En ese mismo 2 de octubre de 1768, tras sufrir su “muerte civil” Darya
fue encerrada en el Convento Ivanovsky. La habitación había sido
especialmente hecha para ella: no tenía ventanas, las paredes eran de
madera y la única luz que se presentaba ante sus ojos era la de la vela
que única y exclusivamente le permitían prender a las horas de la
comida. El resto del día la oscuridad era absoluta y la única visita que
tenía era la del guardia que le llevaba la comida, guardia con el cual
se cree que tuvo un romance y que de ese romance fue que salió el hijo
que parió en aquellos once años donde uno de sus pocos consuelos era el
beneficio de oír (habían puesto la celda en un lugar desde el que se
podía oír misa) los canticos que entonaban en los servicios religiosos
que efectuaban allá, en ese mundo que, al igual que a la condesa
Bathory, la había aislado a ella por las mismas razones: torturar y
matar muchachas inocentes.
fuente: http://www.asesinos-en-serie.com
Cuentan que allí, en ese mismo convento,
el Departamento de Investigación y el Buró de Investigaciones Secretas
enviaban a las mujeres aristócratas cuyas condenas querían mantener en
secreto. En vistas a esos fines, el personal de ambas instituciones
procuraba hacer pasar por locas o enfermas mentales a aquellas mujeres
que se habían mostrado peligrosas por su proceder político o por cometer
auténticos crímenes. Pero el caso de Darya era distinto. Nunca se
pretendió aparentar que Darya era una enferma mental, ya que en realidad
sí lo era…
Después de once años de confinamiento,
Darya vio por fin la luz del día cuando en 1779 la transfirieron a un
nuevo lugar de reclusión dentro del mismo convento. Esta vez se trataba
de una cámara de piedra, adjunta al convento y provista de una ventana
con persianas.
Para cuando llegó a su nuevo
alojamiento, Darya se había transformado en un ser mucho más trastornado
de lo que era anteriormente: escupía a los espectadores, los insultaba y
empujaba un palillo a través de la ventana como para herirlos o
asustarlos. Años atrás habría disfrutado del sol pero ya era tarde y los
años de encierro la habían convertido en una vieja loca que no toleraba
la luz, gustando así de que su oscuridad interior fuese envuelta por
las tinieblas exteriores que imperaban entre aquellas duras y frías
paredes de piedra.
En su nueva celda el tiempo pasó y a sus
71 años, a la fecha del 27 de noviembre de 1801, la muerte se la llevó
para siempre, no pudiendo sin embargo llevarse el recuerdo de su nombre
que, junto al de contadas infames, permanecerá por siempre en la cima de
las más crueles mujeres de la historia.
Sus huesos yacen actualmente en el cementerio del Monasterio Donskoy, reposando junto a las osamentas de sus parientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario