al año siguiente en 1652, aunque los enfrentamientos continúan hasta la "Paz de los Pirineos" de 1659. Aunque la Guerra de los Treinta Años se había cerrado con el "Tratado de Westfalia" de 1648, continuaba la guerra entre Francia y España, en la que se veían especialmente envueltos los territorios de Catalunya allende los Pirineos. Cuando en 1659 Luis XIV y Felipe IV firman la "Paz de los Pirineos", este último cede a Francia los territorios pertenecientes al condado del Roselló y parte norte del Cerdanya, invalidando así las demarcaciones establecidas por las Constituciones de Catalunya.
En 1641, tras los sucesos y desde la Generalidad, los diputados alegaban al rey que la paciencia de los campesinos que acogían a las tropas había estado al límite ante la frecuente estancia de las mismas desde 1626. El Rey y el juez del "Breve Apostólico" investigaron la conducta de Claris y del obispo: Claris fue acusado de intervenir en los disturbios contra los soldados y el obispo sospechoso de encubrirlo, pero no lo pudo condenar por carencia de pruebas.
La gravedad de los incidentes posteriores, muerte de Joan Miquel Mont-rodon en Santa Coloma de Farners, incendio de las iglesias de Riudarenas y la de Montiró y la entrada en Barcelona de unos doscientos campesinos (22 de mayo de 1640) para liberar al diputado Francesc de Tamarit, culminó con el "Corps de Sang" (7 de junio de 1640), cuando la entrada en Barcelona de unos 400 ó 500 segadores amotinados provocó la muerte del virrey Comte de Santa Coloma.
La situación cogió por sorpresa a Olivares, ya que la mayoría de sus ejércitos estaban localizados en otros frentes en Europa y no podían acudir a Catalunya. Pese a que Olivares optó por la prudencia a toda costa y trató de echar marcha atrás el 27 de mayo de 1640, la situación se le escapaba de las manos. El odio a los "Tercios" y a los funcionarios reales pasó a generalizarse contra todos los hacendados y nobles situados cerca de la administración. Ni siquiera la Generalidad controlaba ya a los rebeldes, que lograron apoderarse del puerto de Tortosa. Estos hechos desencadenarán la ruptura definitiva entre la Generalidad y el gobierno del Conde-duque de Olivares.
La inminente respuesta del Conde-duque de Olivares decidió a Pau Clarís a buscar ayuda militar en Francia: las conversaciones iniciadas por su sobrino Francesc Vilaplana acabaron con la firma en Barcelona (12 de diciembre de 1640) de un pacto de vasallaje y confederación militar y, posteriormente (16 de enero de 1641), con la proclamación de la República Catalana dependiente de Francia poniendo así al Principado de Catalunya bajo la protección y la soberanía Francesa, como una más de sus provincias.
Pero la revuelta también escapa a este primer y efímero control de la oligarquía catalana. La sublevación derivó en una revuelta de empobrecidos campesinos contra la nobleza y ricos de las ciudades que también fueron atacados. La oligarquía catalana se encontró en medio de una auténtica revolución social entre la autoridad del rey y el radicalismo de sus súbditos más pobres.
La vida de la República catalana fue efímera: ante el inminente peligro de asedio de Barcelona por el ejército del Marqués de Los Vélez, Pau Claris decidió reconocer a Luis XIII de Francia como Comte de Barcelona mediante el "Pacto de Ceret", la administración francesa nombró a un virrey. El ejército franco-catalán derrotó al ejército español en la "Batalla de Montjuïc" el 26 de enero de 1641. Pau Clarís murió repentinamente un mes después de la victoria, según algunas tesis envenenado por agentes del rey. Francesc Fontanella (Conseller en Cap) hasta poco tiempo antes de la batalla de Montjuïc y gran amigo de Pau Clarís, le dedicó un caluroso homenaje. Catalunya, mientras tanto se convertía en uno más de los frentes de la "Guerra de los Treinta Años" que enfrentaba, en toda Europa, a los Habsburgo españoles y austriacos a sucesivas coaliciones en las que participaba Francia.
En 1651, tras ser nombrado virrey de Catalunya, don Juan José de Austria comienza el asedio de Barcelona que se rendirá al año siguiente en 1652, aunque los enfrentamientos continúan hasta la "Paz de los Pirineos" de 1659. Aunque la Guerra de los Treinta Años se había cerrado con el "Tratado de Westfalia" de 1648, continuaba la guerra entre Francia y España, en la que se veían especialmente envueltos los territorios de Catalunya allende los Pirineos. Cuando en 1659 Luis XIV y Felipe IV firman la "Paz de los Pirineos", este último cede a Francia los territorios pertenecientes al condado del Roselló y parte norte del Cerdanya, invalidando así las demarcaciones establecidas por las Constituciones de Catalunya.
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